Cientos de palmas decoradas con flores de ensarte, lirios, rosas, azucena y bugambilias acompañaron la tradicional procesión de las Flores y las Palmas en el distrito de Panchimalco, en San Salvador Sur, como parte de una práctica cristiana con raíces en la herencia indígena que se mantiene viva en el corazón de los feligreses.

Entre música de banda, cuetes de vara y baile de historiantes, la Virgen del Rosario fue cargada por una decena de ‘panchitas’, mujeres cargadoras vestidas con la vestimenta tradicional de Panchimalco, cuyo significado en náhuat es el “lugar del estandarte y el escudo”.

Diana Vásquez, una joven cargadora de 28 años, afirma que realiza esta tarea con honor y devoción a la Virgen del Rosario. “Es una devoción que yo siempre he tenido y me ha gustado desde pequeña. Gracias a Dios se me ha dado la oportunidad, ya con esta van como seis años de haber cargado. Me siento orgullosa de mi pueblo, de ser panchita”, indica la cargadora con gratitud y alegría.

Más jóvenes vestidas de celeste y blanco también cargaron a la Virgen de la Concepción, en una trayectoria rumbo a la Parroquia Santa Cruz de Roma, cuya fachada cuenta con más de 400 años de antigüedad.

Para llegar a este resultado lleno de color, salvadoreños locales y de otras partes del país hicieron cita en la Capitanía y Mayordomía del pueblo, que resguardaron a las figuras de la Virgen María, desde tempranas horas de la mañana.

Con paciencia y devoción, las familias ensartaron una por una cada una de las flores cultivadas y donadas por fieles de la localidad, mientras degustaban chicha, café y pan picado como dicta la tradición en las respectivas cofradías. En tanto, decenas de mujeres prepararon alimentos típicos como sopa de gallina y otras comidas para celebrar así el festival en el pueblo.

Desde hace más de 30 años, Andrea Méndez participa en la elaboración de palmas como muestra de gratitud a la Virgen del Rosario. “Cada año me buscan para ayudar en la creación de las palmas”, cuenta con orgullo esta mujer, quien afirma es reconocida por ser una de las que más contribuye con su trabajo a la organización del festival.

Marcela Melara, mayordoma del festival, afirmó que la organización del evento inició con un mes de anticipación, a fin de mantener vivas las tradiciones de Panchimalco, una de las localidades representativas de la tradición indígena a nivel nacional. “Es un evento para que la lluvia sea abundante y favorezca las cosechas”, indicó.

La joven de 23 años buscó a los coordinadores del evento – llamados ‘priostes’- para hacerse cargo de la custodia de la Virgen del Rosario. El festival ha fortalecido el vínculo con su familia panchimalquense, que la ha ayudado en la organización de esta celebración.

“Me siento muy feliz y satisfecha por todo el trabajo que se ha hecho. Y también que mi familia no me ha dejado sola”, señaló. Su mayordomía es la encargada de comprar los ropajes de la Virgen del Rosario y mantener todos los detalles listos para la procesión.

Cabe destacar que la primera figura, la Virgen de la Inmaculada Concepción, es una representación de la niñez y la virginidad de la madre de Jesús de Nazareth, mientras que la segunda, la Virgen del Rosario, es un símbolo de la maternidad.

Su encuentro en las inmediaciones de la Parroquia de la Santa Cruz de Roma refleja un sincretismo entre las creencias de los indígenas nahual pipiles y el dogma de la iglesia Católica, simbolizando la llegada de las lluvias, la fertilidad y la abundancia a las tierras de esta región en esta temporada del año.

La Cofradía de las Flores y las Palmas de Panchimalco mantiene viva una tradición que posee un reconocimiento y declaratoria como Bien Cultural Inmaterial de El Salvador. Antes de su instauración como festival en la década de los años 80, los pobladores realizaban una procesión de origen católico e indígena conocida como “las Tardes de Mayo o Tardes de María”.

Sin embargo, varios promotores de la Casa de la Cultura de Panchimalco, entre ellos, Efraín Vásquez, René Gregorio (conocido como ‘Pan quemado’) y Odilia Guzmán promovieron la actividad como un festival, donde la flor de mayo ensartada en las palmas de coco, el baile de los historiantes, la danza folclórica y el simbolismo entre las creencias indígenas y cristianas tomaron protagonismo en la cultura salvadoreña hoy en día.

