El Salvador
viernes 22 de noviembre de 2024

Memorias de René Fortín Magaña: “Quise ser presidente, lo confieso con pudor”

por Redacción


En su oficina, convertida en una biblioteca personal, René Fortín Magaña relató para Diario1 parte de sus memorias, en las que cuenta cómo inició su vida pública, su paso por los tres poderes del Estado.

Participó en un golpe de Estado e integró una Junta de Gobierno. Fungió como decano de la Universidad de El Salvador. Fue candidato presidencial pero perdió. En los años noventa fue electo presidente de la Corte Suprema de Justicia. René Fortín Magaña, doctor en Jurisprudencia y Ciencias Sociales por la Universidad de El Salvador (UES), vivió en primera fila los conflictos políticos del país en los años 60, 70 y 80.

En su oficina, convertida en una biblioteca personal, René Fortín Magaña relató para Diario1 parte de sus memorias, en las que cuenta cómo inició su vida pública, su paso por los tres poderes del Estado y su faceta de escritor bajo el seudónimo Víctor Uclés. Actualmente es director del Instituto de Investigación Jurídico de la Universidad Doctor José Matías Delgado.

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Nací en Ahuachapán, el 24 de julio de 1931. En esa época era presidente de la República el ingeniero Arturo Araujo, a quien derrocó el general Maximiliano Hernández Martínez el 4 de diciembre del 1931.

Mis primeros años los pasé en mi ciudad natal. Después, mi padre, Romeo Fortín, desempeñó un cargo público y tuvimos que irnos con toda la familia a San Salvador. Yo aún estaba pequeño. Comencé mis primeros estudios en el Colegio Centroamericano, que dirigían unas hermanas de mi papá. Ahí cursé hasta cuarto grado. Luego me cambié al Liceo Salvadoreño, donde me bachilleré en 1948.

Esos años, en los que pasé de ser un adolescente a un joven, fueron marcados por grandes momentos de la historia política del país. Cuando tenía 13 años, más o menos, hubo una protesta masiva, la que conocemos como La huelga de brazos caídos. Trajo consigo la renuncia del general Maximiliano Hernández Martínez el 9 de mayo de 1944, luego de más de 10 años de dictadura militar y mano dura.

En mayo de 1944, luego de la renuncia de Martínez, se formó un Gobierno transitorio presidido por el general Andrés Ignacio Menéndez. Fue entonces cuando se comenzaron a constituir varios institutos políticos en busca del poder. Uno de ellos fue el Partido Acción Democrática, del que formó parte mi padre, Romeo. Desde ahí, tenían una trinchera para pelear y luchar contra las injusticias. Hay que destacar que este partido no es el mismo que fundé yo años después, con nombre igual.

El gobierno del general Menéndez, que duró cuatro meses y medio, siguió la línea de la opresión política. Sin embargo, el 21 de octubre llegó al poder con un golpe de estado el coronel Osmín Aguirre y Salinas. Él fue todavía más duro y cruel para reprimir a la población. Su mandato duró hasta el 1 de marzo de 1945, cuando el general Salvador Castaneda Castro fue elegido presidente de la República.

La elección del general Castaneda se dio después que se presentó como candidato único. Durante su campaña recibió el respaldo de la Fuerza Armada y los terratenientes cafetaleros. Su gobierno continuó las políticas represivas de los grupos opositores, a imitación de Maximiliano Hernández Martínez.

En el año 1948, cuando yo me bachilleré, depusieron al presidente Salvador Castaneda Castro y entró  al poder el Consejo Revolucionario de Gobierno, integrado por el doctor Reynaldo Galindo Pohl, el coronel Óscar Osorio y otros personajes. Este comenzó muy bien, pero pronto se hizo impopular. Tomaron medidas represivas severas. Los días de alegría se esfumaron. La opinión pública se volvió en contra del Consejo.

Años combativos

En medio de este clima sociopolítico marcado por la opresión, yo comencé a estudiar la carrera de Derecho en la Universidad de El Salvador. Era el año 1949. La vida universitaria es otro mundo, de los más bonitos que hay. Uno se siente libre, fuerte y que es capaz de todo.

Para 1952, cuando yo cursaba el cuarto año de mi carrera,  el gobierno actuaba con mayor represión. Coincidió con que ese año fui nombrado presidente de la Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños (AGEUS). Como en esos días no había partido político más que el oficial, los alumnos teníamos un papel bastante protagónico. Tanto así, que cuando se recrudecieron las actividades represivas del gobierno, tuvimos que intervenir en varios casos de exhibición personal a favor de catedráticos, obreros y empleados que estaban siendo oprimidos.

Una de las acciones que hicimos que más recuerdo es que, junto al secretario general de la AGEUS, el doctor José Enrique Silva, pusimos una denuncia ante el juzgado contra el entonces mayor Alberto Medrano. Él era el jefe de la Sección de Investigación de la Guardia Nacional. En esos días, era uno de los que más reprimía a la población. Después fue candidato a presidente de la República.

Durante esos años de intensa opresión, conocí a Noemí Costte Chaparro, la mujer de mi vida. Me casé con ella en 1956. Nos tomamos una luna de mil que duró casi tres años, de los más felices que he experimentado.

El 14 de septiembre de ese año llegó al poder José María Lemus. Lo hizo mediante elecciones. El coronel Óscar Osorio ya había terminado su período de seis años. Ambos se caracterizaron por ser sumamente represivos.

Para el año 1959, estaba culminando mi doctorado. Ocurrió un hecho realmente importante. Mi padre, Romeo Fortín, era rector de la Universidad de El Salvador y se dio una coincidencia: nos graduamos tres de sus hijos. Mi hermano José, de la carrera de arquitectura; Miguel, de medicina; y yo del doctorado en derecho. Que quede claro, no nos graduamos por cuello, sino que dio la coincidencia única que un padre, siendo rector, graduaba a tres hijos en diferentes carreras.

Ese mismo año fui nombrado juez de Primera Instancia de lo Civil en Sonsonate. De este período tengo tan gratos recuerdos porque estuve en una ciudad que es muy alegre y acogedora.

Foto: D1/MIGUEL LEMUS

Foto: D1/MIGUEL LEMUS

Conspiración y golpe de Estado  

Mientras me desempañaba como juez comenzamos a conspirar contra el gobierno del coronel José María Lemus, que tenía ya cuatro años. Los estudiantes, que me veían a mí como una especie de hermano mayor, tenían un partido que se llamaba Movimiento de Izquierda Democrático (MID), pero no eran comunistas como Schafik Hándal y todos sus compañeros. El otro lado eran los militares. Su líder en ese momento era el expresidente Óscar Osorio.

Ambos movimientos se juntaron. Trazamos uno solo. La intención era la caída del coronel José María Lemus. Entonces nos reunimos en diferentes casas para organizarnos. Curiosamente la mayoría habíamos sido adversarios de Osorio, pero las circunstancias en la política así se dan, y en ese momento debíamos unir fuerzas para atacar al adversario común.

Al parecer, Osorio estaba molesto con Lemus porque luego que lo puso en el poder lo trató muy mal. Había algo, creo yo, de resentimiento personal. Lo que sí es un hecho es que Osorio era, por mucho, más líder que Lemus.

Fue el 26 de octubre de 1960 que logramos el objetivo. Destituimos, a través de un golpe de Estado, a José María Lemus, quien salió exiliado hacia Costa Rica.

Cuando hicimos esta conspiración, los mismos estudiantes y sus cabezas más visibles, entre ellos Ivo Príamo Alvarenga, me propusieron a mí para formar parte de la Junta de Gobierno que entró en el poder.

Éramos seis miembros en la Junta: el doctor Fabio Castillo Figueroa, Ricardo Falla Cáceres, coronel César Yanes Urías, teniente Miguel Ángel Castillo, mayor Rubén Alonso Rosales y yo.

Contragolpe

Duramos muy poco. Osorio había planeado el golpe con la cúpula militar y los de abajo se sentían que no los habíamos tomado en cuenta. Comenzó una efervescencia total. En esos días se formó también el Partido Revolucionario Abril y Mayo (PRAM), de ideología comunista.

Salimos del poder por otro golpe de Estado liderado por el coronel Aníbal Portillo. Junto a él, otros conocidos militares de la época formaron el Directorio Cívico Militar. Gobernaron por exactamente un año.

Para mí, las causas del contragolpe estaban ligadas al resentimiento de la mayoría del Ejército, particularmente jóvenes que se hacían llamar “Los Maquis”. Ese nombre viene de un grupo de combatientes de la Guerra Mundial. A mi juicio, ese fue el fundamento principal. Sin embargo, ellos decían que querían botar a la Junta por comunista y osorista. Por supuesto, el gran capital también se asustó y los apoyó.

El 25 de enero de 1961, lo recuerdo bien, fue el contragolpe hacia nosotros. Tuvimos incluso que salir al exilio. Cuando se anunció esta sublevación, nos reunimos en el entonces Cuartel El Zapote. Arriesgamos un poco a los muchachos, estudiantes universitarios en mayor parte, y nos fuimos en manifestación hasta el Cuartel San Carlos. Ahí nos estaban esperando fuerzas de la Guardia Nacional. Hubo heridos y muertos. Nos tomaron presos al coronel Osorio, al doctor Falla Cáceres y a mí.

Una noche de esas que estuvimos encerrados, nos sacaron en tres carros. Uno por vehículo. Nos llevaron a Guatemala, al exilio. Para nuestra suerte, cometieron un error en el camino. Había un retén en Santa Ana y los que iban en los carros no les avisaron. Los del control vehicular pensaron que éramos subversivos y nos estaban esperando con fuego. Dispararon contra todos nosotros. Esas horas nunca se olvidan. Recuerdo que a uno de los militares que nos cuidaba lo hirieron en la pierna. En la madrugada, en plena carretera a Santa Ana, se escuchaban sus gritos de dolor. Al final se identificaron y los otros militares se dieron cuenta que eran de los mismos, pero el daño ya estaba hecho. En esas fechas, estuve expuesto dos veces a la muerte.

Luego del altercado, llegamos a Guatemala. Nos recibió el ministro de Defensa, Enrique Peralta Azurdia.  Nos llevaron a una prisión en la ciudad de Chimaltenango. Estuvimos encarcelados 15 días. Ahí llegó a visitarnos el entonces presidente, general Miguel Ydígoras Fuentes. Cuando él estuvo asilado en El Salvador, Osorio lo trató muy mal. Así que llegó solamente a insultarlo, a burlarse y desquitarse.

Días después, por cuestiones de los amigos, entre ellos el entonces cardenal Mario Casariego, salimos de Guatemala para México. Allá estuvimos viviendo como un año y medio. Luego regresamos a nuestro El Salvador.

Foto: D1/MIGUEL LEMUS

Foto: D1/MIGUEL LEMUS

Academia y disidencias 

Los años que vinieron no fueron malos. Entré como profesor a la Facultad de Derecho de la Universidad de El Salvador. Impartía las clases de Derecho Constitucional y Civil, que no son muy afines, pero apasionan.

Ese fue todo un camino determinante para que en el año 1967 me eligieran como decano de la Facultad. En ese entonces, el rector de la universidad era el doctor Fabio Castillo Figueroa, quien había sido mi compañero en la Junta de Gobierno. Sin ánimos de ofender, él dio vuelta a toda la institución. Impuso un sistema inspirado en Cuba, bastante totalitario, donde no se podía discrepar.

Luego estuvo de rector el doctor José María Méndez. Los tres estuvimos en la Junta de Gobierno en busca de un mismo objetivo. Sin embargo, en esos días, nos apartamos total y radicalmente. Yo discrepaba con el estilo que impuso Fabio Castillo, que es el que para mí todavía reina en la Universidad de El Salvador.

Yo realmente difería de ellos y por eso, en 1970, me destituyen de decano. No por malas imputaciones. Incluso, yo mismo publiqué después el acta completa de destitución en un libro que se llama Páginas de mi archivo. Era claro que me quitaron por no estar de acuerdo con este proceso hegemónico que habían impuesto.

A mi salida, no me desmotivé. Me dirigí al ejercicio de mi profesión: fui abogado del Banco Central de Reservas (BCR) y de la Comisión Ejecutiva Hidroeléctrica del Río Lempa.

Aspiración presidencial

Nunca me alejé por completo de la política. En 1981, formamos el Partido de Acción Democrática, que participó en las elecciones de la Asamblea Constituyente. Para ser franco, no tuvimos mucha respuesta popular, pero logramos colocar dos diputados muy buenos: el doctor Luis Nelson Segovia y Ricardo González Camacho. Durante su gestión se promulgó la Constitución del 1983. Ellos tuvieron un papel muy activo y distinguido.

En el partido, inicialmente también estuvo Alfredo Cristiani. Quizá vio que no había muchas esperanzas y se fue.

En el mismo 1981 apareció el mayor Roberto d’Aubuisson, un caudillo de primera clase. Fundó el Partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), con el que pretendía llegar al poder.

En el año 1984 se celebraron elecciones. Yo iba como candidato presidencial de mi Partido Acción Democrática. Me enfrenté contra dos gigantes. Por un lado, Roberto d’Aubuisson, bajo la bandera de ARENA y, por el otro, el ingeniero José Napoleón Duarte. La verdad es que yo no podía hacer mucho. Los dos eran grandes caudillos y representaban a partidos fuertes.

Yo no halago a los caudillos porque generalmente perjudican a los países. No quiero dañar a nadie, pero, para mí, el gobierno de Duarte fue muy malo. Ya tuvo más éxito d’Aubuisson, porque todavía tenemos el partido ARENA. Este instituto político, en un inicio, era de los ricos, de los que fueron dañados por la reforma agraria. Con el tiempo ha sufrido varios giros.

Pasaron los comicios y resultó electo Duarte. Dios se ríe de los planes del hombre. Yo me estaba reservando para ser candidato a la presidencia de la República. Lo confieso con pudor. Pero no se pudo.

Luego de esas elecciones, nuestro Partido Acción Democrática se disgrega. La Democracia Cristiana crea un partido más grande y comienza a llevarse a los elementos principales del de nosotros, que era mucho más pequeño. Al final el partido murió.

El regreso

Pasaron los años y volví a dedicarme a mi profesión. En 1997, recuerdo que me inscribí para participar como magistrado de la Corte Suprema de Justicia. Yo tenía la pretensión, porque consideraba que tenía un background  bastante interesante, de ser presidente de la Corte Suprema de Justicia. Ya contaba con la promesa, tanto de la izquierda como de la derecha política, de ocupar el cargo. Pero en ese momento recibí una llamada del entonces mandatario de la República, Armando Calderón Sol. Me dijo que a la Sala de lo Constitucional no iba a ir, que en cualquier otra, pero a esa no. Así que acepté la llanura, desde la Sala de lo Civil. No es necesario estar en la cima para trabajar bien.

Luego del proceso de elección, quedó Agustín García Calderón, hoy condenado por enriquecimiento ilícito. Esto confirma que Armando Calderón Sol quería a alguien que pudiese manipular. Menos mal no resulté yo, porque de dócil no tengo nada. Al contario, soy bastante indócil.

A la salida de la Corte Suprema de Justicia, en el 2006, volví a mi ejercicio profesional. Ya no tuve actividad pública, pero me dediqué a escribir para contar toda esta historia, bajo el seudónimo Víctor Uclés. También a redactar columnas de opinión en periódicos.

En el año 2010 fui director de la Asociación de Academias de la Lengua Española. Yo llegué a suceder al doctor Alfredo Martínez Moreno. Luego, David Escobar Galindo, me llamó para ocupar el cargo que desempeño ahora, director del Instituto de Investigación Jurídica  de la Universidad Doctor José Matías Delgado.

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Al terminar de relatar un esbozo de su vida,  levanta el rostro y sonríe. Se pone de pie y regresa a su escritorio atestado de libros y papeles. A la izquierda está una ventana, donde minutos antes un pájaro negro con ojos rojos se había posado y picoteado con insistencia el vidrio. René Fortín Magaña dijo que llegaba todos los días y comentó entre risas: “quizá sea premonitorio”.

Foto: D1/MIGUEL LEMUS

Foto: D1/MIGUEL LEMUS