El Salvador
jueves 28 de noviembre de 2024
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Pandilleros se redimen por el trabajo en una hacinada cárcel

por zmultimedia

«Nos arrepentimos de nuestros delitos y ahora demostramos que podemos trabajar», asegura José Novoa, un exmiembro de la Mara Salvatrucha quien, al igual que otros pandilleros activos o retirados, ha puesto fin al ocio en el penal de Apanteos, un modelo dentro del hacinado sistema carcelario salvadoreño.

De piel trigueña, delgado y con tatuajes que son huella de una década de vida pandillera, Novoa se presenta ahora como un maestro del taller en que un grupo de reos confecciona coloridas hamacas, en el sector dos del presidio.

Ahí conviven 335 «retirados» de las pandillas Mara Salvatrucha MS-13 y Barrio 18.

«Para mí este cambio ha sido importante», admite Novoa, de 36 años, mientras entrelaza hilos azul y blanco para confeccionar una hamaca que espera concluir en tres días y vender en 25 dólares.

Novoa ingresó a la pandilla cuando tenía 14 años, pero decidió retirarse a los 26. Desde 2005 fue condenado por los delitos de homicidio y extorsión a una pena de 55 años que cumple en Apanteos.

La transformación del presidio, ubicado en la periferia de Santa Ana, en el oeste del país, empezó en 2011 en el marco del programa «Yo Cambio», el cual capacita a los reclusos en el oficio de su preferencia para que una vez que cumplan su condena, puedan reincorporarse a la vida productiva y alejarse del delito.

Fotos D1/AFP/Marvin Recinos

 

 

 

 

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