Hallar una ballena en el inmenso océano azul es cuestión de suerte. Sumergidas en la profundidad del vasto mar, no suelen aparecer a simple vista y se requiere de mucha paciencia para su observación. En la espera, solo se escucha el golpeteo de las olas contra el casco de la lancha donde navegamos. A lo lejos, los barcos de carga del Puerto de Acajutla surcan el mar bajo la tranquilidad del sol de mediodía. David Villeda, un guía turístico del Área Marina Protegida Complejo Los Cóbanos, en Sonsonate Oeste, apunta con una sonrisa hacia un punto del mar.
De pronto, a lo lejos, una pequeña aleta surge acompañada de un ligero chorro de agua. Su lomo liso y oscuro emerge por unos momentos mientras todos en la lancha no ocultan su emoción. Desciende levemente y, a los minutos, estalla otro chorro de agua más intenso que rompe la calma con un soplido fuerte y profundo. Es una cría de ballena junto a su madre, que resopla majestuosa mientras toma oxígeno de la superficie.

Entre noviembre y marzo de cada año, las ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) realizan una épica migración anual desde Norteamérica hasta las aguas cálidas de El Salvador para aparearse y criar a las futuras generaciones de este cetáceo, uno de los mamíferos marinos más grandes del mundo.
Los Cóbanos es una playa de arena dorada con 21 mil 302 hectáreas de reserva natural. Las rocas negras de la costa, que tienen origen en las erupciones del volcán de Santa Ana, son el espacio ideal para que cientos de especies marinas formen su hogar. Observar una ballena es la “cereza del pastel”, afirma David, dado que el tour de avistamiento que realizan los touroperadores de Los Cóbanos busca contemplar la fauna marina que reside en este tesoro natural.
En la reserva natural también habitan el delfín manchado tropical (Stenella attenuata), el delfín nariz de botella (Tursiops truncatus) y el delfín listado (Stenella coeruleoalba). También bancos de peces de la especie damisela, labrido, gobio, loro y cirujano, mientras que ejemplares de tortugas golfina, prieta y carey se deslizan en la inmensidad azul.
La playa Los Cóbanos no solo es un sitio turístico, sino un espacio declarado como Área Natural Protegida (ANP) el 12 de febrero del 2008, convirtiéndose en la primera área marina protegida que se estableció en el país y la de mayor tamaño del Sistema de Áreas Naturales Protegidas (SANP). También es considerado el octavo humedal de importancia internacional para El Salvador.

Su importancia biológica radica en la abundancia de su fauna y flora, que abarcan los humedales y el arrecife de coral cuya porción pertenece al Océano Pacífico. Bajo este panorama, es un corredor natural para las ballenas que se se trasladan desde las frías aguas de California, Oregon y Alaska, pasando por México y Guatemala, hasta llegar a El Salvador, Costa Rica y Panamá.
Los ejemplares que avistamos pertenecen a una población de ballenas jorobadas de Centroamérica, considerada en peligro de extinción. Según datos del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), se estima que existen entre 400 a 600 de estos cetáceos.
El recorrido por Los Cóbanos lo realizan siguiendo un triángulo de búsqueda que abarca 20 kilómetros, extendiéndose desde el sur hacia el norte y hacia el oeste. Esto nos llevó a ingresar aproximadamente 11 km mar adentro, surcando las olas y la brisa marina, mientras que en la lejanía se observan el volcán de Izalco, Ilamatepec, Cerro Verde y las características cordilleras salvadoreñas. Los guías turísticos que nos trasladan por el mar pertenecen a un gremio de 36 pobladores de las comunidades de Los Cóbanos y alrededores, que han sido capacitados por el MARN para realizar estos avistamientos.

Amor y maternidad en el mar
La madre y su cría descienden bajo el mar, mientras nosotros esperamos entre cinco y diez minutos para que resurjan nuevamente en busca de oxígeno. Para el lanchero, nuestro grupo tuvo suerte, ya que algunas veces no se han logrado realizar avistamientos con el éxito que nosotros tenemos. Este par fue avistado desde tempranas horas de la mañana, así que uno de los lancheros se quedó en el sitio para asegurarse de no perder su ubicación.
Acercarse a las ballenas implica seguir un protocolo de seguridad que garantice que la visita no altere su comportamiento natural ni las moleste, al mismo tiempo que proteja la integridad de la reserva natural y de los visitantes. La lancha debe permanecer a una distancia de 150 metros, con los motores apagados.
Una vez más, la madre y su cría emergen a la superficie. La emoción y la admiración no se ocultan entre los turistas de esta embarcación. Estas criaturas, que llegan a medir hasta 16 metros de longitud y pesar al menos 40 toneladas, se alimentan de krill y peces pequeños que tienden a cazar con una “red de burbujas” para acorralarlos hasta cazarlos. Hasta principios de febrero, los lancheros han logrado observar al menos a 60 ballenas en la costa de Los Cóbanos.

La pequeña cría es resguardada por su madre. Según los biólogos marinos, las cuidan con ternura, les enseñan a nadar y las protegen de los depredadores como las orcas. Una hembra pasa en gestación entre 10 a 12 meses después del apareamiento y, al término del embarazo, se traslada a las cálidas aguas tropicales de estas zonas para dar a luz. Un ballenato puede pesar más de dos toneladas y medir hasta cuatro metros de longitud.
Mientras esperamos otro avistamiento, una curiosa pregunta aparece en uno de los turistas: ¿y el padre de la pequeña ballena? Nuestro guía nos relata que es muy difícil saber quién es el padre de la cría. Para garantizar la reproducción de la especie, las ballenas tienden a formar grupos competitivos de hasta diez machos, que buscan aparearse con la única hembra del grupo, por lo tanto, varios logran aparearse con ella.
También hay machos que, en lugar de competir por la hembra, prefieren atraer su atención con cantos profundos e hipnotizantes. Las melodías complejas, de muchos matices, son un mecanismo de seducción y, a la vez, un medio de comunicación en la manada, un comportamiento que demuestra su gran inteligencia y sociabilidad. Los lancheros ya se han acostumbrado a escuchar estos cantos durante esta temporada.

Cuando la hembra siente que ya está preñada, se aparta para esperar el nacimiento de su cría y cuidarla en solitario hasta que cumpla un año de vida. No obstante, algunas no permanecen totalmente solas durante este período de maternidad. Hay machos que, aunque no sean los padres, acompañan a las madres para protegerlas de depredadores, mientras esperan por un año que la hembra deje al ballenato para aprovechar su oportunidad de apareamiento.
Una última vez, la ballena expulsa otro chorro de agua y vapor que resplandece con la luz del sol. Inhala profundamente para llenar sus grandes pulmones de aire para revitalizarse y cuidar a su bebé.
Las ballenas jorobadas, y otras especies que visitan y residen en el país, forman parte de la riqueza natural de Los Cóbanos, que es amenazada por la contaminación, el cambio climático, el ruido submarino e, incluso, la colisión con las embarcaciones. Encuentros como este, donde los turistas toman consciencia de la importancia de los ecosistemas del país, son fundamentales para favorecer la preservación de estos gigantes del océano y apoyar el desarrollo local.
