Desde 2016, Henry Huezo organiza un homenaje en el cementerio donde descansan sus seres queridos. La tradición comenzó como una forma de recordar a su padre, quien tenía una fascinación por las calaveras. Con el tiempo, se ha sumado el resto de la familia.
Cada año, Huezo y sus primos, tías y cuñados se reúnen para decorar las tumbas con objetos que representan a los difuntos, como cervezas y figuras de calaveras, dándole un toque único al lugar.
«La idea surgió por mi papá, le encantaban las calaveras», explica Henry, quien también recuerda a su abuelita, fallecida el año pasado.
El homenaje no se llevó a cabo en 2020 debido a la pandemia, lo cual dejó un vacío en la familia. «Ese año me sentí muy mal, siempre pasamos todo el día en el cementerio», comenta Huezo, quien dedica cada 2 de noviembre a sus seres queridos con esta temática tan personal.
El evento familiar ha ido creciendo con el tiempo. Además de recordar a su padre, ahora también se suman más miembros de la familia al homenaje, como su abuela y otros parientes que pasaron a mejor vida. Con esta intensión, decoran las tumbas con detalles como los «bultitos» favoritos de su abuela y las bebidas preferidas de sus tíos, haciendo de la decoración un homenaje íntimo y lleno de simbolismo.
Aunque el tributo tiene un toque festivo, para Henry es una manera de seguir conectado con los que trascendieron esta vida. «La cuestión es compartir con ellos este día», concluye. Además, su tía abuela se encarga de repartir chuco, una bebida tradicional, a quienes pasan por la tumba, haciendo que este gesto sea también un acto de generosidad familiar.