En sus años de gloria, el Cine Avenida fue un emblema cultural de San Salvador. Inaugurado el 13 de septiembre de 1967, llegó a contar para su primera función con la presencia del entonces presidente Fidel Sánchez Hernández y su esposa, Marina Sánchez. Durante décadas, este espacio proyectó grandes clásicos del cine en una pantalla de gran formato y albergó momentos inolvidables para las familias salvadoreñas.
Sin embargo, sus puertas se cerraron definitivamente el 30 de noviembre de 2018, dando inicio a un periodo de abandono que lo convirtió en un lugar deteriorado y sin las condiciones óptimas para su ocupación.
La decadencia del edificio no solo afectó su infraestructura, sino también a quienes lo ocuparon. «Aquí no solo somos 25 negocios, somos cientos de familias que sobreviven de esto. Hay quienes pagan estudios universitarios, la renta de su casa y muchas otras necesidades gracias a estos ingresos», expresó Arnold García, vendedor de frutas.
Desde su cierre, el excine fue tomado por vendedores informales que ofrecían frutas, ropa y vinilos en improvisados locales dentro de las antiguas salas. Aunque intentaron llegar a acuerdos para formalizar pagos con el dueño del lugar, nunca se concretó nada.
Paralelamente, la presión del mercado inmobiliario ha complicado la situación. «Hoy un local pequeño que antes costaba 200 dólares ahora vale 800 dólares. Es insostenible, y por eso muchos negocios han cerrado», señaló Julia Amaña, vendedora de ropa, lamentando cómo el incremento en los costos ha desplazado a más familias.
Durante mas de una década estos vendedores se han mantenido en el excine Avenida, tras ser desalojados de las aceras que se ubican frente al edificio de embotelladora La CONSTANCIA, durante el periodo del exalcalde de San Salvador, Dr. Norman Quijano, el cual les ofreció el edificio para que siguieran ofreciendo sus productos.
Teatros Nacionales de El Salvador, que administra espacios culturales en el país, lleva años buscando el desalojo de estos vendedores, con el objetivo de recuperar y restaurar el edificio. Sin embargo, también han tratado de manejar la situación sin afectar la economía de las familias que dependen de este lugar.
«Ellos nos buscaron para ayudarnos y no perjudicar nuestro ingresos, porque la verdad el cine no está en condiciones para seguir siendo ocupado», comentó Ana Gómez, vendedora de frutas, en reuniones anteriores con los comerciantes.
Además de las dificultades económicas, las condiciones del edificio han sido un obstáculo constante: saqueos, suciedad y deterioro estructural han dejado al excine Avenida en ruinas. «Aquí solo pedimos un espacio digno para trabajar, pero nos mandan al mercado donde no hay acceso para los clientes. No se trata de que nos regalen nada, sino de que nos den una oportunidad», afirmó José Navarro, vendedor de vinilos y guardián de uno de los accesos al interior del excine Avenida.
Mientras el Centro Histórico de San Salvador se somete a un proceso de modernización, los vendedores del excine Avenida luchan por no quedar en el olvido. La historia de este lugar, que alguna vez simbolizó prosperidad, ahora se entrelaza con la incertidumbre y la esperanza de quienes intentan hallar una alternativa para sus negocios y asegurar el sustento de sus familias.