El Salvador
lunes 25 de noviembre de 2024

Relato de una joven que sufrió ciberacoso por fotografiarse desnuda

por Redacción


En una página  de Facebook se subió una imagen con el mensaje: “Doy 10 minutos y quito esta foto”. Era la fotografía donde una estudiante aparecía desnuda.

Francela se tomó una selfie con el torso desnudo y la envió por Facebook a su novio en el año 2013. Cuatro años más tarde, miles de personas vieron esa imagen y la compartieron en redes sociales. La vergüenza que sintió era inmensa.

El 17 de septiembre de 2017 es una fecha que Francela, de 19 años de edad, no olvidará fácilmente. Alrededor de las 11 de la mañana de ese día recibió un mensaje en su cuenta de Facebook, el remitente era Janeth, una mujer a quien no conocía físicamente pero de la cual había recibido acoso en los últimos seis meses.

«¿Qué es esto Francela? Me decepcionas», escribió Janeth seguido de una fotografía en la que Francela aparecía sonriendo acostada con el torso y los glúteos al descubierto. La imagen era un selfie hecho hace cuatro años que se lo mandó al que en aquel momento era su novio y al que quería «enamorar más».

Cinco minutos después, su madre, quien estaba fuera de casa, obtuvo la foto en su teléfono y le escribió por Whatsapp para preguntarle cómo es que había llegado hasta sus manos.

Francela sintió angustia y vergüenza, no por el castigo que su madre le impondría, sino por temor que en redes sociales la vieran sin nada de ropa. Esto era el último de los tres ciber acosos que Francela recibió de parte de Janeth en menos de seis meses.

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Con ansias, Francela esperaba el 15 de septiembre. Siempre había querido desfilar por las calles de Usulután como cachiporrista, por lo que en 2017 decidió enlistarse en el instituto donde cursaba tercer año de bachillerato opción enfermería.

Francela tuvo en abril del 2017 la primera presentación como cachiporrista en un pequeño evento realizado en un municipio de Usulután.  A los pocos minutos de haber terminado la participación artística, recibió en Facebook una solicitud de amistad de Janeth, descrita por la joven como una mujer bisexual que es bailarina erótica en bares de San Salvador. La aceptó sin pensarlo mucho. Esto le trajo el primer bullying o acoso cibernético.

Janeth empezó a darle «me gusta» y «me encanta» a todas las fotos que Francela subía y a escribir comentarios como «qué bonito», «mamasita».

En la primera conversación que las mujeres entablaron, Janeth le dijo a la estudiante que quería ser su amiga, ofrecimiento que no fue rechazado. Días después, le expresó que ella le podía dar dinero, celulares, hacerla sentir bien, que la podía «alivianar». Pero Francela no aceptó las propuestas y la eliminó de Facebook.

Janeth siguió escribiéndole a Francela y le pidió con insistencia que no saliera de cachiporrista el Día de la Independencia; la estudiante ignoró todo los mensajes de Janeth.

En una tarde en la que el grupo de cachiporristas ensayaba, Francela les preguntó a sus compañeras si conocían a Janeth, ya que ellas también eran amigas de la mujer en Facebook.

«Ese fue un ‘boom’ para todas porque me dijeron que no, pero que la tenían agregada en dicha red social. Mis amigas me dijeron que Janeth les decía ‘mamasita, ¿cómo estás?’, ‘mami bella’, ‘bien rica estás’, ‘hola nena’. En ese momento nos dimos cuenta que a todas nos acosaba», dice Francela.

De acuerdo con la ahora excachiporrista, Janeth averiguó el nombre del perfil de Facebook de cada una de las 17 animadoras en una página de Facebook que  las etiquetó en fotografías donde ellas aparecían y en las que los comentarios que se hacían eran: «Esta es la chica capitana de X colegio», «Conozcan a esta guapa señorita que este año saldrá como cachiporrista en el Instituto X su nombre es…..». Eso fue suficiente para que la acosadora les enviara una solicitud de amistad a sus víctimas.

La madre de la Francela no sabía del acoso sufrido por su hija, quien no consideró relevante contárselo por pensar que el hostigamiento no pasaría a más. «Me imaginé que Janeth no conocía Usulután, que nunca iba a venir, que no podía pasar nada malo», se decía Francela a sí misma.

Jóvenes sienten presión por enviar fotos

La psicóloga Dina Semsch dice que el fenómeno del sexting (mensajes de tipo sexual a través de dispositivos móviles) es visto desde la psicología social es muy complejo. Considera que muchas niñas lo hacen para pertenecer a un determinado grupo o categoría de adolescentes. Así como antes el requisito para pertenecer a un grupo era usar una marca específica de zapatos, ahora es enviar fotos al novio o pretendiente para estar dentro del círculo de las chicas que sí lo hacen.

Según la profesional, muchos adolescentes no informan a sus padres antes de que las fotos circulen por internet, sino que esperan a que las fotos ronden en grupos secretos o se publiquen en páginas de redes sociales.

Semsch afirma que no solo las mujeres envían fotos de desnudos sino que también los hombres. La diferencia radica en que la mayoría de las veces que las mujeres se toman una foto muestran la cara (por lo general es una foto de cuerpo entero); mientras que los hombres solo mandan fotos de sus genitales y no muestran otra parte del cuerpo.

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Janeth había agregado como amiga en Facebook a la progenitora de Francela y fue así como le envió la fotografía.

El reloj marcó las 11:10 de la mañana y en una página llamada Memes Cachis se subió una imagen con este mensaje: “Doy 10 minutos y quito esta foto”.

La imagen era donde Francela aparecía desnuda. El administrador de la página no mintió, pasado el tiempo establecido borró la fotografía, pero fue lo suficiente para ser descargada por muchas personas.

Otras páginas y decenas de personas la empezaron a compartir. Cuando fue borrada, ya había sido vista por miles de hombres y mujeres.

«¿Cómo conseguiste esa foto?», preguntó Francela a Janeth. Esta contestó: «No te voy a decir quién me la pasó».

Una hipótesis de Francela es que su novio al recibir la fotografía se la pasó a otros amigos de él que eran integrantes de bandas de otros centros educativos. Estos chicos al recibirla en sus celulares se las pasaron a otras chicas que terminaron enviándola a Janeth

«Si se las mandas a tu novio es para que la tengas vos y la admires vos. Es de poco hombre enviársela otro para que se la enseña a otro y así sucesivamente, que fue lo que nos pasó a muchas que quizá les teníamos confianza a nuestros novios que nos traicionaron», expresa Francela.

Sin embargo, para la psicóloga Dina Semsch, en el tema del ciber acoso la persona que envió la foto no es una víctima, porque desde que se la tomó y la envió tenía el control de ella y decidió poner su integridad moral en manos de otra persona. Según su criterio profesional, la culpa del chantaje del ciber bullying no recae solo en el hombre, sino también en la mujer: la mujer por haberse colocado en una situación vulnerable y el hombre por difundir el contenido.

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El segundo acoso cibernético que sufrió Francela fue el mismo 15 de septiembre cuando Francela cumplió su sueño de salir bailando por las calles usulutecas. Esta vez fue de manera colectiva.

A través de redes sociales se burlaron de ella y sus compañeras cachiporristas debido a que consideraron ridículo el vestido rojo con verde que usaron ese día.

Francela explica que la razón del acoso que vivió ella y las otras cachiporras se debe a que exintegrantes de la banda y exestudiantes del instituto estaban molestos porque el nuevo director académico quería hacer ciertos cambios de estilo en la banda, por lo que trataron de aprovechar las fotos que ellos tenía de las cachiporristas para vengarse de su ex centro educativo al darle mala reputación.

La primera mujer a la que le publicaron fotos fue Francela. Al siguiente día en el que fue expuesta, la misma página de Facebook subió fotografías de otras adolescentes desnudas, una de ellas era compañera de Francela en el grupo de cachiporrista.  Las fotos eran más explicitas

Entre el 17 de septiembre y los últimos días de octubre, 14 cachiporristas de diversas escuelas fueron expuestas en Facebook a través de imágenes en las que aparecían con nada de ropa. Sin embargo, Francela cree que su fotografía es la que más impactó en Usulután por ser la primera.

La psicóloga es de la opinión que el tema de compartir fotos de desnudos no es nada nuevo. Cree que en estos tiempos los celulares  y redes sociales hacen que el fenómeno sea más visible porque las consecuencias son más grandes.

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Francela le escribió a su exnovio para reclamarle por la filtración de su «belfie» (selfie en el que la parte trasera del cuerpo sobresale), pero el joven le respondió que nunca la había compartido con nadie, mucho menos a una página de Facebook, aunque, según la chica, él era el único que la tenía.

Su madre llegó a la casa en horas del mediodía para pedirle explicaciones a Francela, quien tuvo que contarle porqué se tomó la foto y cómo pudo haberse filtrado. Ella le quitó el teléfono celular durante varios días.

El 18 de septiembre del 2017, el director de la institución donde ella estudiaba mandó a reunir a todas las cachiporristas y a sus madres para hablar sobre la situación que Francela estaba sufriendo. En la reunión se trató si las chicas que aparecían desnudas en las fotos seguirían participando en  presentaciones del instituto o serían destituidas.

Ese día la joven entró a la institución un poco avergonzada. Sin embargo, intentó desechar pensamientos negativos. Al llegar a la reunión desertó del grupo de cachiporristas por criterio propio porque consideró que sus compañeras tenían doble moral: por un lado la apoyaban, pero a sus espaldas la criticaban.

Francela sintió la discriminación por parte de algunos profesores del sexo masculino que la miraban con desprecio y vergüenza. No obstante, hubo otros docentes que la apoyaron, al igual que el director.

La otra chica, compañera del grupo de cachiporristas que fue avergonzada en Facebook dejó de asistir al instituto, sus notas bajas la obligarían a repetir el año escolar en el 2018, aunque sí se presentó en otros eventos donde la banda musical del instituto participó.

«Te apoyamos. Ya no volvas a hacer eso», eran las palabras que vecinos y amigos dieron a Francela para apoyarla. Unos se ofrecieron a acompañarla para ir a denunciar a su exnovio ante la Fiscalía General de la República.

La entonces estudiante de bachillerato tomó la decisión de no denunciar a su exnovio porque no le prestó mucha importancia; además cree que quizá él no quiso que eso pasara.

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Francela comenta que la situación que ella atravesó no era algo que desconocía, pues en su ciudad es normal que chicas sean expuestas a través de redes sociales. Sí le sorprendió que fuera ella la que resultó afectada.

Uno de los consejos que la psicóloga Semsch da a las personas que sufren de ciber acoso es que lo hablen con un amigo, profesional o con sus padres, a quienes les recuerda que deben estar pendientes de los cambios de los adolescentes. Por ejemplo, si hay aislamiento social (que no quieran salir de la casa), depresión, que regresen llorando a la casa cuando vienen del colegio y ansiedad. Antes los primeros indicios, ellos deben obligar a los menores a que delante de ellos abran las cuentas de redes sociales para revisar conversaciones privadas.

En la actualidad Francela estudia primer año de economía en una universidad. Sale con un chico que sabe de su pasado y al que poco o nada le interesa lo sucedido. Ha tratado de olvidar lo que pasó, no ha sido fácil, pero intenta hacerlo.

*Los nombres de los protagonistas de esta historia y el lugar de residencia fueron cambiados por protección.