Peluquero, vendedor de frutas o repartidor a domicilio son algunos de los oficios a los que han recurrido futbolistas profesionales de pequeños clubes de Brasil para «rebuscarse» el sustento, ya que la paralización del fútbol como consecuencia de la pandemia del COVID-19 los dejó desempleados o sin salario.
«Confieso que está siendo muy difícil, pero tenemos que rebuscar el sustento. Dependemos del fútbol y en este momento está parado. Entonces tenemos que rebuscar y eso fue lo que hice», afirmó en entrevista a EFE el zaguero Carlos Alberto Lopes da Silva, jugador del América Fútbol Club y que desde hace dos meses trabaja como peluquero para «llevarle el pan de cada día a mi familia».
«Yo tenía un salario muy bueno en el fútbol y es claro que en el quiosco (de venta de frutas) mi renta cayó casi el 90 %, pero termina ayudándome para pagar las cuentas y para completar lo poco que tenía guardado», asegura también a EFE el lateral derecho Gedeilson Vander Alves de Oliveira, jugador del Madureira.
América y Madureira son pequeños clubes que militan en categorías regionales en el ámbito nacional cuyo mejor escaparate es el Campeonato Carioca, donde se miden a los equipos del estado brasileño de Río de Janeiro, entre ellos Flamengo, Fluminense, Vasco de Gama o Botafogo.
Tanto el América, en el que jugó el campeón mundial de 1994 Jorginho, como el Madureira, en el que surgió en 1950 Evaristo de Macedo, ex del Real Madrid y Barcelona, están a la espera de autorización para volver a los entrenamientos y concluir un torneo al que solo le faltan dos jornadas.
Pero en Brasil, el segundo país con más casos de contagio de COVID-19 en el mundo y amenazado por el agravamiento de la pandemia, cuyo pico se prevé en julio, no hay consenso sobre cuando se retomarán los torneos del deporte más popular en un país que es cinco veces campeón mundial.
Ni los propios clubes se ponen de acuerdo. El Flamengo, el club más grande del país y vigente campeón carioca y de la Libertadores, reinició sus entrenamientos violando las orientaciones de la alcaldía de Río y presiona por el regreso inmediato del fútbol.
El Corinthians, segundo más popular, alega que la prioridad es la salud en un país que se acerca a las 24.000 muertes por COVID-19 y los 375.000 contagios, y que sólo aceptará regresar a la cancha cuando la pandemia esté controlada.
Los futbolistas, pese a necesitar sus salarios, defienden el regreso en estadios sin público y cuando se les garantice la salud.
El presidente brasileño, el líder ultraderechista Jair Bolsonaro, uno de los gobernantes más escépticos sobre la pandemia, que llegó a calificar el COVID-19 como «gripecita» y que pide la normalización de todas las actividades, fue el primero en alertar sobre la crisis que sufren los pequeños clubes de fútbol por la paralización de los torneos y sobre el desempleo de los futbolistas.
Los grandes clubes acordaron una reducción salarial y tienen recursos para aguantar un tiempo, pero los pequeños, sin otra fuente que la taquilla, suspendieron pagos o rescindieron contratos.
Según un estudio de la consultora Ernst Youg, el 55 % de los futbolistas profesionales de Brasil gana hasta un salario mínimo (unos 1.000 reales o 180 dólares). Muchos de los que perdieron su salario dependen del subsidio de 600 reales (109 dólares) que el Gobierno está distribuyendo para ayudar a informales y desempleados.
Carlos Alberto fue uno de los perjudicados debido a que el América suspendió el pago de salarios, mientras que Gedeilson quedó automáticamente desempleado debido a que su contrato con el Madureira vencía en abril y no fue renovado.
Sus casos se repiten en este gigante país con 210 millones de habitantes y cientos de clubes de fútbol.
DE FUTBOLISTA A PELUQUERO
El delantero Jonatas Rey, jugador del Paragominas del estado de Pará, usa una bicicleta prestada para entregar hamburguesas. El volante Ítalo Henrique, jugador del Santa Cruz del estado de Pernambuco, hace entregas para una tienda de alimentos de su familia. El atacante Juba, jugador del Nova Hamburgo del estado de Río Grande do Sul, ayuda en la tienda de ropas de su esposa.
Carlos Alberto, el zaguero nacido en la pequeña Magé hace 26 años y que comenzó como profesional en 2011 con el FC Río de Janeiro, admitió que ya había trabajado como peluquero en 2017, cuando, con su mujer embarazada, el América le atrasó el salario varios meses.
«En 2017 el salario se atrasó uno, dos, tres, cuatro meses y no nos daban una solución y en la época mi esposa estaba embarazada y yo no tenía dinero ni para pagar el pasaje. Como tenía que traer alimentos mi mamá me regaló la máquina para cortar pelo para que me dedicara a la peluquería», relató a EFE.
«Tengo muchos amigos peluqueros y ellos me dijeron que me enseñarían. Y gracias a Dios ellos tuvieron mucha paciencia y yo fui aprendiendo. Por eso mi segunda opción después del fútbol es la peluquería», añadió.
«La caída de la renta fue enorme. Aquí gano para el pan de cada día en casa, lo básico. Pero gracias a Dios estoy supliendo mis necesidades», dijo el campeón carioca de segunda división en 2018.
En su opinión, el regreso del fútbol exigirá los máximos cuidados frente a la pandemia. «Ya fuimos al club a hacernos exámenes y nos dijeron que volveremos a entrenar en junio pero que tendremos todos los cuidados ante la pandemia», agregó el jugador, que ha pasado por otros pequeños clubes como Nacional, Nova Iguaçu y Sao Cristovao.
Gedeilson, por su parte, decidió instalar un quiosco ambulante de venta de frutas y verduras para tener una renta extra y al mismo tiempo ayudar al padre de un amigo que estaba desempleado.
«Recibimos la noticia de que el club estaría parado por la pandemia y mi contrato rescindió en abril, y el club avisó que no tenía dinero para renovar. Decidimos montar un negocio con mi esposa para no gastar todo lo que teníamos ahorrado y me acordé de las personas que vendían frutas en conjuntos residenciales cuando viví en las ciudades de Cuiabá y Lins por mi carrera futbolística», dijo.
El lateral nacido en Niteroi hace 27 años, que comenzó como profesional en el Bangú en 2011 y que ya disputó el Campeonato Brasileño de segunda división con el Ipatinga en 2012, monta su puesto de frutas cada día en un diferente conjunto residencial.
El defensa, que ha pasado por clubes como América Mineiro, Botafogo Paraibano y Tombense, relata que se levanta en la madrugada para comprar los productos en la Ceasa (central de abastos de Río).
Después de ayudar a montar el puesto, deja a su ayudante encargado mientras él regresa a casa para cambiarse de ropa y hacer el entrenamiento por su cuenta para no perder la forma para retomar su carrera de futbolista.