En un día normal, María Isabel Belloso de Canales tenía que levantarse a las 3:30 de la mañana para trasladarse desde la comunidad Corazón de María hasta el Mercado La Tiendona o bien al Mercado Central, en San Salvador, para comprar guineos, mangos, jocotes, jícama, semilla de paterna y otras frutas de temporada, que posteriormente vendía en los semáforos para llevar el sustento a su hogar ubicado en una zona estigmatizada de la colonia Escalón.
Así sacó adelante a sus tres hijos, José Alfredo, William y Luis Canales, los dos últimos reconocidos jugadores de fútbol que actualmente militan en la Primera División, defendiendo los colores de Luis Ángel Firpo, y el primero que ahora es propietario de un pequeño negocio de comida.
Los flashes de las cámaras exaltan domingo a domingo la figura de los hermanos futbolistas que son admirados y aplaudidos por la multitud tricolor en el estadio Sergio Torres Rivera de Usulután, pero Luis Canales ahora recrea una etapa poco conocida de su familia, poniendo en el gran angular a su madre, la ‘culpable’ del éxito que está saboreando desde hace unos cinco años como jugador de Primera División.
En la Fuente Beethoven, el semáforo cambia a luz roja y es hora de ir a vender la fruta en bolsa a un costo de $1.00 a los conductores que con “sus autos se llevan el mundo por delante hablando por celular”, parafraseando a los argentinos Attaque 77. Esa era la tarea de todos los días de Luis y William al salir de la escuela al mediodía, con el tiempo limitado que apenas les alcanzaba para ingerir el almuerzo preparado con mucho sacrificio por su madre, gracias a las ventas informales que muchas veces son mal vistas por los gobiernos locales y los habitantes que gozan de otras condiciones socioeconómicas.
“Creo que nadie sabe pero a nosotros nos ha costado muchísimo. Nosotros teníamos que vender en las calles con mi hermano William, siempre ayudando a mi mamá porque era ella la que estaba al frente e igual ella vendía con nosotros a la par. Quizá no era del agrado de ella, pero no había de otra, nosotros mirábamos su sufrimiento y su entrega hacia nosotros e igual nosotros que desde los 10 años nos tocó andar vendiendo en las calles y no nos da pena contarlo porque nos ha servido mucho para ahora en día cuidar lo que tenemos y valorar el esfuerzo que ha hecho nuestra madre por nosotros”, relata Luis a Diario 1.
Según el futbolista de 25 años, el menor de los tres, lo peor era cuando había días malos en los que no lograban vender nada y así también era difícil que el plato llegara a la mesa, por lo que muchas veces doña María “se quitaba el bocado de la boca” con tal de que a sus hijos no les faltara el sustento.
Fue así como apostó por apoyar a sus dos hijos menores en la práctica del balompié, confiando firmemente en sus capacades y que, a través del deporte, ellos podían optar a algo mejor que cambiase sus vidas.
Cuenta Luis que a veces la fruta se les podría porque ella los respaldó en todo momento en su sueño de ser futbolistas profesionales, por lo que le tocaba dejar la venta para acompañarlos a sus partidos desde pequeños.
“A ella le tocaba dejar que la fruta se pudiera para ir nosotros a los partidos y sin ningún cinco. Ella se quitaba el bocado de la boca para que nosotros fuéramos a jugar con alguna pupusita o algo en el estómago”, recuerda con nostalgia.
Lo primero que hizo María fue llevar a sus hijos a una prueba buscando quedar en la ADFA de San Salvador y lo lograron.
Su sueño de volverse futbolistas profesionales estuvo más cerca cuando fueron aceptados en las inferiores de Atlético Marte, donde, tiempo después jugando en la categoría sub-17 y de reserva, respectivamente, ambos fueron promovidos al equipo mayor.
“Desde pequeños teníamos claro que un día, lo hablábamos con mi hermano, queríamos estar en Liga Mayor, tal vez no era tanto por nosotros, sino por hacer sentir orgullosa a nuestra madre, sacarla adelante y darle todo lo que nosotros carecimos de pequeños”, indica Luis.
William y Luis han vivido casi toda su carrera juntos, compartiendo en los mismos clubes, como Sonsonate, Independiente y ahora Luis Ángel Firpo, con quien están a las puertas de disputar los cuartos de final contra el eterno favorito, Alianza FC.
Gracias al sacrificio de la madre y a la resiliencia de sus hijos, ahora los madrugones pasaron a convertirse en entretenidas tardes de domingo, donde los clientes que antes los veían con indiferencia pasaron a ser espectadores que aplauden por un servicio que les brinda alegría a sus vidas y el dólar que obtenían por una bolsa de fruta vendida se les ha multiplicado al tamaño de su generosidad.
Es por ello que su madre los acompaña siempre donde quiera que vayan y tratan de hacerla sentir parte de… solicitando a los clubes que ingrese a la cancha para que camine a su lado.
“Mi mamá es la que ha sufrido con nosotros cuando hay alguna lesión, cuando nadie cree en nosotros, ella siempre nos ha estado apoyando, así que cuando ella va a al estadio tratamos de involucrarla para que pueda entrar a la cancha y que pueda sentir el amor y el apego que le tenemos porque ella ha sido todo para nosotros”, manifiesta el jugador firpense.
Cuando Platense los eliminó en los octavos de final el pasado torneo Apertura 2021, Luis compartió una imagen en la que se le observa roto y ella está ahí consolándolo. “Al terminar el partido contra Platense fue la única que se me acercó y me abrazó, pude llorar, me desahogué con ella. En ese partido quedamos descalificados. Sentía una tristeza inmensa porque teníamos todo para ganar”, contextualizó.
Un torneo después, pudo repetir la imagen, pero esta vez doña María pudo acompañar a sus hijos en uno de los momentos más hermosos de su carrera, tras lograr la clasificación a cuartos de final del Clausura 2022, cuando la mayoría daba por eliminado a Firpo.
Además de ello, tampoco descuidó la educación académica de sus hijos, pues aunque fueran creciendo en el deporte, sabía que se trata de una carrera muy corta, por lo que los estudios siempre estuvieron a la par del fútbol, tratando de generar ‘superioridad numérica’.
Luis inició sus estudios superiores en Educación Física en la Universidad Pedagógica, carrera que espera poder retomar. Su aplicación también le permitió no pagar desde octavo grado al salir becado, con lo que pudo “quitar un peso de encima” a su madre.
“Es una experiencia bonita la que hemos pasado nosotros: de no tener nada hemos luchado por nuestros sueños. Tarde o temprano la vida te va a recompensar cuando haces las cosas bien, ese es el mensaje que quisiera compartir con las generaciones jóvenes”, dice el delantero que ya no tiene que gritar “¡mangos, jocotes, guineos!”, como forma de supervivencia, sino “¡gol!”, como la más hermosa vivencia.