“El que más quería ella me la mató”, dice Rafael Arévalo, el esposo de María Hilda Posada de Arévalo, de 68 años de edad que fue asesinada por el nieto de ambos la noche del pasado jueves en el municipio de Sonzacate, Sonsonate.
Él mira para el suelo con serenidad a pesar de lo que le ocurrió horas atrás, mientras hace pequeñas pausas en su relato. Comenta que como matrimonio criaron a dos nietos, pero que su esposa amaba más al que la mató, era a quien trataba como niño a pesar de tener más de 25 años de edad: “Si hubiera sabido que me iba a matar a mi viejita no hubiera ido a la iglesia”, expresa el ahora viudo al acceder a dar detalles del crimen.
El nieto asesino
Elder Ariel Arévalo Posada nació en Guatemala, pero siendo todavía un niño adquirió también la nacionalidad salvadoreña y llegó a vivir a la casa de Rafael y María Hilda, sus abuelos maternos. Su madre emigró a Estados Unidos, creciendo solamente con los padres de ella.
“En su infancia y adolescencia, Elder iba a la iglesia evangélica con nosotros” afirma Rafael. Todo normal, no presentó desordenes de conducta. Sin embargo, esto cambió nueve años atrás cuando empezó a consumir drogas y según algunos familiares, presuntamente era marihuana el tipo de narcótico que conseguía.
Estas mismas personas dicen que el ahora detenido no tiene problemas mentales, pero que sí se pone violento y a veces no puede dormir.
El crimen
La Lotificación San Antonio, el lugar donde sucedió la tragedia, está a casi dos kilómetros del parque central de Sonzacate. Se tiene que pasar por la calle antigua a Santa Ana, un camino polvoso en el que hay presencia de miembros de la Mara Salvatrucha.
Rafael dice que Elder no era miembro de pandilla ni se juntaba con pandilleros, aun cuando era violento, él insiste en que no se dedicaba a cometer ilícitos.
La casa de la familia Arévalo Posada se ubica cerca de la cancha y pista de 4×4 de la lotificación. A 400 metros de ahí se encuentra la iglesia profética evangélica “El Verbo de Dios”, ahí asistía el matrimonio los domingos y algunos otros días de semana.
A las 3:00 p.m. del jueves, Elder tocó la puerta de su casa, luego de haber visitado la colonia donde antes había residido junto a sus abuelos. Nadie le abrió la puerta inmediatamente, así que se fue, pero cuando había avanzado un poco más de 50 metros, su abuelo le silbó y le hizo señales para que entrara; él obedeció la orden y miró a su mayor con mucho odio.
“En ese pedazo se sentó. Se me quedaba viendo con una mirada diabólica”, recuerda Rafael al señalar la grada en la que descansó el hombre que él crió.
María Hilda le sirvió almuerzo a su hijo de crianza; así lo atendía siempre ya que se preocupaba por él. Elder daba vueltas en horas de la noche en el patio de la casa y antes del crimen ya llevaba dos días sin dormir.
Rafael decidió ir a la iglesia desde la tarde del jueves,Su esposa le manifestó sentirse mal. Él se fue solo al templo y luego del servicio religioso retornó a su vivienda.
Minutos antes, Elder empezó a discutir con su abuela. Aún no se sabe el motivo, pero los familiares no descartan que la razón fueran los consejos que la señora le daba y que causaban desagrado en su nieto.
Rafael tenía escondidos corvos que él usaba, pero Elder encontró uno de ellos e hirió a su abuela en el patio frontal de la casa. La sexagenaria gritó y los vecinos llamaron al teléfono de emergencias de la Policía Nacional Civil (PNC).
Media cuadra por recorrer la faltaba a Rafael para meter la llave que abriría la puerta del portón negro de su vivienda cuando sus vecinos le expresaron: “Señor, no vaya a su casa porque lo va a matar el hombre ese, ahí acaba de matar a su esposa”
Asustado y helado, Rafael dio la vuelta y corrió a su iglesia para pedirle ayuda a su pastor. Ambos salieron de la iglesia y al llegar a la casa encontraron a Elder arrastrando el cadáver de su abuela en plena calle para colocarlo frente a la casa, cerca de unas bolsas de basura.
Tanto Rafael como el religioso empezaron a lanzarle piedras al asesino para neutralizarlo, pero a este no le bastó lo que había hecho, sino que una vez el cuerpo estaba exhibido a la vista de los vecinos le clavó en la columna el corvo con gran odio y locura.
Agentes de la delegación policial de Sonzacate arribaron en ese momento y Elder comenzó a correr. Segundos después paró y permitió que lo capturaran. Ahora guarda prisión en las bartolinas de la ciudad de Sonsonate, donde espera ser procesado por la justicia.
Un leve suspiro se escucha antes que Rafael diga que si hubiera sabido que su nieto actuaría así, él no hubiera ido a la iglesia para defender a su esposa. Aunque cree que también estaría muerto de haberse quedado en casa.
En la Lotificación San Antonio, pocos hablan del tema. Los que lo hacen se limitan a decir que Elder estaba endemoniado o que el diablo lo influía a él: “Ojalá que no salga de la cárcel”, dice una mujer que carga un canasto de pan dulce en su cabeza. Rafael solo expresa que no quiere hablar más del tema, que ya es hora de prepararse para el funeral.