Entre el 16 y el 26 de marzo el Instituto de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana (IUDOP) encuestó a 1,503 ciudadanos para preguntarles cómo percibieron la organización y los resultados de las elecciones presidenciales de 2019 en las que se alzó como ganador Nayib Armando Bukele Ortez, candidato de la alianza GANA-Nuevas Ideas.
¿Cuáles fueron las razones que más motivaron a los que votaron al presidente electo? Ordenadas de mayor a menor los encuestados respondieron haberse sentido motivados por el candidato en sí, por el trabajo que realizó en las alcaldías de Nuevo Cuscatlán primero y San Salvador después (sin especificar cuál de las dos gestiones pesó más), la urgencia de cambiar la ruta por la que El Salvador camina desde marzo de 2009, las promesas o propuestas que presentó el 13 de enero como parte del Plan Cuscatlán, su carisma o liderazgo y, finalmente, el hartazgo y la desconfianza contra ARENA y el FMLN.
La concentración en el candidato tiene sus ventajas. Pero también sus costos. El 1 de junio asumirá con siete de cada diez salvadoreños confiando en que administrará de la mejor manera el Estado y con la mitad sintiéndose muy cercanos a él. La mayor parte, además, confía en que cumplirá sus promesas, que el país mejorará y cree que lo más urgente que debe hacer, al tener las facultades para hacerlo, es enfrentar a los criminales y reducir la inseguridad, incentivar la creación de empleos, aumentar el salario mínimo, reducir impuestos y la deuda externa.
La carga de Bukele será pesada: los ciudadanos quieren menos impuestos y que cumpla sus promesas de campaña que necesitarán inversiones millonarias.
Pero no será fácil.
Entre finales de este año y mediados de 2023 el Estado deberá pagar 1 mil 500 millones de dólares en deuda. El presidente, además, deberá echar a andar sus proyectos: reactivar el tren que cruzará el país de Oriente a Occidente, el aeropuerto en La Unión, metro de pasajeros entre San Salvador y su periferia … el costo del Plan Cuscatlán oscila entre los 1,500 a 2,455 millones de dólares. En el documento puede leerse que el 70 por ciento de la inversión será privada, 20 por ciento semiprivada, 8 por ciento estatal, 1 por ciento municipal.
De acuerdo con los resultados de la encuesta las expectativas con Bukele son grandes y muy particulares. Estas expectativas, por ejemplo, no se manifestaron antes que Salvador Sánchez Cerén asumiera el poder. A medio camino entre la primera y la segunda vuelta de las presidenciales de 2014 los ciudadanos ya lo calificaban con una nota de 6.34 en las encuestas del IUDOP. Esa nota empeoró mientras ejerció el poder en los siguientes cinco años.
El triunfo de Bukele en las urnas se sostiene en muchos elementos. La corrosión de los partidos políticos tradicionales es uno. También el cansancio de la corrupción. Pero eso no hubiese significado nada sin la campaña electoral. Los manuales de la costumbre al poder dictaban que había que mandar ejércitos de militantes a las calles a pedir el voto, a regalar suvenires con los colores de los partidos, a montar mítines para arengar a las masas.
Los encuestados por el IUDOP vieron que Bukele hizo muy poco de eso: el 37.5 por ciento dijo haber visto en el territorio a los fieles de GANA-Nuevas Ideas promoviendo su imagen y solo un 21.9 por ciento dijo haberse encontrado en la calle a activistas que pidieron votar por él.
Comparado con el trabajo territorial de la Alianza por un Nuevo País, el de Bukele fue escaso y débil.
La ausencia en las calles puede interpretarse que Bukele la sustituyó con una intensa campaña en medios de comunicación tradicionales y, principalmente, en redes sociales. En cuatro meses de campaña (finales de 2018 y primeros meses de 2019), de acuerdo con el monitoreo de la oenegé Acción Ciudadana, gastó $9,466, 137.
Sin estar presente los encuestados aseguraron sentir la presencia de Bukele. “En términos de cercanía la población se muestra dividida, mientras el 45.7% se siente cercano o muy cercano al presidente electo; un 47.1% se siente distante o muy distante”, dice un párrafo del informe de la encuesta que divulgó el IUDOP.
Paradoja: un candidato que no anduvo el territorio pero con el que la mitad de los electores se sienten cercanos.
La migración de electores
En las elecciones de 2014 ARENA y el FMLN llegaron a su caudal máximo de votos. En las anteriores celebradas desde la firma de los Acuerdos de Paz siempre obtuvieron menor apoyo electoral. En las presidenciales de 2004, por ejemplo, Elías Antonio Saca ganó obtuvo 1,300, 000 de votos versus 800,000 votos de Schafick Hándal; en 2009 Mauricio Funes obtuvo 1,354, 000 versus 1,284, 588 de Rodrigo Ávila; en 2014 Sánchez Cerén ganó 1,495, 815 versus 1,489, 451 de Norman Quijano.
Entre 2004 y 2014 el voto duro de ARENA osciló entre 1.2 y 1.4 millones de votos. El del FMLN entre 800 mil y 1.4 millones de votos.
En las presidenciales de 2019 ARENA obtuvo 857,084 mientras el FMLN disminuyó a 389,289. Bukele cosechó 1.4 millones de votos.
Los resultados de la encuesta del IUDOP detectaron migración de los votantes tradicionales de ARENA y el FMLN a GANA-Nuevas Ideas.
De los 1,503 encuestados, el 40.7 por ciento aseguró haber votado a la alianza Nuevas Ideas-GANA por la misma razón que diez años antes Funes Cartagena llegó al poder: necesidad de un cambio. En un menor porcentaje justificaron su voto por las propuestas, el candidato, la novedad y finalmente por castigo a ARENA y FMLN. También les preguntó por quién votaron en la segunda vuelta de las presidenciales de 2014 y si su preferencia electoral cambió este año a la hora de ver una nueva opción en la papeleta: el 65.3 por ciento respondió que sí. ¿Por qué? Los que tradicionalmente votaron al partido que en los años 80 fundó Roberto d´Aubuisson Arrieta alegaron que ahora pretendían ser más asertivos, cansancio de la corrupción e incumplimiento de promesas. En el caso de la exinsurgencia los motivos son similares: mejorar asertividad, incumplimiento de promesas, mal trabajo del gobierno, corrupción y desconfianza en las organizaciones políticas tradicionales.
Quienes se mantuvieron fieles a las banderas tricolor y roja lo hicieron por costumbre, identificación ideológica, simpatía, confianza hacia el partido, percepción de que se preocupan por el pueblo, por el trabajo hecho, entre otros.
Los que votaron a Bukele, además, creyeron haber notado algo en él: el 50 por ciento dijo considerarlo un político de centro.
Este resultado coincide con la lejanía en tiempo de los años de la Guerra Civil y el crecimiento de generaciones de salvadoreños que parecen distanciarse de las categorías izquierda y derecha como recipientes claramente delimitados de visiones sobre el mundo. Entre 1995 y 2002, en una escala de 0 a 100, 30 electores se ubicaron en la posición 100, es decir en la extrema derecha; ocho se ubicaron en la extrema izquierda; 27 en el centro. Para el año 2008 fue diferente: en la misma escala, 18.5 se ubicaron en la extrema derecha; 21.7, en la extrema izquierda; 32.4, en el centro. Para el año 2016, 11.3 se ubicaron en la extrema izquierda; 13.9, en la extrema derecha; 27.5, en el centro, según estudios de la revista Desarrollo Económico, de Argentina, y de FUNDAUNGO en alianza con USAID y LAPOP.
Mientras las extremas izquierda y derecha van en retirada, el centro va en crecimiento.
Si se relaciona este distanciamiento con las identidades ideológicas de ARENA y el FMLN se encuentra un asidero de interpretación: el actual principal partido de oposición todavía divulga ideas relacionadas con los años de la Guerra Fría; el partido oficial también. Sus liderazgos también fundamentan sus discursos en esos años.
Bukele se refuerza como antítesis de ambos.
Esto vuelve a confirmarse con las respuestas que los encuestados dieron al IUDOP: reinan la desconfianza sobre los partidos tradicionales, la insatisfacción por la manera cómo funcionan, la percepción que defienden intereses privados de grupos pequeños y no a la mayoría de los ciudadanos, que irrespetan las leyes –incluida la Constitución- y que se caracterizan por la opacidad a la hora de administrar los bienes públicos. Coincide, además, con la lejanía que mantienen hacia ellos: entre el 86 y el 82 por ciento de los encuestados dijo ver como organizaciones extrañas a su entorno a los dos partidos con mayor número de diputados en la Asamblea Legislativa. Con GANA el porcentaje disminuye a 64.8%.
La confianza en el TSE
A finales de 2018 el IUDOP preguntó qué nota daban los ciudadanos al Tribunal Supremo Electoral (TSE). La respuesta promedió 5.56. En los resultados de la encuesta de marzo, sin embargo, la nota aumentó a 7.96.
Pero hay un problema: los ciudadanos siguen desconfiando del Tribunal: el 56.7 por ciento dijo desconfiar de la institución. Es decir: la organización de las elecciones es considerada aceptable pero la gente sigue sin tener plena confianza en que la institución respetara los resultados contenidos en las urnas.
Síntesis: los ciudadanos están satisfechos de la organización de un evento en particular, las elecciones de 2019, pero sigue desconfiando del Tribunal. Esto es una constante: ocupó la posición número 13 de 15 instituciones que el IUDOP evaluó a finales de diciembre de 2017. Un año después los resultados fueron similares: el 84 por ciento de los encuestados por dijo tener poca o ninguna confianza en el TSE.
En el informe Perspectivas Económicas de América Latina, del año 2018, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) señala que la confianza en las instituciones se viene deteriorando cada vez más desde el año 2010 provocando una ruptura y llevando a una deriva la cohesión social y el contrato social en que se fundan los Estados.
El antecedente más inmediato fue cuando el Tribunal tardó más de 24 horas en divulgar resultados confiables de las municipales y legislativas de 2015, justo el año en que se implementó el voto cruzado.
Lea el resumen de la enucuesta aquí: https://bit.ly/2HmfRov