El Salvador
lunes 25 de noviembre de 2024

Memorias desde la oscuridad: “d’Aubuisson siempre me puteaba”

por Redacción


René Hurtado comenzó hacer radio a inicios de los años sesenta. Cubrió la preguerra y toda la guerra civil salvadoreña. Entrevistó a los grandes personajes salvadoreños de finales del siglo XX. A mediados de los años noventa perdió la vista. Pero eso no le impidió seguir ejerciendo como periodista.

San Salvador, VeintiséisDeAbrilDe1996

Es tarde. El cielo ha comenzado a oscurecer. En el edificio de la Corte de Cuentas hay fiesta. Hay música, comida, bebidas. En la fiesta está el periodista René Hurtado. El periodista René Hurtado ignora que dentro de unos minutos su automóvil quedará estrujado entre los hierros de una rastra y sus ojos estallarán con el impacto.

De ahí para delante todo será oscuridad.

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«Le fallé a Monseñor Romero».

El rostro de René Hurtado se tensa cuando recuerda aquellos días de 1978. El Salvador soplaba vientos turbulentos. El último gobierno militar, encabezado por el general Carlos Humberto Romero, reprimía y masacraba a los movimientos sociales y la guerrilla ya no era un juego de aventureros: ahora secuestraba y mataba. Monseñor Óscar Arnulfo Romero era el arzobispo de San Salvador y se había convertido en el principal defensor de los derechos humanos. René Hurtado tenía 32 años y era uno de los periodistas de radio más destacados. Trabajaba en YSKT Radio Cadena Central.

Cierto día lo llamaron del arzobispado de San Salvador y le ofrecieron hacer una revista. Aceptó. Fue a una oficina de la parroquia San José de la Montaña y habló con Monseñor Romero. Le explicó el proyecto y comenzó a trabajar en una habitación repleta de papeles e impresores. Pero a los pocos días llegó un grupo de arzobispos y le pidieron algo que no le cayó en gracia: «Me dijeron que cuando comenzáramos a hacer la revista no fuera a publicar nada sobre las homilías de Monseñor Romero. Ni que tampoco hablara nada de él. A mí no me gustó. Pero me la tragué».

René siguió trabajando en los preparativos. Pero las cosas no terminaron ahí: «A los dos días llegaron de nuevo y me dijeron lo mismo. Ahí sí fui hablar con Monseñor Romero. Llegué a su oficina. Entré. Me senté y platicamos. Me preguntó que cómo iba el trabajo. Le dije que bien, pero que había un problema. Le expliqué lo que me habían dicho los curas. Se puso a reír. Hay dejalos, hay dejalos, no les hagás caso, me dijo. Yo le dije que no me agradaba que estuvieran haciendo eso y que los iba a mandar a otro lado. Mandalos a otro lado, pero no les hagás caso, me dijo. Eso sí, no vayas a salir con la gracia de renunciar. No, Monseñor, le dije… Y le fallé a Monseñor. Le fallé porque como a la semana me fui».

Dos años después, cuando monseñor Romero fue asesinado, René Hurtado corrió hasta su automóvil y se fue a la policlínica donde tenían el cadáver: «Recuerdo que en el camino iba llorando. Cuando llegué vi el cadáver de Monseñor Romero en una camilla. Me acerqué a verlo y lo toqué. Tenía cuatro alfiles de color donde había entrado la bala. Entrevisté al médico que había hecho la autopsia… La imagen de monseñor en la camilla nunca se me borró de la  cabeza».

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«Siempre estuve del lado del PDC».

René Hurtado habla suave y pausado. Por momentos se ríe. Por momentos se tensa. Sobre todo cuando recuerda sucesos de la guerra civil salvadoreña, la cual estalló en 1981, un año después del asesinato de Monseñor Romero.

Fueron años intensos, de mucha actividad periodística. En 1984 llegó al poder José Napoleón Duarte, un líder político de la democracia cristiana que había ganado prestigio en los años sesenta y setenta, primero como alcalde de San Salvador y luego como candidato presidencial de la UNO, una coalición de partidos que ganó la elección presidencial de 1972, pero que los militares revirtieron con maniobras fraudulentas.

René Hurtado cubrió todo el conflicto armado. Estuvo en primera fila. Documentó enfrentamientos y masacres. Entrevistó a jefes guerrilleros y a jefes militares. También a líderes políticos; el más importante, Ronald Reagan, presidente de los Estados Unidos. La oportunidad se dio en octubre de 1985, cuando la guerrilla liberó a Inés Duarte, hija del presidente Duarte, quien había sido secuestrada un mes antes: «El presidente me mandó a llamar para que lo acompañara a la Casa Blanca. Recuerdo que el avión Número 2 vino a traernos al aeropuerto de Ilopango. Nos fuimos. Llegamos a la Casa Blanca. Afuera había varios corresponsales extranjeros. Cuando Inés salió, el presidente Duarte la abrazó. Esa foto la hice yo. Después aproveché para entrevistar a Ronald Reagan en el Congreso de Estados Unidos. Hablamos sobre el secuestro de Inés Duarte. Me dijo que le agradaba que la hija del presidente hubiera sido liberada y que se encontrara con bien. Fue una entrevista bien breve».

¿Por qué el presidente Duarte lo invitó a Estados Unidos para que viajaran en el mismo avión? René Hurtado responde esa pregunta con claridad: «El presidente me conocía bien y me tenía bastante confianza como periodista, y aparte de eso, sin decirle yo, siempre estuve del lado del PDC».

entrevista guerrilleros 45d

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«Roberto d’Aubuisson siempre me puteaba».

El Mayor Roberto d’Aubuisson, líder y fundador del partido ARENA, se enfurecía cuando los periodistas le preguntaban sobre su presunta participación en el asesinato de Monseñor Romero. René Hurtado recuerda que era uno de los que más le hacía rabiar: «Siempre que lo iba a entrevistar me decía: mirá, te voy a dar declaraciones, pero no me vayas a preguntar la mierda de Romero, porque siempre me preguntás que si yo lo maté y ya te dije que no».

Durante los años ochenta, Roberto d’Aubuisson fue señalado como una de las cabezas de los Escuadrones de la Muerte. Tenía fama de militar rudo, de dirimir las diferencias con balas y sangre, de aniquilar a sus enemigos más acérrimos. René Hurtado piensa que a él no lo mandó a asesinar porque era uno de los periodistas salvadoreños más populares de la época: «Conmigo era abierto para hablar. Aunque siempre me puteaba. Una vez, en la Asamblea Legislativa, delante de unos compañeros, me dijo: mirá Peche —así me decía—, ¿por qué no dejás de ser un pescado corrupto y te pasás a ARENA? No es mala idea, le dije yo, aunque yo prefiero ser pescadito corrupto a ser un escuadronero. Come mierda, me respondió… ¡Jajaja!…  Así era él. Me putiaba. Era bien original el baboso conmigo. Por eso es que digo yo que no me mandó a matar».

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«Los militares no me querían».

René Hurtado dice que durante la guerra presenció horribles escenas. Por su cabeza aún desfilan decenas de cadáveres que se pudrían en las calles de El Salvador. En los años ochenta, además de reportear para Radio Cadena Central, de la cual era director de prensa, también escribía para diario El Mundo. Iba y venía por todo el país.

En la radio, donde pasaba la mayor parte del tiempo, solían llegar grupos de guerrilleros armados, que pedían les transmitieran mensajes almacenados en grabadoras. El resultado era siempre el mismo. Minutos después de que el mensaje salía al aire, la Guardia Nacional entraba botando puertas, con sus fusiles empuñados, buscando a los guerrilleros. Pero nunca los encontraban.  «Recuerdo que en una ocasión  llegaron los guerrilleros y me preguntaron dónde estaba la consola. Los llevé donde el operador y le expliqué que eran del FMLN y que se habían tomado la radio y que iban a poner un mensaje. Me dieron la grabadora. La grabación tenía, primero, dos canciones y después iba el mensaje. Les daba tiempo a ellos de irse… Al rato llegó la guardia. Entraron como de película, con los fusiles alzados, tirando todo, preguntando por los guerrilleros. Les dije que ya se habían ido, que ellos habían llegado media hora después. Sí, pero ¿dónde está la grabación?, preguntaron. Allá está, les dije. La tomaron. Uno de los guardias me dijo: vos has de ser guerrillero. Me golpeó. Puta, por qué me golpeás, le dije. Cuando me empujó por segunda vez le agarré el fusil y se lo quité. El otro guardia me encañonó. No jodás, trátame bien, le dije y le devolví el fusil. Esas cosas pasaban. Los militares no me querían. No me podían ver».

En una ocasión le llegó el siguiente mensaje:

Amenaza RH

Nada de eso le impidió seguir reporteando. Lo hizo hasta el final de la guerra civil. Hasta que la guerrilla y el Gobierno firmó la paz en 1992.

Con jefes guerrilleros durante diálogos de Acuerdos de Paz, en Oaxtepec, México.

Con jefes guerrilleros durante los diálogos de Acuerdos de Paz, en Oaxtepec, México.

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26 de abril de 1996. Es tarde. El cielo ha oscurecido. El automóvil de René Hurtado está debajo de una rastra. Aplastado. Totalmente aplastado. En el impacto le estallaron los ojos. Está inconsciente, en plena oscuridad.

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Después del accidente, René Hurtado no volvió a ver la luz. Pero nada lo detuvo. Siguió escribiendo artículos periodísticos y trabajando en la Corte de Cuentas. Con la ayuda de sus hijos, una graduada en informática y el otro en sistemas de redes, creó una página en internet llamada Diputado 85, donde publica algunos de sus recuerdos. También escribe para el periódico El Independiente. Desde entonces, la dinámica es la misma: «mi esposa se sienta en la computadora, yo le dicto todo y ella escribe. Así lo hacemos. Ya estamos acostumbrados a trabajar así».

René Hurtado con madre Teresa de Calcuta, en su visita a El Salvador 1988.

René Hurtado con madre Teresa de Calcuta, en su visita a El Salvador 1988.