— Usted ha hecho llamado al voto por su partido. El Código Electoral prohíbe prevalerse del cargo para hacer política partidista y usted, como Saca y Funes, como lo hicieron los mismos de siempre, ha pedido el voto. ¿Por qué sigue infringiendo reglas electorales, presidente? —preguntó Jessica Ávalos, periodista de Revista Factum.
— ¿Por qué sigue saliendo el fiscal (general) a dar declaraciones? ¿Acaso no tiene intereses también? Hasta que cierren las urnas me he cuidado de no decir voten por tal partido, he dicho que salgamos a votar por el futuro. Entonces preguntan ¿Por qué no se encierra en su cuarto y no sale? ¡Encerrémonos todos, pues! — respondió, sacado del guion memorizado de respuestas que suele andar, titubeando por momentos, moviendo las manos desesperado en el aire con nerviosismo y exasperación, completamente inconsciente de su papel, el presidente Nayib Bukele.
Unos minutos antes el presidente Bukele había dicho en esa misma conferencia de prensa, celebrada en el Hotel Sheraton, en San Salvador, que era momento de que todos los salvadoreños salieran a votar para sacar a los diputados de siempre, es decir, de ARENA y FMLN “no podemos perder la oportunidad que no vamos a volver a tener”, que los candidatos de Nuevas Ideas harían una Asamblea Legislativa “que trabaje de la mano con el gobierno” y que serían ellos quienes votarían por mejoras en salud, educación, alimentación, la fase tres del Plan Control Territorial, que era el momento de pasar la página de la posguerra “falta más para conseguir el triunfo avasallador que el pueblo necesita”.
Todos los eslóganes que pronunció en esa conferencia de prensa —su discurso es siempre un compendio de eslóganes publicitarios— los resumió con algo que llamó Operación Remate.
En pleno silencio electoral, entonces, pidió el voto para la Operación Remate.
En su lógica la Operación Remate es la fase final de la Operación 2021 que lideran los partidos Nuevas Ideas y GANA.
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Pasadas las seis de la mañana. La caja de velocidades del picap tronaba a punto de destartalarse. El café humeaba. En la radio sonaban canciones ochenteras en inglés de esas que provocan añoranzas pueriles en los cincuentones. De pronto una voz familiar que interrumpió la música: el presidente Bukele.
— Hoy tenemos la oportunidad de elegir diputados que trabajen junto al Gobierno por el mismo objetivo: construir un nuevo El Salvador y, por primera, vez empujemos el sueño hacia el mismo horizonte. Aprovechemos esta oportunidad histórica.
En el año 2014 el entonces presidente Mauricio Funes transmitió un spot televisivo, el día de las elecciones, exhortando a votar por Salvador Sánchez Cerén. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) ordenó sacarlo del aire casi de inmediato. Lo mismo hizo con un spot de Alba Petróleos.
En el transcurso del día la cuña radial del presidente, con las frases que repetirá en una conferencia de prensa, seguirá sonando durante todo el día.
Para el presidente no existió el silencio electoral. Él estuvo encima de todo y todos, incluso del Estado.
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Una pareja de ancianos entumecidos esperaban en la entrada del centro escolar John F. Kennedy, en la colonia Santa Lucía, Ilopango. Carmen de Martínez, la hija de ambos, se quejaba que la habían obligado a levantarse a las cuatro de la madrugada porque querían ir a votar rápido, ser los primeros, como siempre lo fueron desde que tienen memoria.
— ¿Recuerda la primera vez que votó?
Rosalío Valladares Menéndez, de 99 años de edad, dijo que no recordaba, que ¡uh! fue hace tantos años, entonces recurrió a los lugares comunes, a las posiciones cómodas, a las identidades comunes como espacios seguros para evitar los tropiezos, para obviar los detalles que sirven para comprender.
— Por mi general Martínez.
Aunque pareciera cajonera podía ser cierto. En 1940 Rosalío Valladares cumplió 18 años de edad. Hernández Martínez fue expulsado de la presidencia de la República cuatro años después.
Paula de Valladares, esposa de Rosalío, enferma de cáncer, solo sabía que había llegado a votar por Nayib Bukele.
— Tenemos un presidente bueno, lo miramos, está con el pueblo.
Paula no llegó a votar por Ernesto Castro, Carlos Hermann Bruch, Elisa Marcela Rosales, Dennis Fernando Salinas, Suecy Beverly Callejas, Ana Magdalena Figueroa, Christian Reynaldo Guevara, Katheryn Alexia Rivas, José Asunción Urbina.
— Esos partidos no quieren al pueblo, nosotros amamos al presidente.
Paula no sabía quiénes son Willie Stanley Ventura, Rodrigo Javier Ayala, Francisco Josué García, Alexander Bernardino Zamora, Iris Ivonne Hernández, Aronette Rebeca Mencía, Óscar Vladimir López, ni Inés Guadalupe Martínez.
La pareja de ancianos llegó a votar por el presidente.
Pero cuando llegaron a la urna Nayib Bukele no estaba ahí.
El Centro Escolar Kennedy abrió tarde; una hora de retraso más o menos. José Antonio García, estudiante de quinto año de ciencias jurídicas de la Universidad Tecnológica de El Salvador (UTEC) y miembro de la Junta Electoral Municipal (JEM) explicó que el Tribunal mandó papeletas con errores y que después un apresurado vigilante de los partidos repartió los paquetes con esos errores. Entonces tocó revisar cada caja. Una por una.
García recordó que unos días antes viajó a Cojutepeque y en el transporte colectivo vio a varios estudiantes de institutos públicos luciendo en sus mochilas transparentes las computadoras que el gobierno de Bukele les entregó.
¿Quién había hecho eso por los estudiantes? Nadie. Tampoco nadie había entregado paquetes con comida a los más pobres y a la clase media.
— La gente ve eso y se acuerda que ni ARENA ni el FMLN hicieron nada de eso —comentó.
García dijo creer que Bukele está de moda. Y la moda la siguen tanto los convencidos como los que se sienten presionados a seguirla. Circo, pan y vino, describió él.
El presidente se ha transformado a sí mismo en un ícono de consumo, en una estampita. Como la fotografía del Che Guevara de Alberto Korda. O como Ronald McDonald’s. O como el Hombre Marlboro. O como Mickey Mouse.
No es que Nayib Bukele exprese la identidad salvadoreña, es que la identidad salvadoreña se construye a partir de su reconocimiento como país cansado de los mismos de siempre, de los corruptos, de los mil veces malditos y que Dios los perdone, de su hartazgo de Arena-Frente, de los dipuratas.
Roberto Solano esperaba para poder entrar a votar al Instituto Santa Lucía, en Ilopango. Señaló la larga fila lleno de curiosidad y dijo que era mucha gente, la gente cansada de los mismos de siempre como, ejemplificó, Antonio Almendáriz, del Partido de Concertación Nacional (PCN). También aseguró que Bukele había implementado la gratuidad en la Universidad de El Salvador (UES), entregado implementos al Cuerpo de Bomberos y aumentado las pensiones.
La gratuidad en la UES y los implementos para el Cuerpo de Bomberos inició en los gobiernos de Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén.
Fue la Asamblea Legislativa la que aumentó, de 207 a 304 dólares, la pensión mínima.
Por una extraña razón Roberto (y otras personas más) creen que el presidente ha hecho lo que otros nunca hicieron.
Nayib Bukele tiene la perversa habilidad de apropiarse de los éxitos de los mismos de siempre.
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En los alrededores del centro escolar Concha Viuda de Escalón, en San Salvador, no cabía una camioneta más. A votar ahí llegaron, por ejemplo, los diputados Margarita Escobar, Norman Quijano o Ernesto Muyshondt, alcalde de San Salvador.
Muyshondt, por ejemplo, llegó con batucada y acompañado de su esposa.
Quijano llegó con su esposa pero sin barra brava.
En las elecciones de 2012 y en las presidenciales de 2014 Quijano fue uno de los rostros más populares.
Sánchez Cerén, por ejemplo, lo venció por apenas 6 mil 634 votos.
Ahora Quijano está en el camino de la jubilación política con su candidatura a diputado por el Parlamento Centroamericano (PARLACEN).
Después de años de gloria está saliendo en puntillas y por la puerta de atrás.
— La campaña ha sido totalmente dispareja. Es la primera campaña en la que he estado y el partido no ha tenido ni un tan solo centavo.
Quijano envejeció en el poder. Fue diputado y alcalde de San Salvador y después diputado otra vez.
Hace unos años San Salvador (y otras partes del país) estaba atiborrado con su rostro y su nombre. En esta campaña no hubo un solo banner ni pendón ni valla publicitaria con su rostro y su nombre.
— Me he tenido que bolsear y dos o cuatro amigos que tuvieron la gentileza de ayudarme.
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¿Esto es un plebiscito para evaluar al Gobierno de Nayib Bukele o una estafa publicitaria?
Sara Ramírez, vigilante de junta receptora de votos en el centro escolar José Dolores Larreynaga, en Quezaltepeque, La Libertad, contó que ancianos y adultos de edad mediana tomaban las papeletas de los candidatos a alcalde y diputados para buscar el rostro de Nayib Bukele para marcarlo.
Al no encontrarlo se acercaban a ella y le preguntaban: ¿Nayib dónde está?
¿Nayib dónde está?