Las fiestas ganaderas eran un despilfarro de dinero. Había de todo: licor, cocaína, armas, música en vivo y hasta prostitutas colombianas. Eran las fiestas de un círculo de mafiosos que se reunían en el occidente del país. Eran las fiestas del cártel de Texis.
Un hombre, que participó en esas fiestas porque era la mano derecha de uno de los cabecillas de Texis, asegura que en las fiestas ganaderas se veía de todo.
“Se hacían fiestas y se traían edecanes de Colombia. Ahí llegaba toda esta gente (miembros de Texis). Hasta políticos. Llegaba Claudia Ramírez, quien fue diputada por Santa Ana”, dice el hombre que aceptó relatar algunos de los secretos de Texis bajo la condición de no revelar su identidad.
En esas fiestas, incluso, se exhibían armas de todo calibre y de toda calidad. Roberto Herrera, conocido como El Burro, siempre andaba dos pistolas nueve milímetros: una negra y otra bañada en oro. Así lo confirma el testigo cuando se le pregunta si eso era cierto
—Sí, yo mismo andaba una que me había regalado Roberto. Pero todo eso se desapareció en los allanamientos cuando capturaron a Roberto.
— ¿Tenían muchas armas?
— Sí. Había dieciséis GR-15 y 44 magnum. También había varios Galiles.
— ¿Cómo era la personalidad de los cabecillas de Texis? ¿Eran violentos?
— El Burro es violento cuando está tomado. Pero cuando no, no. Chepe Diablo era el que llevaba la voz en las reuniones, pero no era violento. Si usted es jefe no va a ser violento. Solo se es violento con la gente insubordinada.
El testigo asegura que no solo se reunía con la gente de Texis para celebrar, sino para planificar ilícitos: tráfico de droga y robo de automóviles.
— ¿Dónde se reunían?
—En la hacienda de Roberto. Las reuniones se hacían en la hacienda de El Burro. También en un hotel de Santa Ana que era de Chepe Diablo, y algunas reuniones de emergencia en Metapán cuando estaba don Juan de alcalde.
Antes de ser capturado, Roberto Herrera era el tercer cabecilla del cártel de Texis. Dirigía una red de robacarros. Fue por ese delito que fue procesado y condenado a 35 años de cárcel en 2015. En el expediente que armó la Fiscalía General de la República (FGR) hay una escena que retrata la personalidad de El Burro.
En una ocasión, dos de sus trabajadores llegaron a su hacienda en un pick up. Adentro había un amplio parqueo, ventilado, con una fila de sillas con monturas de caballo.
Dos hombres bajaron a toda prisa y caminaron hacia adentro. Eran pasadas las dos de la tarde. La hacienda era extensa.
De un largo pasillo apareció un hombre de cabello cenizo y rostro enfurecido. “Hay viene mi viejo”, gritó con ímpetu y se llevó una mano a la cintura. Ahí, incrustadas en un cinturón, tenía dos pistolas nueve milímetros. Era Roberto Herrera.
El Burro les preguntó a sus invitados si querían cocaína, mujeres o comida. De pronto sacó una pistola de color dorada y le disparó a una vaca en la cabeza. El animal cayó al suelo, desvanecido, muerto.
En seguida les dijo a sus empleados que la destazaran y la cocinaran. Fue una señora la que se encargó de preparar la carne en una barbacoa.
Instantes después, “El Burro” le ordenó a un empleado que fuera a traer cocaína, y así lo hizo; regresó con una bolsa transparente que contenía dos libras de un polvo blanco y se la entregó a su patrón.
“El Burro” les ofreció a sus amigos. Uno de ellos era Antonio Filiberto Vaquero y el otro un joven que después se convertiría en testigo criteriado.
Herrera comenzó a consumir cocaína, sacó de nuevo la pistola dorada y le disparó al joven, cerca de los pies, como en seis ocasiones. En tono irónico le dijo a Vaquero: “Vamos a ver si este bicho es hombre”. El joven esquivó las balas como pudo y se quedó callado por temor a que lo asesinaran.
Ese tipo de escenas eran comunes. El testigo asegura que Herrera era violento con sus trabajadores cuando estaba drogado.
— ¿Se aniquiló gente por desobedecer a Texis?
— No. Se les mandaba a dar un quita polvo.
— ¿Quita polvo?
— Sí, así le decían: quita polvo.
— ¿A usted lo entregaron?
— Sí, así como dejaron a Roberto también, porque cuando nos capturaron y nos llevaron… a Roberto lo agarraron en julio y a mí en diciembre, nos llevaron en un solo grupo a la DCI. Recuerdo que ahí salió (Héctor) Mendoza Cordero (subdirector de la PNC) y le dijo: “Calladito te ves más bonito. No vayas a hablar nada”. Ahí fue que le pusieron el zíper a Roberto, porque si Roberto hubiese hablado otra historia fuera.
— ¿No lo amenazaron?
— No, es que Roberto ya no tenía gente afuera.
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