“Ante Dios lo digo: no creo que halle vivo a mi hijo, ya pasó mucho tiempo”. Pese a este desgarrador pesimismo, César continúa su lucha incansable de buscar a su hijo. Salió el miércoles pasado en su bicicleta mientras no había nadie en la casa. Desde ese día no volvió a llegar.
César Sánchez y su esposa Mirna han llegado al Instituto de Medicina Legal (IML) a reconocer dos cuerpos de jóvenes no identificados que entraron la noche anterior para saber si alguno de ellos es su hijo Óscar.
Las esperanzas de Mirna no han desaparecido en comparación a su esposo, quien no cree que puedan encontrar con vida a su hijo. Sus rostros se ven cansados, con lágrimas en los ojos que intentan no dejar salir. Han hecho el recorrido más angustioso de sus vidas, el de buscar a su primogénito entre hospitales, delegaciones policiales y muertos.
Cada uno sostiene en sus manos una pequeña toalla blanca que les sirve para secarse el sudor de la frente. Han estado llegando por cuatro días seguidos a Medicina Legal en busca de su hijo. No han tenido respuesta. No saben si están alegres por no encontrarlo muerto, o tristes por no saber nada de él.
Después de un rato, el personal de seguridad autorizó entrar a César para el reconocimiento de cadáveres. Mirna se queda en la sala de espera, sentada y con las manos en constante movimiento denotando nerviosismo. El tiempo se volvió eterno en la espera de no escuchar que uno de ellos era su hijo.
Y así fue. Ninguno de los jóvenes era Óscar. La búsqueda iba a continuar.
El día que no volvió
Eran las siete de la noche del miércoles 11 de noviembre. César y Mirna entraron a su casa después de un día de trabajo pesado. Ansiaban sentarse a la mesa a platicar y compartir la experiencia del día como era costumbre. Notaron que su hijo Óscar no estaba, caminaron hacia el patio y la bicicleta tampoco estaba. Anda donde un amigo aquí cerca, pensaron. Pero nunca regresó.
Óscar no dejó rastro en la casa, ni con sus amigos, ni en redes sociales. Nada. Sus vecinos lo vieron salir a eso de las 12 del medio día con un jeans azul y camiseta blanca con negro rayada. Su prima fue la última en hablar con él minutos antes de irse pero no le dijo a dónde se dirigía. Nada le pareció fuera de lo normal. Lo vio montarse en su pequeña bicicleta roja de siempre y alejarse. No supo nada más.
Llegó jueves y Óscar no había llegado a dormir. La cama estaba hecha. Su padre pensó que tal vez se había quedado con uno de sus amigos sin avisarle, ya que no era primera vez que no le informaba dónde estaba. La incertidumbre todavía no había llegado a la casa de los Sánchez. Ambos se fueron a trabajar como todos los días, y al regresar, todo seguía igual.
Llegada la noche del mismo día, sin comunicación alguna de parte de su hijo, César decidió investigar. Ni siquiera cenó, solo se sentó en su sillón, agarró el celular y se metió en las redes sociales. Era lo que había hecho en otras ocasiones cuando su hijo desaparecía, pero siempre encontraba alguna señal de que estaba bien. Nunca sabía exactamente con quién, ni en qué lugar andaba metido, pero era suficiente saber que estaba vivo.
Ese día no encontró nada que le confirmara que se encontrara bien. No había publicaciones recientes en su perfil, le escribía y no obtenía respuesta y su última conexión era hace un día. Ninguna de estas era buena señal. La situación empezó a ser preocupante. Llamó a su esposa y solo le dijo que algo andaba mal. Esa noche no durmieron en paz.
No esperaron más tiempo y el viernes por la mañana interpusieron la denuncia. Óscar de 22 años, piel trigueña, cabello castaño claro, de 1.75 metros de altura y habitante de la colonia San Antonio, casa número 4, de San Marcos, estaba siendo reportado como desaparecido.
Posibles amenazas
“Ese bicho es más famoso que Funes, si supiera cuántos amigos tiene en Facebook, y buenas, muy buenas amistades”, es lo que dice César cuando piensa en quién de sus amigos pudiera tener alguna referencia de él. Pero todos se han mostrado preocupados por la desaparición, lo que para él significa, que nadie sabe del paradero de su hijo.
Vuelve a quedarse pensativo, su cara muestra duda y sabe que no todo está bien en torno a la desaparición de su hijo.
Estos días se ha dedicado a investigar por su cuenta. Les ha preguntado a vecinos y amigos cercanos si tienen alguna información que le ayude a armar el rompecabezas en su mente.
“Ayer nos dimos cuenta de una información que quizás tuvo problemas con los bichos, eso es lo que me tiene preocupado. Cuando son cuestiones de amenazas es bien delicado porque no se puede andar divulgando”.
Lo cierto de todo esto es que César y Mirna no saben exactamente qué fue lo que pasó. Y temen nunca llegar a saberlo. Su hijo tan sociable y servicial no pudo haber acabado de una mala forma, este pensamiento es el que intentan llevar en su mente mientras pasan las horas y días sin saber nada de él.
Este martes iba a ser un día especial para Óscar. Ya estaba matriculado y listo para comenzar su curso de gastronomía en uno de los institutos de educación superior en Santa Tecla. La búsqueda seguirá y ambos padres tendrán que esperar para obtener una respuesta de las autoridades competentes.
Según datos de la Policía Nacional Civil (PNC), desde el 2010 hasta febrero de 2015 se reportaron 7,667 personas desaparecidas.
Y de enero a julio de 2015, la PNC recibió un total de 886 denuncias de familiares reportando personas desaparecidas.