La siguiente escena ocurrió el 8 de octubre de 2019, a las 12 y nueve minutos del mediodía, en la sala 3C del Centro Judicial Isidro Menéndez, en San Salvador:
Isaí Ernesto – quiero, como habíamos quedado, pedirle una disculpa pública al sacerdote por las declaraciones que di falsamente ante el Arzobispado de San Salvador, pedir… eh…eh (se alejó el micrófono de la boca, volvió a ver a la izquierda y preguntó: ¿qué más sigue?)
Juan Francisco – pedir disculpas públicas y retractarse de las declaraciones falsas.
Isaí Ernesto – Ah, sí, perfecto. Entonces: quiero pedir disculpas al sacerdote José Antonio por las declaraciones que di falsamente y declaro ante este tribunal que todo lo que dije ante el arzobispo de San Salvador es mentira. Todo lo que dije en la declaración que di ante ellos es falso y después de esta audiencia voy a darle la declaración al periodista del medio escrito. Solamente eso.
Jueza – ¿Recuerda qué fecha fue cuando le mintió al arzobispo?
Isaí Ernesto – No señora jueza (casi no se le escuchó pero en ese momento se dio cuenta que no tenía el micrófono cerca de la boca y se lo acercó) perdón señora jueza, honestamente no recuerdo la fecha.
Jueza – ¿En cuántas ocasiones fue donde el arzobispo?
Isaí Ernesto – ¿En cuántas ocasiones lo visité a él? Creo que fueron tres ocasiones.
Jueza – ¿Usted quiere conciliar con el sacerdote?
Isaí Ernesto – Así es. Así como lo solicitaron me estoy disculpando con el sacerdote Molina Nieto. Públicamente ante este tribunal declaro que todo lo que dije fue falso.
Jueza – ¿Qué fue lo que dijo usted?
Isaí Ernesto – Todo lo del abuso y absolutamente todo lo que dije allá fue falso. No recuerdo exactamente todo lo que dije, que él me había abusado a mí cuando yo era pequeño eso es falso, es falso… es que básicamente en eso se basó todo el proceso. Solamente su señoría.
El 4 y el 7 de enero de 2016 las hermanas G. presentaron denuncia escrita en el Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de Primera Instancia Provincia de San Salvador al entonces párroco de Panchimalco, José Antonio Molina Nieto por otras agresiones sexuales y acoso sexual. El día 10 de ese mismo mes y año los clérigos las entrevistaron para ampliar sus declaraciones.
En marzo y en abril de 2016 Isaí Ernesto Mendoza Martínez también denunció al entonces sacerdote por violación y lesiones ante el Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de Primera Instancia.
Las agresiones sexuales de las supuestas tres víctimas ocurrieron, según sus versiones, entre 1996 y 1998, cuando eran menores de edad y estaban relacionadas con la parroquia Santa Cruz de Roma, en Panchimalco y con la escuela de la localidad.
Con esas denuncias inició la remoción del sacerdocio de Molina Nieto. ¿Cómo fue ese proceso? Muy poco se conoce. La versión que se conoce es la del afectado: según él fue un proceso en el que no se le permitió defenderse como es debido porque se enteró casi a última hora de los señalamientos en su contra.
En un escrito que su abogado Juan Francisco Bonifacio Deleón mandó al Tribunal Sexto de Sentencia señaló: “Sin haber ordenado ninguna clase de prueba testimonial, documental, pericial o científica como consecuencia de dichas pruebas calumniosas o difamantes, decidieron suspenderlo de manera definitiva del ejercicio del sacerdocio”.
El expediente 337-2016 archivado en el Tribunal Sexto de Sentencia de San Salvador contiene el proceso que inició Molina Nieto contra las hermanas G. y contra Mendoza Martínez por difamación y calumnia. Lo inició once meses después de su suspensión definitiva de la Iglesia Católica, es decir, después de ser hallado culpable. Su caso fue resuelto en un tiempo relativamente breve: entre el 10 y el 26 de febrero de 2016.
Dieciséis días parece ser un tiempo inusualmente corto en este tipo de casos.
Como parte de sus pruebas de cargo Molina Nieto ofreció documentos con los que pretendía demostrar que Mendoza Martínez nunca fue acólito de la Iglesia Santa Cruz de Roma de Panchimalco, donde aseguró que había sido abusado sexualmente. Es más: siempre aseguró que nunca lo conoció. Ni siquiera lo había visto una vez en su vida. El 8 de octubre, día de la audiencia de conciliación, pasó de largo por la entrada del Tribunal donde estaba sentado en una silla plástica la que se supone fue su víctima. El abogado Bonifacio sí se percató de quien estaba ahí y llamó a su cliente para avisarle: “Él es”.
Como parte de sus pruebas de cargo en el juicio por difamación, Molina Nieto también ofreció documentos para demostrar que Mendoza Martínez nunca tuvo nada que ver con la parroquia de Panchimalco.
Uno de los principales argumentos para sostener la demanda por difamación y calumnia es que en el juicio eclesiástico Molina Nieto no tuvo derecho a defenderse como era debido. Por eso el 19 de junio de 2017 el Tribunal Sexto de Sentencia pidió, a solicitud de Bonifacio Deleón, la copia certificada del proceso eclesiástico que terminó en la remoción del ejercicio del sacerdocio. Cuatro días más tarde monseñor Rafael Urrutia contestó: los archivos originales fueron enviados a la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. “No tenemos en la diócesis ningún archivo, ningún documento alguno sobre estos casos, puesto que todo fue enviado en su momento a la Santa Sede”.
Molina Nieto aseguró que fue a la Santa Sede, en Roma, a revisar la causa en su contra. De hecho, según dijo, aquí únicamente le habían avisado que las hermanas G. habían abierto proceso en su contra pero no Mendoza Martínez. De éste último caso se enteró ya tarde.
Sin las pruebas que contiene el expediente abierto en el Tribunal Eclesiástico, el discurso dominante ha sido el de Molina Nieto.
El 10 de julio de 2017 las hermanas G. llegaron al Tribunal a conocer los pormenores de la demanda en su contra. Mendoza Martínez no llegó ni mandó abogado.
En ese momento se dijo que Mendoza Martínez había fallecido. Un mes más tarde el Registro Nacional de las Personas Naturales (RNPN) lo desmintió.
El 7 de septiembre de 2017 Molina Nieto exigió, para retirar la demanda contra las hermanas G. y Mendoza Martínez, los siguientes puntos: que se retractaran de las acusaciones que le hicieron en el Tribunal Eclesiástico, que se retractaran públicamente a través de los medios de comunicación y que le pagaran 133 mil 333.33 dólares en un solo pago a más tardar el día 18 de ese mismo mes y año. Ese pagó, sin embargo, nunca se concretó.
G. rechazaron esas exigencias. Mendoza Martínez seguía sin dar señales de vida. Nadie sabía dónde estaba.
Unos días después Jorge Alberto Moreno Morán, defensor de las hermanas Gutiérrez, presentó al Tribunal un escrito en el que señalaba que si Molina Nieto fue acusado dentro de un proceso canónico es que tuvo derecho de defensa pero que, migrando a un proceso civil, estaba revictimizando “a quienes siendo menores de edad fueron sus víctimas de abusos sexuales (…) siendo ellas menores de edad realizó conductas impropias por medio de tocamientos de sus partes íntimas”.
Como parte de las pruebas de descargo el abogado ofreció constancias médicas que reflejaban los traumas como consecuencia de las supuestas agresiones sexuales y pidió que un perito también las evaluara psicológicamente.
Molina Nieto también ofreció más de docena y media de testigos que hablarían a su favor, entre ellos la directora de la escuela donde estudiaron G. así como constancias de buena conducta de los centros educativos y religiosos en los que trabajó.
Todo estaba listo para la audiencia final en la que se verían cara a cara G. y el expárroco de Panchimalco.
El 9 de enero de 2018, sin embargo, Molina Nieto presentó un escrito en el que desistía de la acción contra ellas. En el expediente judicial no hay argumentos ni nada. Sin embargo, él ha explicado que renunció porque ellas aceptaron retractarse en un escrito que redactaron y firmaron en el Arzobispado de San Salvador.
Para la firma de ese escrito participaron como testigos monseñor José Luis Escobar Alas y el cardenal Gregorio Rosa Chávez.
Ese escrito solo lo tienen Molina Nieto y el Arzobispado de San Salvador.
G. fueron las primeras que lo denunciaron. Pero no habían sido las únicas. Mendoza Martínez seguía sin aparecer hasta que el 18 de marzo de 2018 apareció a la fuerza: la Policía Nacional Civil (PNC) lo capturó. El acta de detención de las 13 horas dice que los vigilantes del Centro Comercial Multiplaza lo retuvieron porque otras veces había llegado a estafar a los clientes. “Hace cuatro meses se hizo pasar por vendedor de celulares y le ofreció un aparato telefónico a una mujer a la que engañó de entregarle un aparato mejor que el de ella, por lo que le dejó una caja sellada y le pidió a cambio su teléfono. Al retirarse la mujer abrió la caja la cual no tenía ningún teléfono celular solo una piedra”.
Los primeros días estuvo detenido en las bartolinas del Centro Judicial Isidro Menéndez. Después se le permitió recuperar la libertad. Y otra vez se desapareció. Fueron más de quince meses en los que se negó a responder a la demanda por difamación vigente en su contra hasta el 26 de septiembre de 2019 que por su cuenta llegó al Sexto de Sentencia dispuesto a pedir disculpas.
En la audiencia de conciliación del 8 de octubre Molina Nieto se explayó diciendo que se sentía herido, más que por las denuncias, por el proceso que se llevó en su contra en la Iglesia Católica salvadoreña. “Yo fui condenado amarrado de pies y manos”, dijo. Aclaró, además, que no tiene interés en una compensación económica. “Yo a él no le agarro ni un centavo”, dijo refiriéndose a Mendoza Martínez.
La jueza del Sexto de Sentencia le recriminó a Mendoza Martínez: ya no mienta porque «casos de este tipo implican la credibilidad de la iglesia, por eso los países no progresan».
El 13 de octubre, en la conferencia de prensa dominical, el arzobispo de San Salvador defendió el proceso: aseguró que Molina Nieto tuvo derecho de defensa, que hubo una investigación, que se reunió información.
“Llega un momento en que se le pide a la persona demandada que se defienda y entiendo que hubo personas que lo defendieron (…) la Santa Sede no va proceder sin tener la información completa, la pide, si algo no está completo lo pide y nosotros estamos para mandar toda información que se nos da”, comentó.
Las supuestas víctimas se retractaron de las acusaciones que hicieron a Molina Nieto. El arzobispo de San Salvador no.