Angustiosa y de dientes apretados: así fue la atmósfera predominante entre la comunidad brasileña que devotamente se reunió para presenciar y sufrir el mano a mano del «scratch do oro» contra Chile. Sí, sufrir, porque no estaba en los planes de ningún brasilero pasar 120 minutos con el corazón en la mano. Pero la hidalguía de un hexacampeón del mundo y principalmente la buena estrella del arquero Julio César evitaron una catástrofe de largo alcance.
Al final, luego del penalti fallado por el zaguero Marcelo Díaz, no llegó la samba ni la «felicidade» absoluta: imperó, ante todo, un largo respiro de tranquilidad de una afición que sabe que su selección está lejos del «jogo bonito» que tantas alegrías le ha deparado en su brillante historia futbolística.
Desde las nueve de la mañana los fanáticos auriverdes se hicieron presentes en un restaurante capitalino, esperanzados en que su selección se lavara la cara luego de una actuación discreta en la fase de grupos. Cariocas, paulistas, mineiros o gaúchos, da igual: brasileños venidos de distintas partes de la vasta geografía del país, esperaban retomar la relación de amor con su «seleccao». La agradable mañana de sábado les tenía deparada otra realidad.
El gol del defensor David Luiz hacía prever un paseo similar al de Sudáfrica 2010, donde Kaká, Robinho y compañía se deshicieron fácilmente de la selección chilena entonces dirigida por Marcelo «El loco» Bielsa. Con el tanto del jugador del Chelsea La euforia de los presentes fue tan diáfana como el color amarillo de su camisa.
Trece minutos después vino el zarpazo de Alexis Sánchez. El silencio y el hermetismo se apoderó del lugar: Chile venía en serio esta vez y, de la mano de Arturo Vidal, Sánchez y el corajudo Gary Medel, buscaba emular la gesta de Uruguay en 1950 y firmar otra página dorada del fútbol mundial.
Las vista ceñida en la pantalla, breves cánticos y mucha zozobra estampada en los rostros fueron las postales comunes de una mañana interminable para muchos. 120 minutos de amargura en la sangre, pero también de fe y esperanza para el duelo de cuartos contra la selección Colombia.
«Tenemos que mejorar mucho, de lo contrario no pasaremos de los cuartos de final, así como juega la selección de Brasil está en deuda y no merecemos la copa», fue lo que se escuchó en una de las mesas del restaurante.
“A duras penas ganamos y socando, pero seguimos con vida. Ese Felipao no aceptó la experiencia de los jugadores de mayor experiencia como el caso de Ronaldinho Gaúcho, Kaká y Robinho, entre otros, y sólo apostó por los jóvenes. Una sola golondrina no hace verano y no hay nadie que le haga los pases a Neymar”, dijo Napoleón González, uno de los hinchas brasileños.
“Mira como son la cosas: el primer tiempo fue para Brasil, el segundo para Chile porque los jóvenes decayeron en la segunda mitad y peor en el tiempo extra donde Neymar ya andaba con calambres. Gracias a Dios que el balón disparado por Pinilla (seleccionador de Chile) pego en el travesaño, porque de lo contrario se hubiera ido al fondo de la red y nos hubiera eliminado del mundial”, detalló González.
Antes que comenzara el tiempo suplementario Rigoberto Díaz, que de casualidad llegó a ver el partido vistiendo una playera roja con la imagen de Monseñor Óscar Arnulfo Romero en el pecho, argumentó que Chile jugó de forma inteligente para desesperar a los seleccionados de Brasil, ya que ellos estaban en su estadio, con su público y jugando su propio mundial. “Lo están logrando y podría decir que se pueden quedar los brasileños”, dijo.
“Toda la carga de la selección está en los hombros de Neymar y personalmente yo no veo a ese muchacho como la máxima figura del equipo, lo veo como un jugador más que quiere esforzarse por hacer bien las cosas”, detalló.
Pero antes que iniciara el tiempo extra Díaz aprovechó para escapar al baño y, cuando pasó en medio de los hinchas de Brasil, le gritaron “chileno”. Con una sonrisa de oreja a oreja devolvió el saludo y con la mano en el pecho y orgullo le dijo, “soy salvadoreño”. “Que buena onda” le respondieron los brasileños.
El nerviosismo se fue apoderando entre los hinchas de Brasil, al ver que su equipo no lograba doblegar a la selección de Chile en los primeros noventa minutos. Los rostros se fueron desencajando aún más cuando concluyó el tiempo extra y la canarinha terminaba con empate de 1-1, y obligadamente se jugaba la ruleta rusa por medio de tiros de penal.
En ese momento Damián Gois, un aficionado, aprovechó para hacer una oración y pedirle al sumo creador que gane la selección de Brasil, al final levantó su rostro y dijo con su mal español “Dios salve América y a Brasil también”.
Comenzó la tanda de penales y todos comenzaron a gritar cuando la selección de Chile fallaba el primer disparo y la alegría desbordó aún más cuando los de “La Roja” perdían el segundo tanto.
Todos callaron cuando se igualaron las acciones y dependían del último disparo de los botines de Neymar.Llegó el gol y por igual lo celebraron que no tanto cuando el último disparo de los chilenos falló y automáticamente les daba el paso a cuartos de final.
Al final se tomaron unas postales en grupo y pidieron una cerveza extra para celebrar el triunfo y, finalmente, dijeron “Bendito seja selecção do Brasil”.