El rol de la Fundación Salvadoreña para la Tercera Edad (FUSATE) va más allá de la protección integral de los adultos mayores. A través de su labor en diversas comunidades, también contribuye a generar conciencia en las nuevas generaciones sobre la importancia de dignificar la tercera edad que, por décadas sufrió exclusión u omisión de sus derechos ante la sociedad.
Así lo expresó la presidenta de FUSATE, Olga Miranda, al referirse a la labor de la organización, que desde hace 35 años trabaja en la defensa y promoción de los derechos de los adultos mayores en el país. Su esfuerzo ha sido clave en la institucionalización del Mes de la Persona Adulta Mayor, una conmemoración celebrada cada enero e impulsada por la fundación para visibilizar y beneficiar a esta población vulnerable.
FUSATE brinda asistencia a aproximadamente 149 mil personas a través de sus ocho Centros Integrales de Día (CDI), dos dormitorios nocturnos y los programas de alimentación, salud y recreación. Estas iniciativas operan en 90 filiales y 100 subfiliales, organizadas por juntas directivas comunitarias en diferentes municipios, caseríos y cantones del país.
Los requerimientos para ser un afiliado son únicamente contar con 60 años de edad, ya que todos los servicios que brinda FUSATE son gratuitos, sin importar la condición socioeconómica de cada persona.
Para los adultos mayores que asisten a los centros de día de FUSATE, como el CDI María Álvarez Stahl, ubicado en la colonia Costa Rica en San Salvador, estos espacios son un oasis de comprensión, descanso y atención de necesidades propias de su edad, entre ellas, combatir la soledad y fortalecer sus vínculos con otras personas que viven experiencias vinculadas a esta etapa de sus vidas.
Los afiliados se mantienen activos con talleres de terapia ocupacional, donde se dedican a realizar manualidades, bordan y realizan costuras según su creatividad, juegan al billar, practican gimnasia y escuchan música de antaño para convivir como una “segunda familia”.

¿Cómo ha sido la evolución de FUSATE a lo largo de los años?
Tenemos 35 años de existir, entonces hemos ido paulatinamente creciendo. Somos una ONG, los fondos los tenemos que gestionar y por eso hacemos actividades como la rifa de un carro. Hoy esta semana tenemos una cena gourmet en La Doña, en el Centro Histórico de San Salvador. Todo eso nos va generando ingresos para nosotros poder mantenernos. Estos programas son costísimos.
También, nosotros quisimos institucionalizar el Mes de la Persona Adulta Mayor cuando empezamos a trabajar porque aquí ni el término se conocía de adultos mayores, ni habían políticas ni atenciones y solo a veces salía en los medios el Día del Anciano que celebraba el Asilo Sara Zaldívar el 19 de enero.
Entonces nosotros quisimos romper con el mito, porque ser adulto mayor no es ancianidad.
Usted va a ver aquí alguna anciana, pero no todas son ancianas o ancianos.
Los adultos mayores es como cuando usted habla de los programas del niño. Si usted habla de los programas del niño hay de neófitos, recién nacidos, parvularia y preadolescentes, ¿verdad? Y después pasan a otro grupo, al adulto joven.
El adulto mayor es desde los 65 años, no de 60, pero nosotros los aceptamos desde 60. Después de 75 a 85 años es la cuarta edad. Y quinta edad es de 85 en adelante, cuando se considera a una persona longeva o anciana.
Pero aquí los medios hablan de ancianos. No es anciano, no es la palabra correcta. No, solo si geriátricamente su cuerpo ha envejecido. Hay gente en el campo que ha trabajado desde los 5 años bajo el sol y con mala nutrición. Está anciano a los 50 años.
Desde que empezamos que no había políticas, no había derechos y no había términos, hoy hemos caminado mucho.


FUSATE impulsó con otras entidades la creación del Consejo Nacional Integral de la Persona Adulta Mayor, enmarcada en la Ley Especial para la Protección de los Derechos de la Persona Adulta Mayor, del 22 de abril 2021, cuyos miembros son representantes de la sociedad civil y el gobierno.
La directora explicó que, por “azares del destino”, FUSATE no pertenece a la mesa, dado que solo puede integrarla una organización no gubernamental. Sin embargo, les alegra que existan estos esfuerzos para esta población vulnerable.
Hablando con respecto a la realidad de los adultos mayores aquí en el país, usted me habla que hay diferentes clases sociales…
La mayoría de adultos mayores son de escasos recursos, nosotros sabemos que casi la mayoría de personas en el país tienen problemas económicos. Y la mayoría de la población adulta mayor que ha envejecido y que tiene más de 65 años, ellos no tienen seguro social, no tienen AFP, mucho menos INPEP ni IPSFA [asistencia del Instituto Nacional de Pensiones de los Empleados Públicos y Instituto de Previsión Social de la Fuerza Armada de El Salvador], eso solo un 20% de la población adulta mayor tiene esos beneficios, los que han sido maestros, los que han trabajado en el gobierno.
Se ha ensanchado la pirámide poblacional en el mundo entero. Y aquí ya no es un juego, ya no es paternalismo, es una necesidad.
Se ha engrandecido la tasa de adultos mayores. Cuando yo empecé los programas de FUSATE hablábamos en ese tiempo, hace 35 años, de 240,000 adultos mayores. Hoy hablamos de 900,000 adultos mayores. Ya hablamos que en el 2050 vamos a tener una población enorme de adultos mayores en estos países.
Entonces, ya de verdad tiene que haber una infraestructura para todos nosotros, creada, bien formalizada. Leyes, políticas e infraestructura.


¿Cómo ha cambiado la perspectiva que tiene la sociedad sobre los adultos mayores?
Antes era bien peyorativo, la gente decía ‘ahhh, el anciano’. Pero las cosas han cambiado, ahora que hay políticas bien definidas y bien completas. El Ministerio de Salud está bien interesado.
Por ejemplo, ahorita nosotros hacemos campañas de cataratas gratis con el Hospital Zacamil y la Fundación Barraquer de Barcelona famosísima, pero coordinados con el Ministerio de Salud y todo es totalmente gratis. Antes la gente moría con las cataratas. Hoy es una atención bien fácil de acceder a ella, si sabe a dónde llegar y cómo llegar.
Nosotros hablamos con la gente del interior del país para llevarla a las campañas de cataratas, le damos transporte donde haya FUSATE y hasta donde nos aguanta el presupuesto, porque tenemos que transportarlos, tenerlos todo el día en el Zacamil, darles de comer en el bus, darle de comer ahí, darles refrigerio, irlos a dejar y los tenemos que volver a regresar en los tres días siguientes para una revisión.
Entonces, para nosotros como ONG es un costo porque el donante que viene de Barcelona, que es la Fundación Barraquer, que es una maravillosa fundación, paga el optometrista y los lentes. Zacamil pone el apoyo logístico y algunos médicos, pero el dinero es el asunto. No viene de nosotros.
Hay gente que cree que es horrible [la operación], que es peligrosa, pero ellos no operan nada que crean que no puedan hacer y todo lo que hacen es exitosísimo.


FUSATE también dirige el centro de día privado” Villa María”, una residencia de lujo para adultos mayores con facilidades económicas, que es considerada por el Ministerio de Salud (MINSAL) como la número uno en su tipo a nivel nacional, afirma Miranda. Se fundó hace dos años, luego de que observaran el inicio de la comercialización de las residencias pagadas para adultos mayores, ya que hay sitios que cobran montos elevados por cuidar personas de avanzada edad sin entregar todos los servicios y atenciones que requieren los residentes.
¿Y qué perspectiva tiene sobre los jóvenes, las nuevas generaciones que tienen que estar atentas a los derechos de los adultos mayores? ¿Ve que hay una nueva perspectiva con los jóvenes o indiferencia por parte de ellos?
Veo las dos cosas. Veo jóvenes bien comprometidos que se han acercado a nosotros y que vienen aquí a ayudar y a todos los centros porque quieren, otros porque les exigen servicio social en el colegio o algo y lo hacen para salir del paso. Sin embargo, he visto cómo hasta han estudiado en la carrera de geriatría o enfermería para cuidar adultos mayores, cómo nos han pedido trabajo después a nosotros porque se han enamorado del proyecto.
Pero también veo una gran cantidad de indiferentes. Creo que los jóvenes no realizan que un día ellos van a estar en ese lado. Y ni se imaginan que se les vaya a ir envejeciendo el cuerpo, ni que van a caminar menos, ni van a tener agilidad. Entonces yo siento que la labor nuestra es doble. No solo es una labor hacia el adulto mayor, es una labor hacia el joven para que tenga una perspectiva de cómo quiere programar su vida.
Si usted está en Estados Unidos, la mentalidad americana del joven empieza ‘a tal edad me voy a retirar. Voy a comprar una casa primero de tanto y después de tanto, voy a tener tantos hijos’ y yo creo que hasta piensan dónde se van a asilar o no, programan. Nosotros no programamos nada, no planificamos.
Una de las mayores preocupaciones es la salud, la nutrición. Nuestra comida salvadoreña de por sí es grasosa. Yo no digo que no comamos cosas ricas, pero que las balanceemos en el horario, en la cantidad y qué comemos. No que nos las quitemos.
Que en el día a día nuestro valor nutricional tenga un sentido, para que nuestro metabolismo funcione bien, pero el problema aquí de obesidad y de diabetes es una cosa grande, ya es una carga para el Estado y eso hace una vejez miserable, cuando usted puede ver gente bien dinámica que se mantiene ágil.
Aquí usted viene a las 7 de la mañana y es impresionante la cantidad de ellas, ellos y ellas, haciendo gimnasia de una hora a 45 minutos. (…) Lo que sí se puede hacer son otro tipo de cosas, no tan sedentarias, tratar de caminar un poco más, complementarlas con un poco más de movimiento, el estiramiento es lo ideal ahora.

¿Qué cambios ve necesarios para que cambie la cultura con respecto a los adultos mayores?
Cuanto más uno comunica y informa, pues más se interesa la gente cuando uno hace más concientización.
Nosotros tenemos testimonios de una señora en Cojutepeque, me acuerdo yo, que la señora se estaba muriendo y pasaba en una cama y decía que se iba a morir. Vino el hijo y la inscribió en un club de nosotros. Y la inscribió para candidata de reina de las fiestas de Cojute, y aunque estaba en cama la señora, ganó porque eran pagados los números.
Cuando le dijeron que iba a ser la reina de las fiestas de Cojute, se levantó de la cama y ya no se estaba muriendo. Le mandaron hacer el vestido, los guantes, la corona y esa señora floreció. Y se olvidó de que se iba a morir. Ella quería morirse. A veces es la forma equivocada de ver cómo uno puede llegar a esa edad, las cosas que uno puede hacer, que uno deja de hacer y que uno mismo se está muriendo.
Tenemos otra señora que llegó a Soyapango en silla de ruedas con las piernitas todas así ‘tuyiditas’ y la capacitaron con gimnasia y la señora después caminaba. Son cosas que se pueden lograr con la dedicación, con el conocimiento y la buena voluntad.
Y lo más importante, siempre lo voy a decir, es la soledad de la persona.
Usted puede tener una casa preciosa, carro abajo, chofer, pero si nadie le habla y nadie la llega a ver y las empleadas le roban su dinero, ¿cómo se siente usted? Sola. La mayoría de las personas mayores se sienten solas. Porque los hijos están en otro lugar, en Estados Unidos, o están en otro departamento. O les dejan de hablar.


Nosotros en los dormitorios públicos nos hemos dado cuenta de gente que creímos sin familia y resulta que todos tienen familia. Solo que, o los hijos no quieren saber de ellos, o ellos no quieren saber de los hijos, o se hacen los desentendidos.
A veces los dejan para no gastar en ellos, porque no tienen ganas de estarlos oyendo, porque no quieren darle una cama. O sea, mil razones. Ellos empiezan a tener problemas, empiezan a tener incontinencia, empieza la diarrea, empieza la artritis, los dolores. Y empiezan ‘Ay, mi mamá me manchó el piso, mi mamá me me vomitó’. Y no es que lo hagan a propósito. O solo una llamadita y colgar. ¿Y ese vacío de esa persona el resto del mes?
Lo que también hay es mucha violencia al adulto mayor, con palabras, con no hablarle, con mandarlos a dormir allá al final de la casa. Quitarle el cuarto bonito, quitarle la cama buena, sacarle el televisor, hay un montón de formas de de discriminación y violencia pasiva.
Los adultos mayores dicen ‘Tengo una escriturita, duermo debajo de la cama con ella, la tengo debajo del colchón y mi hijo me la sacó’. Se la llevan donde un abogado pícaro, la engañan y firman. Todos terminan firmándole algo a un abogado. O el abogado se hace dueño de la propiedad o se la quitan los familiares. Y una vez que ya le quitaron eso, esa persona ya no es importante.
O los empujan, o el bus para y no han terminado ni de bajar cuando el bus vuelve a arrancar y se van en esas gradas para abajo y ahí andan quebraduras de por vida, si es que no se mueren. Tiene que haber una cultura más cuidadosa con ellos.


¿Qué proyectos tienen a futuro como FUSATE para poder ampliar sus beneficios a los adultos mayores?
No, no, nosotros sentimos que ya con lo que tenemos y los que manejamos es una gran responsabilidad y es un abanico bien grande que manejamos. Sin embargo, sí, un sueño, digámoslo así, sería tener más centros de día en el interior del país, manejados por nosotros.
Nos gustaría, por decirte, tener uno en La Unión, uno en la San Miguel. Y poder trabajar directamente porque desde esa sombrilla nosotros vamos a todas las comunidades y fundamos mini pequeñas subfiliales. Y el sentido de pertenencia que tiene la gente cuando se carnetiza y se aglutina a un FUSATE. Eso tiene mucho valor.
Entonces nosotros quisiéramos tener más centros de día, pero nos los tienen que donar. Y después tal vez ayudarnos a mantenerlo, porque ya le dije lo que cuesta cada centro. Pero tenemos las ganas y tenemos la capacidad de atenderlos.
