La imagen más emblemática que existe en el ideario colectivo salvadoreño acerca de José Adán Salazar Umaña −Chepe Diablo− es la de su amplia sonrisa saliendo de una audiencia en el Centro Judicial Isidro Meléndez, en donde fue requerido por un caso de evasión fiscal.
Los gestos de ese hombre, que en aquel entonces tenía 66 años, eran tan burlescos. En algún momento levantó sus dos pulgares en señal de victoria, para el deleite de los flashes fotográficos que captaron el momento para la posteridad.
La jocosidad parece ser algo innato en este hombre, oriundo de la ciudad de Metapán, en el departamento de Santa Ana, quien a lo largo de su vida ha sabido tratar con funcionarios y dignatarios de varios gobiernos, y a quien se le conoce por su afición al fútbol, a tal punto de ser presidente de la Liga Mayor del fútbol salvadoreño.
Casi tres años después de esa audiencia, el millonario comerciante y señalado como Capo Internacional de la Droga por Estados Unidos, quien no parece estar cerca de los 70 años, porta esposas en sus muñecas y esperaba en el patio trasero del cuartel general de la Policía salvadoreña su “close-up” ante los medios de comunicación.
El hombre, apodado “Chepe Diablo”, fue detenido en la calle Principal del caserío Vuelta de Oro, en el municipio de Coatepeque, en Santa Ana, después de salir de una casa a la orilla del Lago Coatepeque.
Al momento de su detención se le tomó una fotografía en la que no dejó de lado sus característicos gestos burlescos e irónicos, como asumiendo que, al igual que hace tres años, cuando libró el proceso de evasión fiscal en su contra, logrará salir avante de un proceso penal por lavado de dinero.
Hasta momento, Salazar Umaña es el único hombre detenido en la llamada “Operación Lavado”. Su exesposa, Sara Paz Martínez y la hija que ambos engendraron, Susana Nohemy Salazar de Cruz, fueron detenidas por la Policía, al igual que la exesposa del alcalde de Metapán, Romelia Guerra Argueta.
Todos son procesados por las autoridades por el mismo delito: Lavado de dinero. A Salazar Umaña, quien comenzó su vida comercial cambiando colones por quetzales y viceversa en el paso fronterizo Anguiatú del departamento de Santa Ana, se le atribuye en un inicio un incremento patrimonial no justificado de $48,1 millones.
Repentinamente, Salazar pasó a diversificar sus negocios en diversos rubros, teniendo como su joya de la corona las Agroindustrias Gumarsal, las cuales están siendo sujetas a un proceso de extinción de dominio y que habrían reportado en 12 años de funcionamiento, operaciones financieras por un billón de dólares.
Esto se tradujo en un suntuoso estilo de vida para Salazar y sus familiares, al juzgar por las casas allanadas en residenciales como Quintas de Gratamira y Cumbres de la Esmeralda; así como una serie de negocios como hoteles y gasolineras, que de acuerdo con las investigaciones del caso, en su mayoría serían negocios de fachada para ocultar los ingresos no justificados.
En palabras del director de la PNC, Howard Cotto, el golpe al crimen organizado propinado a las empresas ligadas a Salazar, es “insuperable en la historia del país”.
De momento, en las investigaciones desplegadas por la Fiscalía General de la República en coordinación con la PNC, no figura el delito de tráfico de drogas, actividad que se le ha achacado durante años a Salazar, señalado por informes de inteligencia como líder del Cártel de Texis.
Al ser cuestionado en ese sentido, el directo de la PNC prefirió no ampliar en la información que se maneja, pero sí reconoció que: “los procesos de lavado de dinero obviamente están ligados a obtención de recursos bajo actividades ilícitas”.
Salazar fue exhibido ante los medios de comunicación por menos de 10 minutos. Tanto él como sus tres familiares fueron custodiados por cinco agentes con gorros navarone que intentaron mantenerlos lejos de la avalancha de periodistas que intentaron extraer declaración alguna de los detenidos.
En ningún momento de su estadía en el patio trasero de la sede central de la PNC”, ni Salazar ni las otras acusadas emitieron comentarios ante la prensa, que tuvo que ser dispersada por los agentes, a manera que lograran armar una medialuna en torno a los señalados.
Cada pregunta era atajada por Salazar sacudiendo su cabeza y soltando una sonrisa burlona, que no hacía juego con el apremio en el que se encontraba.
Desde el momento de su detención, acaecida la mañana del martes, Salazar ha portado una camisa tipo polo negra que resembla en mucho a la que ocupaba el capo mexicano Edgar Valdéz “La Barbie”, capturado en su país en agosto de 2010, acusado de ser un prominente líder del cártel de los Beltrán-Leyva.
Además de las similitudes en la vestimenta, tanto “La Barbie” como “Chepe Diablo” guardaron un burlesco silencio en su presentación ante los medios. En el caso de Salazar, sus gestos llegaron a asemejarse al bebé que no quiere un bocado de comida, en su negativa de hablar ante la prensa.
En el caso conocido como “Operación Lavado”, la Policía reconoce que hacen falta otras tres capturas, entre ellas las del alcalde de Metapán, Juan Umaña Samayoa, y la del presidente de Agroindustrias Gumarsal, Wilfredo Guerra Umaña.
En una entrevista concedida al periódico digital El Faro, Guerra Umaña declaró a Adán Salazar “su segundo parte”, pero en esta ocasión, Salazar pareció quedarse sin su hijo postizo, aunque eso no pareció inmutarle ni hacer que dejara de lado la ironía, en ningún momento de su presentación policial.
Al ser conducido al asiento trasero de una patrulla policial, Salazar coronó su surreal intervención ante la prensa, saludando a los reporteros: “Que tengan buenas tardes”, fue lo que alcanzó a decir, mientras se colgaba del pickup al que fue subido por su custodia policial.
Aun sin contar con la libertad de movimiento que gozaba, pese al señalamiento estadounidense como Capo Internacional de la Droga, Salazar sigue siendo acompañado del sarcasmo y sus modos campechanos de “bisnero” del interior del país.