La mañana en el sitio arqueológico del Tazumal parecía haber sido elegida con propósito. Aunque las nubes de lluvia cubrían el cielo, ni una sola gota cayó. El sol apenas asomaba entre los árboles y el ambiente se sentía cargado de energía. Ahí, sobre la tierra húmeda y rodeados por piedras milenarias, se preparaba el fuego sagrado. El equipo de Diario1.com llegó temprano para presenciar lo que sería una ceremonia espiritual de profundo significado.

Desde Guatemala llegó la delegación encargada de dirigir la ceremonia. Traían consigo no solo los elementos del ritual, sino también el conocimiento ancestral para guiar el proceso. Entre ellos se encontraba Tata Ismael, quien ha acompañado a múltiples jóvenes en este camino. “Para ser guía, no basta con estudiar. Hay que caminar, vivir y servir. Y este joven ha hecho todo eso”, explicó mientras organizaban el altar.

Vestidos con trajes tradicionales, los indígenas guatemaltecos resaltaban entre la multitud. Algunos portaban coronas de plumas, fajas, collares y bordados coloridos. Pero quienes más llamaron la atención fueron las princesas mayas, mujeres elegidas por sus comunidades que portaban coronas y vestimentas ceremoniales que deslumbraban por su colorido.

El nuevo guía, aún en calidad de aprendiz, fue recibido con copal e incienso. Se colocó al centro del círculo ceremonial y ahí comenzó su consagración. Parte del ritual incluyó una serie de limpias energéticas, donde los guías lo pasaban por el humo del fuego, el humo del puro tradicional y lo rociaban con esencias naturales para purificar su cuerpo y espíritu.

“Este camino no es para el ego, sino para servir al pueblo”, dijo Angélica, una de las mujeres, indígenas proveniente de Guatemala, mientras observaba al joven recibir el bastón ceremonial. Las personas presentes formaron una fila para saludarlo y transmitirle su energía.

El fuego sagrado ardía intensamente. Entre los elementos que el nuevo guía colocó estaban semillas, candelas, flores y puros. “Lo más importante es que respete este bastón, que no lo use para presumir sino para sanar”, agregó otro de los guías presentes, marcando el inicio de un nuevo ciclo.

Además de la comunidad espiritual y los organizadores, también llegaron algunos extranjeros interesados en conocer la cosmovisión maya. Junto a ellos, varios inquilinos de la zona y habitantes de Santa Ana se acercaron por curiosidad y terminaron participando con respeto. Algunos incluso pidieron limpias personales para mejorar su energía.

Con rezos, música de tambores y el aroma del copal flotando en el aire, la ceremonia continuó por varias horas. Aunque las nubes seguían amenazantes, el cielo se mantuvo seco. “Eso es el fuego. Cuando quiere que estemos, él nos protege”, dijo Omar, nahuablante, de Santo Domingo de Guzman, mientras acomodaba los últimos elementos del altar.

Al finalizar, el nuevo guía, ya reconocido por su comunidad y sus maestros, tomó la palabra: “Esto no se trata de mí. Se trata de todos ustedes. Gracias por confiar en mí para este servicio”. Luego se dirigió al fuego, colocó su ofrenda final y cerró el círculo con una reverencia silenciosa.

El humo se disipaba mientras los visitantes se retiraban poco a poco. La energía, sin embargo, parecía quedarse ahí, flotando entre las piedras y la historia. Para el nuevo guía, y para quienes lo acompañaron, el camino recién empieza.
