El Salvador constantemente está en elecciones. Durante los últimos cien años, en este tema, ha pasado de la ridiculez a la ridiculez. Hace un siglo se votaba poco, los electores eran pocos, solo quienes sabían leer y escribir y se apuntaban en un libro con columnas, como los de contabilidad. Los fraudes o manipulaciones eran lo usual. Hasta la década de 1930, no había documento de identidad fuera de la fe de bautizo y la partida de nacimiento. No se utilizaba ninguna para votar.
La parafernalia de 2015 es sensacional y sensacionalista. Todo digital, todo rápido, todo muy moderno y tecnológicamente civilizado. Pero resulta que los actores claves, votantes y votados, partidos políticos y las diferentes ideologías que se reducen, como en todo el mundo, con diferentes matices, en izquierdas y derechas no han avanzado mucho en las mentalidades, que llevan como consecuencia el accionar positivo. La manipulación es intrínsica en muchos de los sectores mencionados.
Debates, discusiones, discursos y remedos de debates de todo tipo, desde los pedestres a los más sofisticados, de la cafetería a las televisoras, baratos y caros; todos llenos de ofertas de toda clase y de mucha propaganda patrocinadora. Además asesores y acarreados. Por supuesto mucho colorido y bastantes sonrisas, a veces falsas sonrisas.
Todavía no se sabe lo necesario que resultan o si no lo son, pero se han vuelto parte de la realidad cotidiana, de la construcción de la democracia cotidiana, de la que no participamos todos; aunque de manera indirecta no lo podemos evitar. Es algo que nos hace decir ¡ni modo!
Entonces, a partir de la todavía pequeña evolución de la cotidianidad, entra el tráfico vehicular; un problema de los más serios y que atañe a todos, a los de a pie, a los de moto, a los de bus y a los de carro. A todos. Por eso podemos preguntarnos cómo construyen supuestas soluciones que se vuelven monumentos a la inutilidad de lo inútil.
Los gobiernos militares mantenían una especie de plan de nación en la infraestructura de carreteras, puertos, aeropuertos ciudades, etc. Por eso buscaban grandes soluciones a grandes problemas y los solucionaban: con seis carriles ampliaron la vía del oriente con el occidente de la que hoy es la gigantesca, para el tamaño del país, área metropolitana. Cuatro décadas lo demostraron así. Lástima lo represivo de los regímenes y falta de libertades.
Pero quienes importan son los habitantes, o deberíamos de importar, pero ya dijimos, debates y discusiones estériles van y vienen y la Ciudad Capital del país resiente todos los días el retraso de horarios laborales, la contaminación, el quiebre de negocios, los accidentes de tránsito, la basura, el ruido; destrucción de calles, zonas verdes y muchos elementos más, que aunque se sufren desde hace tiempo, han incrementado mucho más en la última década.
El componente criminalidad se presenta cotidianamente en todos sus posibles aspectos, dentro o a las orillas de estos fenómenos, pero también se volvió cotidiana.
El quehacer cultural padece mucho la presencia constante, diaria, de las elecciones y los trabajos o no trabajos alrededor de la infraestructura.
Las manifestaciones culturales populares, como procesiones, desfiles, espectáculos al aire libre y las de las bellas artes dependen ahora de estas tres fenomenologías. Se suspenden eventos porque los participantes, artistas y/o público, no han llegado después de una hora a causa de un atasco, o su transporte, ya privado, ya público; se quedó varado por recalentamiento, etc.
Muchas personas dicen que prefieren no salir más que a lo estrictamente necesario, pero lo actualmente barato de la gasolina y no saber qué es lo estrictamente necesario, hacen que el problema permanezca. El culto al automóvil es muy alto en el tercer mundo a causa de su transporte público del cuarto. Son verdades que todos sabemos que son de Perogrullo.
Por eso se ha vuelto constante el que no se asista a lugares de creación y consumo de cultura, sobre todo de noche, si se va a encontrar con problemas de tránsito, de seguridad o de tiempo, o todos a la vez.
Por supuesto hay intereses personales, y quienes van a dónde sea, como sea, sin importar nada de lo cotidiano mencionado. “Desestresarse” se ha vuelto también un término cotidiano al igual que las particulares formas que tiene cada uno para hacerlo, según sus propios conceptos de cultura y su propia cotidianidad. También hay que tener alta dosis de valentía, y ser un verdadero consumidor de cultura de cualquier índole.
Generalmente, en las ciudades tan grandes como se volvió San Salvador, los problemas constantes, también se vuelven muy grandes. Por eso cuando decimos que ni las elecciones cuasi permanentes, perversión del sistema electoral, ni tan intenso tráfico vehicular; la cultura local y nacional que de ellos desprenda o permitan que se dañe, nos deberían afectar la vida, no es verdad del todo.
Sin embargo, al no poder evitarlo, lo asumimos tal cual, sin pretender cambiar, porque ya nos cambiaron, con la mayor resignación se asume. Resulta que se volvieron vida y cultura, además de dolorosas, molestas y cansinas, también cotidianas.