En cada cita decisiva con la Liga de Campeones, el París Saint-Germain llega con una crisis bajo el brazo. Esta vez, en víspera de la vuelta de los octavos de final contra la Real Sociedad, le llega de su flanco más inesperado y lleva el nombre de su soldado más fiel, Kylian Mbappé.
El anuncio del jugador de que no continuará en el club la próxima campaña, sumado a la gestión de ese adiós que está haciendo el entrenador, Luis Enrique, ha tensionado el club a todos lo niveles.
Intocable hasta entonces, el jugador ha saboreado el amargo sabor del banquillo al que le ha relegado el técnico en los tres partidos que siguieron a su decisión de no seguir.
Empezó en el banquillo el duelo contra el Nantes, acudió al mismo a la hora de juego frente al Rennes y la crisis alcanzó su máximo el pasado viernes en Mónaco, cuando, sin explicación del entrenador, no salió en el equipo titular del segundo tiempo.
Mbappé mostró su descontento acudiendo al palco del estadio donde comenzó a brillar, el Luis II del Principado, donde presenció la segunda mitad junto a su madre y representante; al día siguiente pidió audiencia con Luis Enrique, que le explicó que está preparando ya al equipo a habituarse a su ausencia y, sin garantizarle nada, le prometió minutos en los partidos más importantes.
El entrenador le reprochó, además, un descenso de su nivel en los últimos días, como si su cabeza estuviera más pendiente de su futuro que de su presente.
A diferencia de sus antecesores, tetanizados por la gestión de la constelación de estrellas que los propietarios cataríes pusieron en sus manos, Luis Enrique cuenta sacar partido de esta crisis.
Laurent Blanc en los primeros años apenas pudo plantar cara a Zlatan Ibrahimovic, Unai Emery no tuvo margen para gestionar al brasileño Neymar, Thomas Tuchel, Mauricio Pochettino y Christophe Galtier desaparecieron tras Lionel Messi.
Luis Enrique ha decido dar un paso adelante y colocar el colectivo por encima de las estrellas.
Riesgos y beneficios
Con esta estrategia, el entrenador español se arriesga a perder en su mejor versión a su pieza más importante, pero al tiempo busca dos objetivos.
Por un lado, el expresado en público, habituar al conjunto a que se emancipe de su guía, que empiece a vibrar sin que Mbappé se lo eche a la espalda.
Pero, por otro, Luis Enrique persigue buscar la mejor versión del goleador para los duelos más importantes, con la vista puesta en la Liga de Campeones.
Con una confortable ventaja de nueve puntos en la liga francesa, esa competición parece un buen terreno para los ensayos de cara al futuro.
Advirtiéndole de su bajo nivel de forma, el entrenador cuenta con espolear la ambición del jugador de cara a los partidos esenciales, donde sí prevé ponerle de titular.
De esta forma, aspira a que al equipo no le ocurra lo mismo que en el pasado de cara a los duelos clave. Como cuando las lesiones de Neymar hacían temblar todo el edificio, o las dudas de Messi creaban un estado de nerviosismo que acababa por trasladarse al césped.
La bondad de la receta será examinada a partir de este martes en el Reale Arena frente a una Real Sociedad que ya le puso contra las cuerdas hace tres semanas en el Parque de los Príncipes.
Lo que suceda en la ciudad donostiarra puede tener consecuencias directas en el tramo final de la temporada de los parisienses y en la gestión de los cuatro últimos meses de Mbappé en el club de su ciudad natal.