La vida inicia en El Pescadito de Oro. De entre las rocas surge este nacimiento de agua, donde pequeños peces se deslizan entre las piedras mientras los rayos del sol se filtran entre las ramas de los árboles. Sin embargo, bolsas plásticas, botellas y otros desechos irrumpen la belleza de este caudal que no solo es uno de los tesoros naturales de Sonsonate, sino también la fuente principal de agua que abastece de líquido vital a los pobladores del distrito de Nahuilingo.

“Decimos ‘El Pescadito de Oro qué bonito’, pero solo llegamos a contaminarlo. Sí, está bien que vengan a visitarlo, pero que lo respeten, que lo cuiden”, expresa Juan José Cortez, promotor comunitario en temas ambientales de la localidad.

Platos y vasos desechables, cajas de pizza y pollo frito, ropa humedecida y sandalias abandonadas, bolsas de galletas y frituras rompen la armonía del nacimiento de agua que atrae a cientos de visitantes de Sonsonate y otros sitios del país.

“A veces los ríos los vemos como que si fueran basureros, no sé si usted ha observado que muchas personas vienen y ¿a dónde tiran la basura? Al río, a la quebrada. Entonces, al río le estamos viendo cara de basurero cuando no es así, porque no hay un educación ambiental”, indica el joven local.

Mientras los patos y sus polluelos nadan cándidamente por los arroyos, varias mujeres entre sonrisas lavan la ropa del día como lo han hecho siempre a la orilla del afluente, ignorando algunas bolsas de frituras que se han acumulado cerca de los lavaderos públicos. En tanto, varios niños se dan un intrépido chapuzón mientras saltan desde altas rocas que resguardan el ‘ojo de agua’ de El Pescadito de Oro.

José Alfaro es un trabajador de la Alcaldía de Sonsonate Centro y está a cargo del mantenimiento de la limpieza de El Pescadito de Oro, así como de supervisar el estado del agua que brota hacia los hogares de Nahuilingo. Con afán, se le encuentra recolectando basura plástica que los visitantes suelen dejar, pese a los constantes llamados para no tirar residuos o llevarlos de regreso a sus hogares. Afirma que el área suele acumular mucha basura los fines de semana debido al flujo cada vez mayor de visitantes.

El agua proporcionada al pueblo es supervisada las 24 horas del día. Es tratada con cloro en tres tanques para asegurar que sea apta para el consumo humano, ya sea para lavar, cocinar y otras tareas del día a día. Por esta razón, no hay baños en la zona turística: las aguas negras podrían filtrarse y contaminar el tesoro natural.

Añade que la gente no siempre toma la responsabilidad de recoger los restos de basura que arroja en el área —cuyo acceso es gratuito para todo el público. “Es muy bonito, muy bonito, la gente se alegra al venir. Pero lo único que nosotros pedimos, lo único que yo les digo, es que recojan la basura”. No obstante, se ha topado con turistas que, con molestia y arrogancia, le responden que no recogerán sus desechos porque “ese no es su trabajo”.

De este oasis paradisiaco también dependen una veintena de comerciantes que aprovechan la afluencia de turistas para subsistir económicamente. Una de ellas es María González, una vendedora de comida que cada fin de semana prepara sopa de gallina, carne asada, pescado frito y otros platillos para los visitantes hambrientos.

“Algunos son cuidadosos con la basura, otros no. Aquí nosotros tenemos algo limpio porque entre las vendedoras hay un comité de limpieza. Y entre las que vendemos damos una colaboración para pagar a una persona que venga a tener limpio dos veces por semana”, indica la comerciante.

Juan, desde su labor comunitaria, considera que las alcaldías, sus unidades ambientales y los consejos municipales deben asumir un papel importante para crear ordenanzas que protejan estas fuentes naturales de la contaminación, la deforestación y otras problemáticas. Por otra parte, los esfuerzos en el interior de las comunidades de Nahuilingo buscan fomentar la educación ambiental para mejorar el manejo de la basura.

“Estamos trabajando el tema de sensibilización, educación ambiental y en visibilizar las problemáticas en las comunidades para el resguardo de los bienes naturales”, aseguró el joven. Enfrentar estos desafíos resulta urgente: afirma que el caudal de El Pescadito de Oro ha disminuido con el paso del tiempo. En años anteriores, el flujo de agua era más abundante.

En los alrededores del ‘ojo de agua’ se hallan los nidos de chíos, cenzontles y garzas ganaderas. El afluente de El Pescadito de Oro desciende por arroyos que cruzan las viejas vías del tren, las mismas que llegaron a seguir los sonsonatecos décadas atrás para disfrutar de las aguas del manantial.

Hoy, el vital cristalino se mezcla con las aguas turbias agitadas por las lluvias, rodeadas de desechos arrastrados por la corriente.

La popularidad de El Pescadito de Oro ha crecido con fuerza gracias a las redes sociales. Los turistas curiosos también son atraídos por la leyenda local de cómo una joven fue convertida en un pececillo dorado por unos brujos, ofendidos tras ser rechazados en sus intentos por cortejarla. Solo aquellos de corazón puro serán capaces de “hallarse” al “pescadito de oro”.

Tal vez por la basura permanece oculta a la vista de todos. Muchos visitantes no son conscientes de la importancia de El Pescadito de Oro en la vida de Nahuilingo, un lugar con un entorno natural privilegiado que necesita respeto y protección para que el agua siga fluyendo cristalina por generaciones.
