El amor de un padre adoptivo es un vínculo profundo y significativo que trasciende los lazos biológicos. Cada Día del Padre se celebra el amor incondicional, la dedicación y el apoyo que ejerce la figura paterna en las familias salvadoreñas, entre ellos, aquellos hombres que abrieron su corazón y su hogar a niños y jóvenes que más los necesitaban.
El amor de un padre adoptivo es incondicional y generoso. Así descubrió Alexander Cruz*, un joven salvadoreño de 25 años de edad que vive en San Salvador y quien, tras conocer a profundidad la historia de su nacimiento y su adopción, no pudo más que agradecer la figura de su padre, sus enseñanzas y sus lecciones en todos los aspectos de su vida.
“Mi padre me comentó de que cuando yo era muy pequeño, yo me encontraba en un lugar donde habían muchos niños. En ese entonces se le dio la oportunidad de adoptarme y no dudaron ellos en poder hacerlo y poder darme un hogar a mí principalmente”, relata Alexander sobre su historia de su nacimiento.
Las oraciones de la pareja para incrementar la familia fueron escuchadas. Tomaron la elección consciente de criar y amar a un niño como propio, independientemente de su biología. “Mi papá siempre estuvo al pendiente de mí. Siempre me apoyó en mis estudios siempre estuvo en cada momento de de la trayectoria de mi vida”.
El joven relata que su padre adoptivo eligió esperar hasta que él alcanzara la adultez para revelarle la historia de cómo tomaron la decisión de acogerlo y amarlo como a su propio hijo. “Mis padres no pudieron tener un hijo, ellos siempre anhelaron uno, pero nunca lo pudieron tener. Entonces me mencionaron que yo era su hijo de corazón”, afirma.
Su historia comparte similitud con de Andrea Araniva*, de 35 años, quien comparte la idea de que la honestidad y la comunicación abierta son esenciales para construir una relación sólida y basada en la confianza entre los padres y sus hijos.
“Enterarme de mi adopción fue un momento crucial en mi vida. Al principio, fue difícil de procesar, pero con el tiempo comprendí que la familia que me crió me brindó todo lo que necesitaba para ser feliz y exitosa. Como adulta, resignifiqué mi adopción entendiendo que lo que realmente importa es el amor y el apoyo que uno recibe, no los lazos de sangre”, afirma la joven sobre su historia.
La infancia de Andrea estuvo llena de amor y apoyo gracias a Alba, su madre adoptiva, quien la encontró abandonada a los dos días de nacida cerca del mercado La Tiendona, en San Salvador. Su padre adoptivo, un enfermero que conoció Alba años después, tuvo un papel fundamental en su vida y completó la familia que ahora conforman.
“Él me enseñó su profesión, que se convirtió en mi sustento y una pasión. Ambos me inculcaron valores sólidos y una ética de trabajo que me ha ayudado a salir adelante. Fue un modelo a seguir y siempre me apoyó en mis decisiones, lo que me ha permitido convertirme en la persona y el profesional que soy hoy”, expresó la enfermera.
El ejemplo de ambos padres de familia está cargado de gratitud y enseñanzas que ahora estos jóvenes compartirán con sus hijos cuando llegue el momento de formar sus propios hogares.
La Convención sobre los Derechos del Niño establece con claridad que todos los niños tienen el derecho inherente a crecer dentro de un ambiente familiar, indica el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés). Además, en la medida de lo posible, deben tener la oportunidad de conocer a sus parientes y ser cuidados por su propia familia,
En El Salvador, la Ley Especial de Adopciones regula meticulosamente el proceso de adopción, delineando los procedimientos y requisitos esenciales para su realización legal. Esta ley subraya la trascendencia de brindar un hogar y una familia a aquellos niños que lo necesitan, promoviendo así el bienestar infantil a través de la adopción.