El Salvador
jueves 21 de noviembre de 2024

«La muerte…el fardo de la liberación»

por Redacción


Dos relatos clásicos de Salarrué —"El milagro de Hiaradina" y "Los hermanos siameses"— diseñan la vida como el conflicto a muerte entre las dos partes equivalentes de una misma entidad.

Abstract: According to poetics, rational and democratic utopias are accomplished by the murder of a twin partner.  Its spiritual strength is recycled thanks to censorship and violent elimination.  This primordial crime founds social and scientific renewal.  Fiction retrieves the denied traces of rational thinking in the rotten seed of hostility and exclusion.  Only a naïf approach rejects cruel actions disguised by exotic garments, acquitting of murder a well dressed criminal.

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Dos relatos clásicos de Salarrué —»El milagro de Hiaradina» y «Los hermanos siameses»— diseñan la vida como el conflicto a muerte entre las dos partes equivalentes de una misma entidad.  Pese a su carácter complementario, la sección prominente elimina a su gemela mediocre, físicamente, para apoderarse del valor psíquico y moral, antes de lograr su cometido utópico.  El extermino del contrincante —el reciclaje inverso de su legado intelectual— anula toda posibilidad de argumentación.  En vez de un compromiso entre las partes, los relatos proponen un intercambio violento por la extinción.  De manera más leve, se corresponde a la simple exclusión, sea migratoria o bloqueo editorial.  No importa la diferencia de estilo —fantasía teosófica o discusión literaria en el Pen Club— en ambas narrativas la muerte fraterna completa el ideario político de su contraparte.  La ficción y el realismo se anudan al asegurar la primacía masculina como definitiva para ese cometido utópico.  A la vez, culpan a la madre de aborrecer «una cosa perfecta» —en la fantasía— y de «mostrar…rencor…por el hijo sano» en el debate intelectual.

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El primer relato narra la historia del joven rey Sedar, quien observa la belleza suprema de Adina, pero advierte su torpeza (véase ilustración que hace de la sexualidad una fantasía varonil: «est(ar) contigo a solas»).  Sólo su hermana gemela, Hiaar puede responderle, ya que posee el don de la palabra sensata y «el sentido de la razón».  Entre ambas siamesas se establece una doble oposición física y psíquica.  La fealdad inteligente de Hiaar la completa la hermosura estúpida de Adina.  Para resolver esa contradicción, el rey le ordena a su súbdito armado, Yango, matar a Hiaar.  Así su alma o energía mental transmigra al bello cuerpo de su hermana idiota, con quien el rey desea casarse.

Desde la perspectiva mito-poética, a diario, esta fantasía se llama alimentación por la cual el ser humano absorbe la energía química de la comida para renovarse.  El alma de un ser extraño aderezado —vegetal o animal— ingresa por la boca hasta revitalizar mi organismo (ídem al besar, -ten-kwa, abertura-comer).  En el relato, gozosa, la mujer asiente entregar su cuerpo horrendo, con el fin de integrar su alma lúcida al hermoso perfil de du hermana.  De esta manera, colma el deseo del rey —»aromad y engalanad vuestro lecho de rey con este bello cuerpo»— quien tanto la ansía y logra reconciliar las dos partes hendidas de su ser.  Aun si parcialmente la escisión original se perpetúe, la muerte de su hermana alcanza el doble objetivo de reunir la materia bella con la lucidez espiritual y de ofrendarle la mujer íntegra al rey.  Para alcanzar la unión, sólo el crimen primordial —un despojo mutilado de lo mismo— resuelve la anomalía original mientras, «anegado en sangre», «el cuerpo oscuro y deforme» de la víctima queda sin sepultura, al arbitrio de la rapiña.  ¿Acaso no sucede un acto semejante con algún poeta, acribillado por los suyos?

El segundo relato narra la discusión entre varios académicos de prestigio en el Pen Club.  De nuevo, el varón descifra el designio materno que le impone un proyecto de vida a sus siameses en oposición semejante a la anterior.  Marcos es corporalmente fuerte, pero débil de espíritu; su fortaleza física la redondea la corrupción anímica.  En cambio, Manas revierte la fórmula, ya que su flaqueza corporal la subsana la entereza espiritual.  Luego de varias embestidas violentas, Manas se suicida y —en calco de la fusión de Hiaar y Adina— Marcos absorbe la entereza ética de su hermano enclenque, sin advertir el cuerpo «sangrante» tras de sí.  Al cabo, por un proceso de nutrición espiritual, el cuerpo vivo de Marcos conjuga los opuestos, al reunir el valor físico y moral en su propia persona.  Ambos relatos confirman la permanencia de la materia hacia la cual se traslada el espíritu de la víctima .

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«El hábito no hace al monje» —ni «la seda a la mona».  Por tanto, el asesinato primordial anuda la fantasía a la discusión académica.  Sólo la ingenuidad crítica piensa que basta disfrazarse para anular el crimen, así como le resulta fácil identificar la censura editorial a la democracia.  Hay que exterminar —excluir de la escena nacional y racional— a quien se juzgue nocivo para la democracia política y para la razón ilustrada.  Sea cual fuere el ámbito, su logro no lo alcanza sin extirpar a un familiar —antes parte constitutiva de sí—en fratricidio, sororicidio o en simple exclusión del diálogo.

Se llame renovación democrática sin debate, descolonización sin lengua indígena colonizada, bicentenario sin oponente visible, debate sin derecho de respuesta etc., siempre hay que interrogar «la muerte» que nutre las raíces de «la liberación».  Si por el ropaje del idioma las ciencias sociales la tildan de fantasía, la poética describe el crimen en «fardo» oculto y original de la verdad.  Esa verdad esconde el grano podrido del cual retoña el esplendor de su flor.  «De la podredumbre brota el germen de la vida», corea en trío quien ejecuta la violencia fundadora del pacifismo y ejerce la sinrazón nocturna en nombre de la utopía científica.

Por mi parte, solitario, vivo al lado de un río donde cumplo los tres crímenes cotidianos —confieso— los cuales sustentan mi enredo de alga en la superficie de la tierra.  Por desgracia, no puedo hundir «la espada» de Yago ni «el cuchillo» de Manas «en el corazón» de mi sombra, para encumbrar mi figura sangrante hacia las altas esferas políticas o académicas.

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