Cerca de las 10:00 de la noche del pasado lunes 7, en las oficinas centrales de la Fiscalía General de la República (FGR) se vivió en desenlace de lo que bien podría considerarse la materialización de una novela mejicana de Tv Azteca. Una mujer salvadoreña casada con un hombre de Inglaterra se reencontró con su hijo recién nacido que le fue cambiado por otro en el hospital, donde en lugar de entregarle al “blanquito” de ojos celestes que dio a luz, le dieron a un “cafecito” regordete de ojos achinados.
El pasado 21 de mayo en horas del mediodía, la señora Mercy Casanella de Cushworth llegó a realizarse un chequeo médico a la clínica interna del hospital Centro Ginecológico de San Salvador con ocho meses de embarazo. Ahí el doctor le dijo que el parto se iba a complicar un poco y que debían extraer de inmediato al bebé por un proceso de cesárea, así que debía prepararse para un parto de inmediato.
Luego ser ingresada, la señora Mercy dice haber sido llevada a la sala de partos cerca de las 9:00 de la noche donde dio a luz a su hijo a quien le pudo ver la piel rosada y los ojos de color. En la sala la acompañaba un doctor amigo de la familia quien, en lugar de estetoscopio y equipo de cirugía había llevado una cámara para documentar el parto y luego compartir las fotografías con el señor Cushworth, quien en ese momento se encontraba de viaje.
Horas después de un parto exitoso, el anestesista le advirtió a la señora Mercy que la veía alterada y que se veía en la necesidad de sedarla para que se tranquilizara y le prometió dejarla ver a su bebé cuando despertara. Aceptó.
Cerca de las tres de la mañana, la mujer despertó y se halló sola en una camilla. Pudo comprobar la hora al ver un reloj de pared en la habitación donde estaba y se volvió a dormir.
A las 8:00 de la mañana del siguiente día al parto la familia empezó a llegar. Esperaban a que, como es común, las enfermeras lleven los hijos a sus madres para que estas, por primera vez, intenten darles leche materna. Sin embargo, la espera se hizo larga ya que no pudieron ver al niño sino hasta las 11:00 de la mañana.
-Ahí empezaron mis dudas. No es normal que se tarden tanto si ya me habían dicho que a traerlo iban – dice la madre acongojada.
En efecto, el niño que le fue entregado a doña Mercy no se parecía al que vio salir de su vientre. Este, en lugar de tener la tez rosada y los ojos de color, era piel morena y ojos café. Marcy se preocupó de inmediato por la diferencia abrupta de la pigmentación de la piel en su bebé y cuestionó a las enfermeras quienes le contestaron que era normal, que así son los niños al nacer. Por un momento se hacen “cafecitos”, pero luego van aclarando, le dijeron.
Las preguntas cambiaron de dirección y luego de unos minutos de tener al bebé en brazos fueron los familiares de ella y de su esposo quienes empezaron a cuestionar el color de piel del recién nacido. Fue esta presión psicológica y algo que doña Mercy describe como el “presentimiento de madre” lo que la llevó a poner en duda algunos hechos que se presentaron durante su periodo de embarazo y a sospechar el cambio de bebé.
Según la madre del niño mitad salvadoreño, mitad inglés, cuando el ginecólogo le estaba realizando una ultrasonografía, meses antes del parto, este le dijo en reiteradas ocasiones que el bebé sería piel morena, algo que ella se negaba a creer ya que quería que el niño fuera blanco, como su papá.
-El doctor me decía que los genes latinos predominan sobre los genes ingleses y que por eso mi niño iba a salir morenito – cuenta doña Mercy esbozando un gesto de llanto en su rostro, pero sin lágrimas.
Pero en medio de las críticas y las sospechas que doña Mercy cargaba entre el pecho y la espalda, al cuarto día después del parto, fue dada de alta y, en la puerta del hospital, le entregaron a su niño de tez morena y los plantares del mismo.
Según narra Fernando Meneces, uno de los cuatro abogados querellantes asignados por la familia para pelear el caso de cambio de bebés en contra del hospital y el ginecólogo que atendió el parto, diez días después de ser dada de alta, doña Mercy quiso ir a asentar al bebé a la alcaldía de San Salvador y llevó consigo original y copia de los plantares. Pero al llegar a las oficinas se dio cuenta que le hacía falta la firma del ginecólogo en los documentos y regresó con el bebé en brazos para que le firmaran el papel.
-Lo que sucedió fue que en vez de darle la firma, las enfermeras agarraron al niño y le hicieron unos nuevos plantares, destruyendo los anteriores, los del niño de nosotros – aseguró el abogado.
Esto reforzó las sospechas de la señora Mercy, pero no les impidió seguir el proceso normal y asentar al niño como hijo legítimo suyo y del británico agobiado por las dudas de si el hijo era realmente suyo.
Tres meses después del parto los cuestionamientos de la familia y sus sospechas de madre estaban ahogando a doña Mercy y en medio de una situación desesperante aceptó realizarse una prueba de ADN en una clínica privada para comprobar si era o no la madre del bebé que estaba criando.
-Entonces me di cuenta de que no soy la madre biológica del niño – dice la madre nuevamente ahogada en un llanto que no le deja salir lágrimas – Desde entonces ya no puedo conciliar el sueño – añade.
El jueves 17 de septiembre doña Mercy recibió la respuesta que no quería, pero que su corazón le insinuaba constantemente. Su hijo estaba extraviado y no tenía la menor idea de dónde o con quién podría estar.
Al siguiente día, Mercy y su familia entablaron una denuncia formal en la Fiscalía en contra de hospital y el médico que la atendió.
Familiares y amigos también montaron un equipo legal de querellantes que llevarían el caso y una especie de equipo de prensa que se encargaría de divulgar los avances del caso y hablar a los medios de comunicación para hacer algunas correcciones que creyeran convenientes.
Los genetistas del Instituto de Medicina Legal recibieron la indicación de hacer una serie de pruebas a los cuatro niños varones nacidos el 21 de mayo en el hospital ginecológico, incluido el que tenía en sus brazos la señora Mercy, algo que tres días después dejó saber la verdad: el bebé fue cambiado con otro de los niños nacidos el mismo día.
El proceso legal que llevó a las bartolinas al doctor Guidos y al secuestro de cerca de cuarenta expedientes clínicos de los recién nacidos en el hospital Ginecológico por parte de la FGR culminó en el intercambio de los bebés realizado este lunes en las oficinas centrales de la Fiscalía, algo que el mimos fiscal general Luis Martínez calificó como “dramático y emotivo” que tuvo presencia incluso en medios internacionales como la BBC o el periódico «The Sun», de Inglaterra.
Sin embargo, luego de este aparente final feliz para la madre que, tras días y noches de llanto y angustia preguntándose dónde estaba su hijo y con quién, salió victoriosa con su verdadero hijo en brazos, el caso ha dejado más preguntas que respuestas ante la reserva total que sobre él ha puesto la Fiscalía y el juzgado quinto de paz de San Salvador, entidades legales que acompañaron a las víctimas y a los acusados durante los poco más de diez días que duró la tragedia.
Una de las principales preguntas que han quedado sin resolver es la identidad de la otra familia que tenía al verdadero hijo de la familia Cushworth Casanella. Esta última familia desde que se dio a conocer el caso puso a su disposición a un encargado de prensa que estuvo al pendiente de realizar llamadas a los medios de comunicación para realizar señalar detalles en las publicaciones más recientes y luego compartirlas en páginas de redes sociales que fueron creadas para divulgar el caso incluso fuera de las fronteras del país.
Al intentar conocer siquiera el apellido o las generalidades de la otra familia afectada, la abuela del bebé de ojos celestes dijo que las autoridades le habían prohibido hablar del tema y aseguró que solamente los padres pudieron ver a la otra familia ya que el intercambio se realizó en una oficina privada en lo alto de la torre central de la Fiscalía.
Otro detalle que sigue sin revelarse por parte de las autoridades es cómo se dio el cambio. De acuerdo con las organizaciones que defienden al ginecólogo Antonio Alejandro Guidos, el trabajo de este durante el parto consistió en recibir al bebé, limpiarlo y pasárselo de inmediato a una enfermera que debió colocarle un brazalete especial con su identificación para evitar confusiones, de donde pasó al área de Neonatos, por tratarse de un parto prematuro, sitio donde de cualquier manera el doctor se encontraba imposibilitado de cuidar del bebé.
Asimismo, el personal jurídico del hospital emitió una posición desde un principio: es imposible que el cambio se haya dado aquí adentro con los estrictos controles de seguridad que seguimos. Planteamiento que fue refutado por la madre del bebé Cushworth, pero que más tarde sería reiterada por el nosocomio.
Si bien, algo tuvo que haberse salido de la normalidad para que la señora Mercy apareciera con un bebé que no era el suyo en la puerta de su casa, ¿cuál es la responsabilidad del hospital en este caso? ¿Es culpa solo del médico? ¿Qué pasará en otros hospitales donde los protocolos de seguridad son menos estrictos? ¿Cuántos niños intercambiados hay en El Salvador sin que sus familias se den cuenta hasta el día de hoy? Estas son algunas de las muchas preguntas que el caso de los niños intercambiados ha dejado sin contestar hasta hoy.