A la caída de la noche de este viernes 1 de noviembre, El Cipitío con su gran sombrero reía a carcajadas. La Siguanaba bailaba junto a La Muerte, El Diablo y otras calaveras al ritmo del pito y el tambor. Estas figuras protagonizaron el esperado desfile de seres mitológicos del Festival de la Calaviuza en el distrito de Tonacatepeque, en San Salvador Este, el pasado 1 de noviembre.
Debajo de las máscaras, el maquillaje y los disfraces lúgubres se hallaba la juventud de Tonacatepeque, que ha tomado la batuta en la ejecución de esta tradición que data de 1992. Previa a esta fecha, la celebración giraba en torno al Día de San Caralampio, en la que los habitantes con tambores y pitos salían a las calles a pedir el famoso ayote en miel.
Cantando «Ángeles somos, del cielo vinimos, pidiendo ayote para nuestro camino, mino, mino…”, creían que San Pedro permitía que las almas de los seres queridos fallecidos realizaran una visita al mundo terrenal, previo al 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos.
La tradición se fue volviendo más colorida con el paso de los años, donde las máscaras y disfraces tomaron más fuerza entre aquellos que decidieron continuar con esta celebración colorida.
En la actualidad, es toda una exhibición de creatividad donde cada joven caracteriza a un personaje. A pesar que la lluvia detuvo por aproximadamente una hora el arranque de la celebración, el festival comenzó con antorchas y cánticos donde cada joven desempeñó sus papeles con energía para brindar el ambiente tenebroso.
Ángeles, princesas, monstruos, diablillos, El Justo Juez de la Noche, un sacerdote sin cabeza, un dios maya con rostro cadavérico y hasta La Llorona dando gritos agudos de dolor, acompañaban las carretas chillonas de la mitología cuscatleca.
Construidas con madera, huesos de animales, morro, cuernos de vaca y otros materiales artesanales cargan grandes figuras de cerdos, espantos y otras criaturas mientras los jóvenes mojados y entusiasmados avanzan por las calles de Tonacatepeque. Esta simbología arraigada a las historias del folklore salvadoreño no corresponden a la fiesta de Halloween. Así lo afirman los lugareños que buscan que la festividad de su pueblo sea única y sin comparaciones.
Hombres y mujeres, a pesar de la precipitación, son acompañados por sus hijos y otros familiares para disfrutar del desfile. La comida típica, platillos salvadoreños, así como el delicioso ayote en miel, son parte de las degustaciones que atrajo a salvadoreños de otros departamentos como turistas de otros países del mundo. Esta escalofriante celebración culminó con un baile donde todos los habitantes convivieron y fortalecieron sus lazos como comunidad.