miércoles 23 de octubre del 2024

El tabú de ser madre lesbiana en El Salvador

por Zaída Romero


Estas son dos historias de madres lesbianas, quienes han tenido que criar a sus hijas bajo la lupa de una sociedad conservadora.

“La primera vez que me lo dijo fue en una ocasión que salimos a comprar al súper. Cuando nos íbamos a subir al bus le dije a Dani: Venga, y ella me respondió ‘ya voy, mami’. En ese momento me di cuenta que ya no había vuelta atrás. Desde entonces asumí mi papel como mamá”.

En San Salvador, en una mesa de una cafetería, había un café, una botella de agua a medio tomar y un jugo natural. Ahí, Rocío, de 32 años, recordó la primera vez que su hija, de ahora ocho años, le dijo “mami”. Tal vez nunca se logró percatar que durante toda la conversación que tuvimos ese día, cada vez que se refería a su hija Daniela, sus ojos le brillaban con orgullo y ternura, en su voz se escuchaba alegría y sus pómulos delataban a cada momento la enorme sonrisa que tenía debajo de la mascarilla negra de tela.

Las dos mamás de Dani

Rocío es pareja de Verenice Rogel, de 26 años. Su relación inició cuando Daniela tenía alrededor de dos años. Dani, como cariñosamente le dicen sus dos mamás, está legalmente inscrita como hija biológica de Verenice; sin embargo, Rocío asume por elección su rol materno, y es que para las chicas el haber engendrado a una bebé no le quita los deberes y los derechos a la otra.

Verenice quedó embarazada a sus 19 años luego de una “relación” heterosexual. Ella aún se encontraba cursando su tercer año de la universidad, por lo que la noticia la desestabilizó mucho, en especial sus planes a futuro ya que en ninguno resaltaba el ser mamá.

“El ser madre soltera ya te crea un estigma en la sociedad, pero después de eso, cuando conocí a Rocío y asumí que era lesbiana era como un peso más todavía, porque yo siempre pensaba que más allá de lo que la gente pudiera decir de mí, me importaba mucho y me hacía sentir muy mal cómo la gente iba a reaccionar también con ella (Dani) y cómo la iban a estigmatizar”, dice Verenice.

La chica recuerda que el gran apoyo que reciben actualmente por parte de su familia y la de Rocío no siempre fue del todo así. Implicó todo un proceso de años. Si bien, la abuelita de Verenice recibió de manera positiva la noticia de su embarazo, no fue el caso de la noticia de su lesbianidad y su elección por estar con Rocío, ya que todos pensaban que solo se trataba de una “etapa” de la chica. “Ellas (su mamá y su abuela) no tenían ningún problema con Rocío como persona, su problema fue que ella era una mujer”, dice Verenice.

De los mayores miedos que tuvo la pareja fue mandar a Dani al kinder. Las chicas recuerdan estar en su cuarto noche tras noche, pensando en cómo se iba a sentir la niña en el colegio y cómo sería juzgada por sus compañeritos y los padres de familia, pero entendieron que la solución no era cambiar el entorno de la niña y alejarla de las críticas porque sabían que era una idea utópica, así que optaron por no dejarla al margen de la realidad y compartieron con ella, con ejemplificaciones, lo que significa vivir en una familia homoparental.

Rocío recuerda que un día, junto a Verenice, sentaron a la pequeña Dani y trataron de explicar cómo funciona su relación. “Le ejemplificamos mucho con las cosas que a ella le gustan, como a veces te gustan las camisas que son más flojas que las que son socadas, los zapatos negros a los blancos; tenés opciones para elegir, lo mismo pasa con las parejas. Tu mamá y yo tenemos la libertad y vos cuando estés grande vas a tener la libertad de amar, no importa qué, si es lo que vos decidas”, recuerda Rocío.

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Una de las luchas de Verenice, desde un principio, ha sido que Rocío sea visibilizada y tomada en cuenta como mamá de Dani, y no solo etiquetada como “la pareja de Vere”. También procura recordarle a la niña que no importa lo que diga la sociedad, que ella la tuvo en su vientre durante nueve meses, pero que Rocío las eligió y las ama incondicionalmente.

Una deuda social

Para las madres uno de los reproches más grandes que le hacen a cada gobierno en turno es el poco interés que muestran las autoridades para renovar las leyes obsoletas del país. Tanto Rocío como Verenice piensan que la Ley de Adopción las deben incluir, ya que por el momento, y según el artículo 11 de dicha ley, solo aquellas parejas conformadas por hombre y mujer así nacidos tienen esta facultada; así mismo aquellas personas solteras que “posean la capacidad para adoptar”.

Si bien esto último podría ser un vacío en la ley, más adelante, en el artículo 38 apartado C, se deja en claro que solo aquellos ciudadanos que posean una buena condición moral y familiar podrán ser tomados en cuenta para el proceso de adopción.

Sin embargo, para el sociólogo Luis Aguilar el contar con unas leyes a favor de la maternidad lésbica en el país no es un condicionante para que la conducta y los estigmas de los salvadoreños cambien. “Puede ser una sociedad bastante liberal en cuanto al discurso, pero en la praxis no sabemos cómo vamos a reaccionar”, asegura Aguilar.

Según el sociólogo, Luis Aguilar, las concepciones  tradicionales dominantes y la reticencia a los grupos LGBT en el país, son parte de los obstáculos que la comunidad tiene para conseguir sus derechos a una maternidad libre.

El sociólogo también explica que para que un país pueda tener leyes a favor de las lesbianas primero el estado debe de subsanar los derechos básicos de los individuos.

– ¿Cómo se podrían superar los tabúes sociales de las madres lesbianas?

– Aguilar, responde:

– Y esto tiene que ver con la situación material de la gente, por ejemplo en Suecia, Noruega o en países que tienen resuelta sus condiciones materiales les permiten luchar por otros derechos. Si uno resuelve su comida, si resuelve su educación, su trabajo, su manera de transporte, ya puede ir pensando en otro tipo de derechos: reivindicaciones de carácter sexual reproductivo que me den un embarazo asistido, que pueda tener un hijo o no, que pueda casarme con la persona de mi preferencia, que los divorcios sean más fáciles, que pueda tener múltiples parejas sin ser juzgado. Cuando esos derechos se van cumpliendo de pronto es una especie de cascada que llega hasta este punto, no es que no sea un derecho importante, pero es que mientras haya mucha gente que tenga que trabajar 10 horas en un maquila, ve poco a sus hijos, no tiene acceso a educación, ni oportunidades para ver otros puntos de vista más allá de la moral dominante, les resulta difícil esta lucha, me responde el especialista.

Una madre soltera dentro de la lucha

“El mundo no está preparado para que una mujer lesbiana sea madre”, me dice Katya Díaz, de 43 años, quien a sus 19 tuvo a su hija Andrea, ahora de 25 años.

«Y me decían que cómo es que soy mamá si soy lesbiana», comenta Katya Díaz, (madre soltera), mientras recuerda el cuestionamiento de su misma comunidad por su maternidad.

Madre soltera y lesbiana: una combinación compleja para una sociedad en donde el concepto de homosexualidad aún es tabú.

Katya también engendró a su hija por un vínculo heterosexual que mantuvo por un corto tiempo. Cuando se enteró de su embarazo sufrió una confusión interna. “Fue un conflicto mental también, porque yo como lesbiana ¿qué voy a hacer con una criatura? ¿Cómo la voy a criar? Aparte de decirle a mi familia, ese era otro conflicto”, recuerda.

La familia de Katya la apoyó en todo momento. Recibió la ayuda de su mamá quien las resguardó en su casa durante los primeros diez años de Andrea.

Durante la conversación que tuve con ella, Katya recuerda a su madre como una mujer muy fuerte y decidida. Tal vez y solo tal vez esa sea una de las razones por las que Andrea posea un carácter firme, ya que fue criada por dos mujeres determinantes. Ahora ella es estudiante de la carrera de Relaciones Internacionales, y para Katya siempre será una de las mejores.

Andrea se dio cuenta sobre la orientación sexual de su madre cuando tenía 10 años. Fue muy difícil para Katya introducir a su hija en el tema, sin embargo lo tuvo que hacer después de que la entonces niña viera a su mamá en la sala de su casa darle un beso a su pareja.

Katya recuerda con gracia que lo primero que le preguntó Andrea fue «¿si tú eres así, yo soy así, mami?”, a lo que ella le contestó “no, hija, si a tí te gustaba un compañerito en el colegio”.

Al igual que Rocío y Verenice, uno de los grandes miedos de Katya es que su hija sea estigmatizada y señalada por la sociedad, ya que está heredando el tabú de que por ser una hija de mujer lesbiana a ella también le gustan las mujeres y que es criada por un “macho”.

Katya coincide que en un país tan convulsionado como el nuestro la búsqueda de los derechos humanos es primordial, así como la inclusión de las lesbianas y la comunidad LGBT en general. “Si para nuestros deberes vamos a ser seres humanos, pero no lo vamos a ser para nuestros derechos, entonces no tiene sentido”, me dijo.