El policía está parado frente a la puerta de la delegación. Sus ojos chinados se abren lo más que pueden cuando escucha la pregunta: ¿se avecina una guerra entre ganaderos y pandillas? Tarda menos de tres segundos en contestar que en Pasaquina, La Unión, los asesinatos, las desapariciones y las extorsiones son palabras casi extrañas desde que hace seis años alguien –asegura desconocer quién es ese alguien- decidió hacer justicia por su cuenta y, poniéndose a la altura moral de los que consideraba sus enemigos, los mató uno a uno.
Solo tres denuncias de intentos de extorsión fueron presentadas el año pasado al puesto policial. Y desde entonces, según él, es una especie de paraíso caluroso que se esconde al final de una calle sinuosa. Sus cifras, sin embargo, contrastan con el asesinato de Pedro Erlindo Umanzor, quien fue asesinado cuando era candidato a concejal por el FMLN y la captura del concejal Felipe Evelio Ramírez Moreno a principios de julio del año pasado supuestamente vinculado a un vehículo en el que un salvadoreño transportaba dos kilos de cocaína valorados en más de $50,000.
El agente hace un silencio reverente cuando ve llegar al jefe de la delegación que abre la puerta con evidente prepotencia. Le avisa que hay dos periodistas que quieren preguntar sobre la seguridad en el municipio fronterizo con Honduras. Regresa y encara con gesto tiránico.
– ¡¿Qué quieren!?
Se le recuerda que dos personas relacionadas con la ganadería fueron asesinadas en las últimas 48 horas –José Orlando Matute, domador de caballos y Óscar Reynaldo López, pequeño agricultor y dueño de vacas- y se le explica que fuentes policiales sospechan que está iniciando una guerra que emprenden las pandillas para subyugar a los siempre combativos ganaderos que no ponen la otra mejilla. Pero su respuesta nadie la esperaba:
– “¡Yo estoy de fiesta y a cambiarme voy. No tengo estadísticas ni nada!” En la apretujada localidad conocida por el contrabando y el tráfico de drogas lo espera una fila de juegos mecánicos y una tarima en la que seguramente cantará un mariachi para alegrar las fiestas patronales. El sol se esconde entre montañas y el horizonte vibra. A cada momento el cielo se oscurece más.
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Los motivos del asesinato de José Reynaldo son confusos y, las líneas que separan una hipótesis de otra, muy delgadas. Ocurrió a las 5 y 40 de la mañana cuando, como todos los días, sacó dos vacas del establo y las llevaba a comer pasto mientras labraba la tierra. Pero ese día el Barrio 18 facción Sureños decidió encajarle más de cinco disparos. La primera teoría relaciona su muerte con la desaparición de su hermano hace más de un mes; la segunda, con su procedencia: un año antes había vivido en una comunidad donde reina la Mara Salvatrucha (MS-13) en otro municipio; la tercera, que vivía en la frontera que divide a mareros y pandilleros; y la cuarta, que es un eslabón de una cadena de asesinatos contra empresarios de la ganadería, aunque ésta tiene un paréntesis: ha iniciado con personas indefensas para mandar mensajes a los medianos empresarios –que suelen estar armados hasta los dientes y moverse con guardaespaldas- que si se resisten a tener miedo pagarán las consecuencias y habrá una guerra de dimensiones brutales.
En San Alejo el asesinato en el cantón Las Pavanas coincide con el crecimiento y consolidación de la pandilla. “Quieren ejercer más control, no solo en las comunidades sino también sobre los ganaderos y los agricultores que trabajan con mucho dinero”, explica un policía destacado en el Oriente de El Salvador.
Pero también hay algo que, más que hipótesis, suena a miedo. “Desde finales del año pasado hemos escuchado que se están armando para atacarnos”. A pocos pasos está un policía que escruta de pies a cabeza con el ceño fruncido a los periodistas. Su mano está pegada a la cacha de la pistola y su dedo índice acaricia el gatillo como si acicalara a un animal.
Otro policía tiene más información. En los municipios vecinos entre San Miguel y La Unión están incursionando en el cuatrerismo para pagar abogados, mantener a sus miembros y comprar más armas. “Destazan el ganado y lo venden a precios inferiores en los tiangues”, detalló. Por eso es vital, señaló, acorralar a los ganaderos y posteriormente extorsionarlos hasta quebrarlos como han hecho con empresarios pequeñas y medianos en, por ejemplo, San Salvador.
La pandilla desprecia a los ladrones que se organizan en bandas, como suelen hacerlo los cuatreros. Incluso los llaman peyorativamente bandosos. Pero ahora ha empezado a mutar para sobrellevar la guerra que mantiene con los policías y el ejército que la ha obligado a huir de algunas zonas urbanas a rurales-fronterizas en las que les es más fácil comprar armas en el mercado negro, incursionar en el contrabando –no como parte del proceso como ha sucedido hasta ahora sino, algún día, como protagonistas-, prepararse militarmente y si es posible escalar en el tráfico de drogas a puestos más altos.
Esa es, explica el investigador, una probabilidad. Lo cierto es, recuerda un policía destacado en La Unión, que la guerra en las zonas urbanas ha provocado el efecto vejiga, es decir, la migración consecuencia de la guerra que les ha declarado el Estado. En junio de 2013, cuando la tregua entre pandillas estaba vigente pero por momentos parecía acabada, La Prensa Gráfica publicó que integrantes de esos grupos empezaban a tomar como lugares de refugio municipios como Chinameca, San Jorge, San Rafael y El Tránsito, en las faldas del volcán Chaparrastique provenientes de los cascos urbanos de San Miguel y Usulután. Dos años y un mes más tarde el exmediador Raúl Mijango hizo un pronóstico en una entrevista radial: la violencia inundará a los 262 municipios del país como consecuencia del desbordamiento de las muertes en tiroteos, presuntos asesinatos extrajudiciales, redadas masivas y otros. “Como se cerraron las posibilidades lo único que ha quedado es el lenguaje de las balas”, dijo el 2 de julio.
Un policía de San Miguel, que prefirió el anonimato, dijo lo contrario: los cuatreros capturados en los últimos meses no están vinculados a pandillas y el hurto de ganado registrado más recientemente únicamente a grupos comunes. Sobre los homicidios de Matute y López contó que los resultados de la investigación apuntan a otros motivos que se negó a dar a conocer. “La gente lo presume pero no es que la realidad sea así”, contó.