El delantero sueco Zlatan Ibrahimovic se abrió al hacer pública una historia íntima que marcó su vida en su libro «Adrenalina, mis historias ignoradas», basadas sobre todo en la difícil infancia que le tocó atravesar, así como la dolorosa muerte de su hermano Shapko.
En el libro revela cosas doloras que le tocó vivir desde que nació, así como el bullyng escolar que lo asechó por su apariencia física que no coincidía con los estándares europeos, pues su padre es bosnio y musulmán, por lo que heredó otros rasgos y costumbres.
“Fui un niño que siempre ha sufrido”, reveló Zlatan sobre sus infancia en Malmo, Suecia. “Nada más nacer, la enfermera me dejó caer desde un metro de altura. Sufrí toda mi vida”, añadió.
En su etapa escolar también la pasó mal por su color de piel. “En la escuela yo era el diferente: los demás eran rubios de ojos claros y nariz fina, yo moreno, con nariz grande. Hablaba de manera diferente a ellos, me movía de manera diferente a ellos. Los padres de mis compañeros de clase solicitaron que me expulsaran. Siempre me han odiado”, contó.
Otro de los episodios tristes que lo marcaron fue la muerte de sus hermanos y los momentos difíciles que vivió su padre durante la guerra de Yugoslavia.
“Mi padre sufría mucho. Todos los días llegaban noticias de la muerte de un conocido. Él trató de mantenerme a salvo, siempre trató de protegerme”, contó.
“Cuando su hermana murió en Suecia, no me dejó ir a la morgue. Sin embargo, cuando mi hermano Sapko murió de leucemia, yo fui. Mi hermano me esperaba y murió frente a mí. Lo enterramos con el rito musulmán. Papá no derramó una lágrima. Al día siguiente fue al cementerio y lloró desde la mañana hasta la noche, solo”, recordó.
En su etapa adulta, odiado por muchos y amado por otros, Ibrahimovic creó un personaje egocéntrico y altanero delante de las cámaras, despertando muchas pasiones en el mundo del fútbol, hasta consolidarse como una de las estrellas más polémicas.
“No creo en Dios. Sólo creo en mí mismo”, dijo Zlatan. Tampoco cree en la existencia de otra vida: “Cuando estás muerto, estás muerto. Ni siquiera sé si quiero un funeral o una tumba, sería un lugar para hacer sufrir a los que me amaban”, considera.
Pero todo lo que tuvo pasar, asegura que lo hizo más fuerte y le ayudó a consolidar una personalidad que ahora es muy discutida: “Aprendí a transformar el sufrimiento e incluso el odio, en fuerza, en gasolina. Si soy feliz, juego bien; pero si estoy enojado, herido, o con dolor… ¡Juego mejor!”, cerró con su sello particular.