El académico y firmante de los Acuerdos de Paz, Roberto Cañas, considera como “sagrada” la fecha en que se conmemora el fin negociado a 12 años de guerra civil en El Salvador, y pese a quienes demeritan la fecha, él considera que este hecho contribuyó a empezar una serie de “transformaciones” en el tejido social del país.
Como parte del equipo negociador de la ex guerrilla del FMLN, Cañas rememora algunos aspectos poco conocidos del proceso de diálogo que desembocó en los Acuerdos de Paz, como que los miembros de ambos equipos negociadores (gobierno y guerrilla) solo durmieron una o dos horas por día durante los primeros 15 días de enero de 1992.
Para efectos de historia oficial salvadoreña, el tratado de paz entre gobierno y guerrilla se alcanzó la noche del 31 de diciembre de 1991, pero Cañas relata que los equipos negociadores siguieron discutiendo los primeros 15 días de enero, en maratónicas jornadas de 12 horas, en las que según recuerda, algunos se quedaban literalmente dormidos en la mesa de negociación.
“Solo llegamos al Castillo de Chapultepec muy mal dormidos a firmar los Acuerdos de Paz”, recuerda el ex integrante de la Resistencia Nacional (RN), una de las cinco organizaciones que conformaron la guerrilla del FMLN.
Esto se debió, señala Cañas, a que los equipos negociadores junto a la representación de la Organización de Las Naciones Unidas (ONU), “pararon el reloj” para continuar en diálogos y dejar planteado que la concreción de los Acuerdos de Paz. Se lograron el último día de 1991, día que terminaba el mandato del peruano Javier Pérez de Cuellar en la Secretaría General de la ONU.
“Yo tengo dos maestrías, una en educación y otra en resolución de conflictos, porque por dos años y medio, me levantaba, comía y hasta soñaba hablando de la negociación y de cómo los Acuerdos de Paz debían de ser”, aseveró.
Otro aspecto que destaca Cañas de los últimos días de negociación, fue la presencia del presidente Alfredo Cristiani en Nueva York el 31 de diciembre de 1991. El firmante de la Paz señala que esto incomodó a ciertos sectores del ejército salvadoreño y del mismo partido ARENA, que aun no aceptaban una salida negociada al conflicto armado.
“Como (Cristiani) nunca estuvo en la mesa, la negociación tenía un problema de autoridad delegada, ya que los representantes del gobierno tenían que salir a consultarle todo al presidente y regresar”, agregó Cañas.
Además dijo que para que la presencia de Cristiani se concretara, el entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, tuvo que enviarle un avión a El Salvador. Esto posibilitó que Cristiani pudiese estampar su firma en el acuerdo final.
“El acta no estaba diseñada para que firmara el presidente Cristiani, sino que aparece al lado izquierdo si uno revisa el acta”, sostuvo Cañas.
El silencio de Bernard Aronson.
Otra anécdota que recuerda Cañas sobre los últimos días de negociaciones para la paz, trata sobre la vez que el entonces subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos del gobierno estadounidense, Bernard Aronson, visitó a la delegación negociadora del FMLN el 1 de enero de 1992.
Aronson, recuerda Cañas, saludó a la delegación de la guerrilla, entre quienes se encontraba el actual presidente salvadoreño Salvador Sánchez Cerén. Fue precisamente Sánchez Cerén quien le preguntó lo siguiente al funcionario estadounidense:
“Con la intervención, ustedes impidieron que no ganáramos la guerra, pero hoy vamos a competir electoralmente ¿Si nosotros ganamos las elecciones, va a impedir el gobierno de los Estados Unidos que nosotros lleguemos al poder?”, a lo que Según Cañas, el subsecretario Aronson no dijo nada.
Por azares de la vida, Aronson ahora es el delegado de EE.UU para el proceso de paz en Colombia y Sánchez Cerén es el primer ex guerrillero que gobierna el país.
Cañas también hace hincapié en el trabajo que la delegación de la ONU efectuó para concretar el acuerdo y después verificar el cumplimiento de los mismos, en aspectos como la desmovilización del FMLN, la cual admite que se concretó en un tiempo mayor al estipulado por depender del cumplimiento que hacía el gobierno de su parte de los acuerdos.
A su juicio, el país tiene una “deuda de gratitud” con Javier Pérez de Cuellar y con el jefe de la delegación de la ONU, el también peruano Álvaro de Soto. No obstante, quien tuvo que dar el discurso y presenciar el acto en el Castillo de Chapultepec en la Ciudad de México fue el egipcio Boutros Boutros-Ghali, quien reemplazó a Pérez de Cuellar en la Secretaría General de la ONU.
Luego de firmada la paz, Cañas admite que no tuvo mayores problemas de reincorporarse de la clandestinidad a la vida civil, pero sí reconoce que los primeros seis meses fueron difíciles: “Yo tenía claro que debía regresar de donde había salido: A dar clases. Para mí la reinserción fue algo que yo tenía claro”, comentó.
En ese sentido manifestó que tuvo que soportar bromas por parte de colegas educadores que se sorprendieron al verlo regresar a dar clases. “Volviste”, recuerda Cañas que le decían sus amigos, pero dice que no se sentía mal al respecto.
“No me sentía como una oveja descarriada que volvía al redil, sino como maduros revolucionarios que contribuyeron a las transformaciones del país”, sentenció.