El Salvador
miércoles 27 de noviembre de 2024
ZONA 1

Amor sin complejos

por Astrid Mejía


En el mes de San Valentín, Gabriela y Omar cuentan su historia de amor que nació en un mercado del centro e instruyen sobre la vida sexual a plenitud de las personas talla baja.

En medio del ruido y la agitación de gente que camina asediada por prisa, los gritos de los comerciantes que intentan colocar sus productos, el calor que intensifican las láminas que recubren el recinto y la mezcla de olores que derrocha la frescura de las frutas, carnes y verduras en el centro de San Salvador, un hombre espera paciente cautivado por la belleza, el carisma y la gran personalidad de una chica de 1.10 metros de estatura.

En el mercado, donde su madre la llevaba a vender desde pequeña, comenzó a escribirse una historia de amor entre Omar y Gabriela, quienes mandaron al cesto de la basura los complejos para transitar libres por las calles tomados de la mano, ignorando a más de alguno que los mira de reojo.

“Mi mamá me ha criado en el mercado y ahí nos conocimos. Cuando llegué a los 15 años comenzó él a piropearme y ahí fue cuando nos comenzamos a conocer más. A los 16 me acompañé”, cuenta Gabriela.

“Yo la miraba y la miraba cuando pasaba y decía ‘esa chiquitina va a ser mía’ y ahí está que me la robé. Me hizo caso”, sonríe Omar al recordar cómo comenzó a conquistarla. “Y gracias a Dios estamos aquí”, añade.

Gabriela, quien ahora tiene 35 años, revela que al inicio pensó que el interés mostrado por él correspondía a saciar una simple curiosidad, lo cual le inquietaba, pese a que su madre, también de talla baja, trató de hacer de ella una mujer fuerte, que aprendiera a amarse a sí misma y a luchar ante la adversidad, apuntando siempre a lo más alto.

“Antes tenía yo ese conflicto, que él quizá solo quería salir de la duda de qué era estar con una persona pequeña; pero pasó el tiempo, se acopló a mí, en el hogar trataba que yo me sintiera bien, alcanzándome las cosas, y después dije ‘ah no, no era solo salir de duda; le intereso’”, manifiesta.

“Yo la miraba, ella me miraba y yo decía ‘a ella le gusto’. Sinceramente, yo decía ‘ya voy a probar a esa chiquitina, a ver qué se siente. Me daba curiosidad ver qué se sentía estar con una pequeña. Me gustó y me enamoré de ella”, confiesa Omar a sus 40 años.

Fue así como tomaron la decisión de irse a vivir juntos y aquella “curiosidad” en marzo próximo se dilatará hasta los 20 años forjando una relación sólida cimentada en la confianza, el diálogo y la complicidad, según indican, y ese amor ya les dio dos hijos, uno talla baja y el segundo de estatura promedio.

“Nosotros tenemos un 50 por ciento de probabilidad de tener hijos talla baja. Mi mamá es talla baja, es la única de sus hermanas de estatura pequeña, y de ella vengo yo, y de mi persona viene mi primer hijo. Mi hijo mayor también puede tener un hijo talla baja”, ramificó Gabriela, agregando que en algún momento también temió que su pareja discriminara a su primer hijo, pero no fue así. “Cuando lo vio fue alegría para él y para todos nosotros”, cuenta.

FOTO: D1/CARLOS DÍAZ

Omar y Gabriela posan para las cámaras de Diario 1. FOTO: CARLOS DÍAZ

Gabriela considera que crecer en el ambiente de un mercado le ayudó a forjar un espíritu aguerrido y relajo. No se calla lo que piensa y por ello tampoco guarda complejos ni se censura para compartir parte de su vida sexual con la comunidad lectora de Diario 1.

Sabe que así como su pareja, a muchas personas les intriga qué se sentirá estar con alguien talla baja, pero no hay nada detrás, algo que comprenderán cuando comiencen a ver a las personas como personas, independientemente de su estatura, peso, color de piel, género, sexo o edad.

“Estar con alguien pequeña o grande es igual. Mi primera pareja era grande, pero nos dejamos y después me enamoré de ella”, manifiesta Omar.

“Todas las poses las sabemos hacer, no tenemos alguna en especial, porque tratamos que él se sienta bien y de igual manera yo. Si una pose le gusta a él, la hacemos y de ahí nos damos vuelta a mi pose y así. Tratamos que él se sienta bien y yo también como toda pareja”, afirma Gabriela.

Como cada verdura fresca que llega al mercado día a día, el amor sigue rejuveneciéndose en esta pareja que se pasea feliz, con un sonrisa sincera, tomada de la mano, por los senderos del Parque Cuscatlán, derribando muros mentales que nos enseña a ver el amor desde otra perspectiva en el mes de San Valentín; una menos consumista y más auténtica.

De hecho, casi nunca se recuerdan del 14 de febrero. Su amor se ha cultivado trabajando juntos en el mercado y departiendo por las noches con una cerveza bien fría en algún bar de la capital, donde cada momento vivido y que atesoran en su memorias no tiene precio.

“Sabemos convivir mucho, salimos juntos bastante de noche, y salimos como novios”, dice Gabriela. “Estos 20 años acompañado con ella han sido excelentes”, responde Omar. “Es que lo he sabido moldear a mi manera”, certifica ella con el sello de su sonrisa.

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