En un mundo dominado por la inmediatez de lo digital, Mario René Munguía dedica su vida a preservar la esencia de la fotografía análoga un estilo poco común hoy en día en El Salvador. Desde 1970, su estudio conocido como “Foto Centro” ha sido un referente en Zacatecoluca, La Paz, donde trabaja con técnicas 100 % manuales que aprendió de su primo. Su proceso, basado en el uso de negativos y papel fotográfico tradicional, se distingue por la calidad y durabilidad de las imágenes en blanco y negro.
Entre las calles angostas y edificios con historia de Zacatecoluca se encuentra su pequeño estudio fotográfico, un espacio que parece haberse quedado atrapado en el tiempo. Su fachada es modesta, pero al cruzar la puerta, el visitante se encuentra con un rincón lleno de nostalgia: cámaras antiguas, retratos en blanco y negro colgados en las paredes y el característico aroma a papel fotográfico. Ubicado en una casa antigua con paredes de adobe y un amplio corredor de madera, el estudio conserva su esencia clásica con una iluminación natural que resalta cada detalle. Aunque su apariencia evoca el pasado, su encanto sigue intacto, atrayendo a quienes buscan capturar recuerdos con un toque nostálgico.




«Aquí hay muchos fotógrafos, pero de esto que yo hago, no saben nada», afirma Munguía con seguridad. Con una precisión admirable, trabaja con una cámara analógica que requiere un meticuloso ajuste manual. Su equipo, aunque clásico, le permite controlar la luz, el enfoque y la apertura para obtener la mejor imagen posible. Cada disparo es cuidadosamente pensado, midiendo la luz con un fotómetro antes de presionar el obturador, garantizando una fotografía con gran detalle y contraste.
Sin embargo, su labor no termina con el clic de la cámara. En una habitación oscura, iluminada apenas por una tenue luz roja, inicia el proceso de revelado. Con movimientos suaves y calculados, sumerge los negativos en bandejas de químicos, esperando pacientemente a que la imagen cobre vida. Poco a poco, las figuras capturadas emergen hasta quedar fijadas en el papel, listas para ser entregadas a sus dueños. «Es algo que uno ya trae en la cabeza, es como un instinto», dice mientras agita una bandeja con líquido revelador.




El costo por mantener su arte
A pesar de la escasez de materiales como los químicos Kodak y los papeles de alta calidad, Munguía sigue rebuscándose para conseguirlos, defendiendo su técnica como un tesoro que resiste a la modernidad. «Antes era más fácil, todo se conseguía. Ahora tengo que pedir los químicos a otros países, y a veces tardan meses en llegar», comenta con resignación.
Su hija, María René Munguía, ha heredado el conocimiento y, junto a su propia hija, busca mantener la tradición. «Con lo digital no hay problema, pero con blanco y negro todavía le falta un poco», reconoce. Para ellos, la fotografía análoga no solo es un oficio, sino un arte que, a diferencia del color digital, puede durar décadas sin perder calidad. «Las fotos de color palidecen con el tiempo, esto no. Esto se mantiene», enfatiza Mario René.




«Las fotos de color palidecen con el tiempo, esto no. Esto se mantiene», enfatiza Mario René.
Con 77 años y más de seis décadas en la fotografía, Munguía sigue defendiendo su técnica como un tesoro que resiste a la modernidad. Aunque el camino no ha sido fácil, su legado continúa en Zacatecoluca, donde su estudio sigue siendo el último bastión de la fotografía análoga en la ciudad.
A pesar del auge de la fotografía digital, este estudio sigue en pie como un testimonio de la belleza de lo análogo. Sus clientes no solo buscan una foto, sino una experiencia, un recuerdo impreso con el mismo cuidado y dedicación de hace décadas. «Hoy en día todo es rápido, las fotos se toman con el teléfono y se olvidan en minutos. Pero lo que yo hago es distinto. Cada foto es un trabajo de paciencia y dedicación», explica.


