Un mes después del crimen, nada se ha dicho del asesinato de Margarita de Jesús Castillo Aguirre, de 20 años, exreportera y presentadora de un canal de televisión del municipio de Chapeltique, en el oriental departamento de San Miguel, cometido el 11 de agosto anterior por un grupo de exterminio.
Margarita fue asesinada la madrugada del 11 de agosto, juntamente con su madre, Nicolasa de Jesús Aguirre, de 50 años, y sus hermanos, Dora Isabel, de 34, y Luis Arnoldo, de 36, ambos de apellido Castillo Aguirre.
Sus cuerpos aparecieron sobre la carretera Panamericana hacia oriente, en el desvío conocido como Los Planes, kilómetro 115, del municipio de Nueva Guadalupe, siempre en el departamento de San Miguel.
Hacía menos de un mes que Margarita se había casado por lo civil y tenía planes de casarse por la iglesia en diciembre próximo. A la fecha cuando fue asesinada, trabajaba en la alcaldía de Chapeltique; era la encargada de la Oficina de Proyección Social, según explicó el edil Carlos Méndez.
Antes de trabajar para la comuna de Chapeltique, Margarita se había desempeñado como reportera del Canal 24, un canal local, en donde también había sido presentadora de Zona K-Liente, un programa de entretenimiento juvenil junto a otra joven de la misma localidad.
Su trabajo como reportera del canal local hizo que mucha gente la conociera y apreciara su trabajo como comunicadora a pesar de sus incipientes estudios de comunicación en una universidad regional, según comentaron conocidos de la joven.
Luego de convertirse en la reina de los festejos patronales del pueblo, Margarita comenzó a trabajar como reportera, recuerdan vecinos de Chapeltique. Vídeos y fotografías publicadas en su cuenta de Facebook dan cuenta de su trabajo periodístico.
Nadie elige a sus parientes
La madrugada del 11 de agosto, un grupo de hombres vistiendo ropas similares a las de la policía llegó a las casas de aquella familia campesina. No se extrañaron porque elementos policiales debidamente uniformados solían llegar a aquel grupo de casas que componen el caserío La Isla, del cantón Hualama. Las viviendas de la familia Castillo están al fondo, hasta donde llega una angosta calle de tierra.
La familia creyó que era una más de aquellas visitas incómodas que se habían acrecentado en los últimos meses; tanto habían aumentado que Nicolasa se atrevió a ir a la oficina Fiscal de San Miguel a poner una denuncia por acoso, comentan vecinos y familiares.
La mujer, según cuentan varias fuentes, se fue a quejar de las continuas llegadas de la policía a altas horas de la noche, preguntando por el Thunder (José Luis Castillo Aguirre, 24 años), hijo de Nicolasa, un pandillero que, de acuerdo con la Policía, tenía un singular historial delincuencial. Le achacaban su participación en el asesinato de varios policías en el sector de San Miguel y violaciones en muchas menores de edad de la misma zona.
Nicolasa no se anduvo con remilgo o alcahuetería al poner la queja por el acoso policial. Fue sincera ante el fiscal que le tomó la denuncia: Yo tengo un hijo malo, es muy malo, pero mis hermanos, mis demás hijos y yo no tenemos nada que ver con él desde que se fue de la casa, le dijo.
La mujer no mentía, según cuentan diversas fuentes entrevistadas. El pandillero había desaparecido desde hacía más de un año, luego de que José Arnoldo, uno de los cuatro asesinados, tuvo una fuerte discusión con él tras exigirle que se fuera de la casa, que se retirara de la familia porque no querían que les hicieran daño por culpa suya.
Los policías que llegaban a las casas de los Aguirre no eran de la subdelegación de Chapeltique; en cada visita que les hacían registraban las casas de Nicolasa como de los demás hermanos de ella, en busca del Thunder.
Pero por más que buscaron nunca hallaron ninguna huella de él; hacía más de un año que el delincuente se había alejado de la familia y en el caserío solo quedaba como rastro, un gigantesco grafiti pintado por él, calzado con su alias o apodo, pero escrito al revés (derthun).
Que el Thunder era un criminal no lo negaba ni su propia madre; por eso la policía lo buscaba con ahínco. Y el 2 de agosto, en la colonia Esperanza, de San Miguel, la cabecera departamental, lograron darle caza. Andaba custodiado por varios pandilleros y con armas de grueso calibre.
Tanto por la denuncia de acoso que Nicolasa había puesto como por la captura del cabecilla pandillero hicieron creíble la mentira de aquellos hombres vestidos como policías que llegaron en un pick up blanco la madrugada del 11 de agosto.
Primero fueron a sacar a José Arnoldo de la casa donde vivía junto a su hijo y su abuela, luego sacaron a Dora, a Nicolasa y a Margarita, quienes estaban en otra casa distante como a 100 metros.
En ambas casas habían más personas: niños hombres y mujeres. Pero fingieron llevar un listado de personas a quienes la Fiscalía le urgía entrevistar. Eso dijeron. Y se los llevaron. Los demás se confiaron. Todos creyeron la excusa con que se llevaron a las cuatro personas, menos la madre de Nicolasa, una anciana de 85 años. Ella, al ver que se llevaban a su hija y a sus tres nietos, se desmayó.
El Thunder, la oveja negra de la familia
Mientras Margarita se ganaba la vida como empleada municipal, Nicolasa y José Arnoldo trabajaban, por separado, en la agricultura. A pesar de ser mujer, Nicolasa cultivaba la tierra como lo hacía cualquier hombre. “A veces dejaba achicado (avergonzado) a algunos hombres de por aquí. Era recia para trabajar la tierra”, dijo un residente de Chapeltique que asegura haber conocido muy bien a la familia Castillo Aguirre.
Cuando no estaba trabajando la tierra, compraba cantidades de leche para hacer queso o cuajada, hacía tamales para vender. En fin, en Chapeltique la describen como una mujer trabajadora.
Ambos dejaron milpas a medio cultivar o terrenos ya preparados para sembrar maíz o frijol. Algunos lugareños mostraron los cultivos tanto de Arnoldo como de Nicolasa.
Mientras tanto, Dora vendía productos de belleza de una conocida empresa de cosméticos. De esa manera ayudaba a su esposo, quien trabajaba repartiendo bebidas en negocios de San Miguel.
“En esa familia, el único que salió criminal es ese cipote que era cabecilla de pandillas. Los demás son personas trabajadoras de la tierra, corraleros; hombres que su único vicio es jugar fútbol”, indicó un agricultor y ganadero que dijo conocer a la familia diezmada.
De Margarita, en la alcaldía de Chapeltique dijeron que era una joven dinámica y creativa para realizar su trabajo. El mismo día que fue asesinada, la comuna publicó un obituario lamentando la masacre.
Dos días después, según el alcalde, las cuatro víctimas fueron sepultadas. “Fue una multitud la que acompañó el entierro. Si ellos hubieran sido malas personas, la gente no los hubiera acompañado hasta el cementerio”, explicó el edil.
Desde aquel 11 de agosto en la madrugada, la casa donde vivía Nicolasa, Dora y Margarita lucen abandonadas. Las puertas no han sido abiertas y la familia sobreviviente se siente temerosa a hablar del caso con propios y extraños. Han hecho del silencio su mejor trinchera. La policía tampoco ha vuelto a llegar de madrugada.
Sospechas de grupo de exterminio
El día que fueron asesinados los cuatro familiares del Thunder, los periodistas recogieron declaraciones de policías que llegaron a la escena del crimen, quienes dijeron que la matanza podría ser el resultado de una pugna entre la misma pandilla a la que pertenecía el cabecilla capturado nueve días antes en San Miguel.
Sin embargo, desde ese mismo día, los parientes de las cuatro víctimas que llegaron a la escena del crimen aportaron suficientes indicios de que no se trataba de una acción ejecutada por pandilleros.
Las tres mujeres y el hombre fueron sacados con la mentira que los llevaban a la Fiscalía donde los necesitaban urgentemente. En las viviendas había por lo menos una docena de personas más. Pero a nadie más se llevaron. Solo a la madre y hermanos del Thunder. Se los llevaron en un pick up blanco.
El pasado 22 agosto, 11 días después de que Margarita de Jesús Castillo Aguirre fuera asesinada, otra exreportera fue acribillada en una zona rural de Apopa. Esta víctima fue identificada como Roxana Cortez Barrera, de 29 años, quien había trabajado para Canal 29 de Apopa.
Referente a este asesinato, las autoridades policiales dijeron que podría estar relacionado a que la víctima se había retrasado en el pago de extorsión a la pandilla que posiblemente la acribilló.