Isidro Metapán y Dragón jugaron un mano a mano sin reservas y con emociones diversas que calaron en ambas aficiones durante 120 minutos y la tanda de penales. El colmillo metapaneco salió a relucir en la lotería de los once pasos, ante once dragones que hicieron méritos de sobra para levantar la copa y templarla con su fuego sagrado.
En el Cuscatlán se vivió un clima de final atípico, muy diferente de aquellos partidos donde las barras rivales no se podían ni ver. Las dos aficiones comenzaron a llegar entremezcladas, entre las bromas propias del folclore futbolístico y la alegría de acudir a una cita donde la meta era irradiar más alegría.
Un grupo de amigos, con el rostro pintado de azul y blanco, aguardaban por su porción de carne asada, chorizo y tortilla mientras la vendedora, verde de pies a cabeza, batallaba con una tapa de aluminio en su mano para ahuyentar el humo del rostro de sus clientes:
-No si nosotros a las mujeres migueleñas las queremos. Esos majes de Oriente no tienen lo que nosotros tenemos…ya lo va a ver cuando empiece el partido- dijo uno de ellos ante la risa holgada de la mujer.
La conversación se vio de súbito interrumpida por el bullicio de dos buses con fanáticos del Dragón, que entre tambores y cánticos hicieron más llevadero el calor y la larga cola para ingresar a la tribuna general norte. Un total de 20 buses que desde las 10 de la mañana partieron de San Miguel, incluidos simpatizantes del Águila y Firpo, para acompañar al equipo sorpresa del torneo.
Una vez adentro, otra sorpresa: un cordón de tan solo 13 policías separaban a ambas fanaticadas, que, ubicadas en la misma tribuna, demostraron toda la intención de permanecer en su lugar, y disparar desde ahí sus burlas al contrario.
Una previa satisfactoriamente atípica. Al final, luego de la tensión y las pasiones desbordadas, brilló un patrón entre el comportamiento de caleros y mitológicos: era solo un partido de fútbol.
Mucho hermetismo y pocas emociones
Con el silbatazo inicial de Joel Aguilar Chicas (su despedida antes de partir a Brasil), Dragón tomó la batuta del juego durante los primeros 10 minutos, que fueron el presagio para un partido de mucha tensión pero poca claridad de cara a la portería.
La escuadra oriental ofrecía un juego vertical, con dos paredes que vimos entretejer a Rommel Mejía y a Ortiz. Luego vino un segundo aviso, con un peligroso centro colgado al área que para fortuna de la zaga calera no encontró destinatario en ofensiva.
El jugador Ríos se erigía, más que un recuperador, como el encargado de armar el juego desde atrás y proyectar a los volantes. Pero las brazas que amenazaban con adueñarse del partido se extinguieron antes de lo previsto.
Una descolgada de Andrés “El ruso” Flores que al final no concretaron los delanteros, fue el golpe de ánimo para despertar al Metapán del letargo inicial y dar inicio a su recital adormecedor y equilibrado.
El “Zarco” Rodríguez sabe a lo que juega: ceder el control de balón al rival, presionar desde arriba, cerrar espacios en todas sus líneas y, en cuanto recupera el balón buscar transiciones rápidas con la mira puesta en los letales Nicolás Muñoz y Héctor Ramos.
El ímpetu inicial se convirtió en un partido de mucho choque, todavía más pelotazo y poca dinámica. Metapán equilibró la posesión gracias al oficio de Mejía y la movilidad de Flores y Orellana, mientras que la media cancha mitológica brillaba por su ausencia. Como confirmación del poco pobre derroche futbolístico, tuvimos que esperar 42 minutos para ver el primer remate a portería en las piernas del lateral de Dragón Aurelio Vásquez, por demás desviado.
En cambio, el espectáculo vino de las tribunas: caleros con tambores sonando imparables y lluvia de papel picado; los orientales, mientras tanto, montaron su carnaval la tradicional ola. La algarabía en las gradas se prolongó durante el descanso, donde se aprovechaba para comentar las principales acciones del juego o consumir alguna bebida que hiciera mermar el calor.
La segunda parte auguraba más de los mismo: un Metapán cauteloso esperando a un equipo escupefuego que, además de la entrega y arresto físico, nada de nada. Sin embargo, al minuto 68, con un centro al área del recién ingresado Marvin Monterrosa que Andrés Flores Muñoz cabeceó y el Meme Rodríguez repelió milagrosamente, por poco se inaugura el marcador. Era la bofetada que ambos equipos necesitaban para empezar a jugar fútbol.
Los mitológicos adelantaron líneas con un cambio muy oportuno: Gabriel Ríos. El creativo surtió de balones a los puntas, buscó espacios para William Reyes y le brindó equilibrio a su equipo en el control del esférico. El 11 de Dragón debió esperar hasta el minuto 75 para disparar por primera vez a marco. El ariete no las tuvo todas consigo, pero los seguidores agradecieron su entrega con aplausos y arengas de apoyo cada vez que se fajaba con los defensas metapanecos.
De los bostezos de la primera parte, la final fue un ir y venir que escogió sus propios héroes: por parte de Dragón emergió la figura del guardameta Manuel “Meme” González, un valladar insuperable para los atacantes caleros que detenía cuanto balón se adentrara en el área chica. Metapán tuvo en Andrés Flores su bastión en ofensiva, auténtico dolor de cabeza para la defensa oriental.
Al final de los noventa minutos el cero a cero era tan grande como una casa y hubo necesidad de jugar 30 minutos más de tiempo suplementario. La tribuna de Dragón, una mancha verde imposible de silenciar, vivía un festejo adelantado, sin importar el marcador: de verse en aprietos por la posibilidad de descender, se encontraba a las puertas de su primer título en torneos cortos.
El primer tiempo extra inició con poco fuelle. Los técnicos parecían enviar un aviso contundente: no nos hagamos daño, esperemos por los penales. Salvo dos jugadas concretas, un disparo inmejorable de Héctor Ramos y un Remate que William Reyes mandó a la tribuna, primaron las precauciones.
Metapán resintió el desgaste físico y apeló con mayor determinación al equilibrio de su línea defensiva, con el refuerzo de sus contenciones. Los occidentales saben que en estas instancias se impone la cautela, y que cualquier aventura ofensiva se puede pagar cara.
Dragón intentó por la banda izquierda con el talento de Mejía, el buen manejo de Nicolás Pérez, pero su empuje no fue suficiente para vulnera el marco defendido por Henry Hernández. Con el fin de los tiempos suplementarios acabó la ilusión de ver un gol que dejara tendido de forma fulminante al contrario. En su lugar, apareció la zozobra de los penales.
Metapán sería el primero en tomar ventaja ante el cobro fallido de Rommel Mejía, en dos oportunidades. Los aficionados mitológicos empezaban a lucir sus semblantes de derrota, pero todo cambió cuando Milton Molina estrelló su disparo en el poste izquierdo de Meme González, quien antes había rematado su penalti. Con el 4-4 en la tanda regular, llegamos a la muerte súbita, episodio letal de la ruleta rusa.
Jimmy Valoyes para Dragón, y Andrés Flores para Metapán, remataron con sobriedad en la primera ronda, pero en el segundo cobro de los mitológicos apareció la sapiencia de Henry Hernández, quien aguantó hasta donde pudo los movimientos del tirador Herberth Ulloa y detuvo el penal.
Todo acabó con la anotación de Francisco Jovel, quien se olvidó del cansancio y corrió al encuentro de sus compañeros que hace unos instantes estaban abrazados e hincados en la mitad de la cancha esperando el penalti definitivo, el que desataría el festejo. El del noveno título y el tercer bicampeonato.
Mientras Héctor Ramos se colgaba de la malla frente a la afición metapaneca, fiel hasta el final y ahora eufórica, los seguidores de Dragón abandonaban el estadio en silencio y tristes, mas no cabizbajos. Poco importan los quizás, los amagues de más o los remates malogrados. El derroche de esfuerzo en la cancha y en la tribuna hizo que este subcampeonato sepa a algo más, en una dramática tarde en la que no existió ni David ni Goliat.