“No queremos al director”: en una de las esquinas sobre la 29 calle Oriente, en San Salvador, unos 40 jóvenes protestaban. Tenían tapado el rostro, gritaban, querían llamar la atención. Pedían la destitución del director del Instituto Nacional Francisco Menéndez (INFRAMEN). Decían ser alumnos cansados del despilfarro y de la mala administración. Permanecieron concentrados por unas horas en esa esquina, donde solo un muro extenso les separaba del centro educativo con una de las poblaciones más grandes de bachillerato en El Salvador.
Ese 9 de septiembre pasado no lograron la fuerza esperada. Se disiparon no sin antes advertir que las protestas no pararán hasta conseguir que otra sea la dirección que esté a la cabeza del INFRAMEN.
Adentro del instituto estudian unos 2 mil alumnos con edades que rondan de los 16 a los 21 años. Son jóvenes, muchos de ellos, provenientes de lugares complicados, rodeados de delincuencia o con menos recursos para desarrollarse. Por años, al INFRAMEN le han sido pegadas etiquetas de todo tipo, que van desde ser conflictivos, los rivales de otros institutos, hasta considerársele el territorio donde las pandillas reclutan a sus nuevos miembros.
Aunque son un par de años ya los que lleva el INFRAMEN sin protagonizar hechos de violencia, las recientes protestas lo ponen en la mirilla pública. Pero ¿qué ha sucedido en las últimas semanas? ¿Qué hay detrás de las protestas?
Lo que ocurre puede sintetizarse en una razón: el control del poder interno. “Uno entiende el interés de la movilización del estudiante”, responde uno de los maestros. Y lo entiende, según dice, porque así como ha visto pasar directores también ha sido parte del INFRAMEN en tiempos de pandillas.
“Hay personas que quieren manipular, son maestros muchos de ellos. Quieren evadir irresponsabilidades. Están preocupados porque tienen demandas, no quieren ni el orden ni la organización”, comenta.
El maestro, cuya identidad prefirió fuera reservada, explica y describe el cambio que, poco a poco, se ha propiciado. Si bien no se puede ocultar la influencia de las pandillas entre los estudiantes, o de la tan conocida “raza” que se formaba desde adentro, “durante la actual administración se ha logrado diluir estructuras” mediante estrategias estrictas y de trabajo interno. Las medidas tomadas, que han sido cercanas al estudiante, podrían tener bajo control tanto a situaciones como a movimientos que se mueven internamente.
La estrategia implementada por el actual director del INFRAMEN, Sergio Mejía, le llevó a exigirle más responsabilidad y más entrega a los maestros; una colaboración conjunta para “sacar esto adelante”.
Sergio Mejía está al frente de la institución desde hace cinco años. Dice estar consciente que la sociedad es violenta, que los índices de criminalidad están aumentando, pero adentro del INFRAMEN es otra historia: los números de violencia interna están disminuyendo. “Aquí se maneja muy bien. Adentro se ha sabido llevar una paz y armonía”.
—¿Qué hay, entonces, detrás de estas manifestaciones?
— El asunto se da cuando hay fuerzas, tanto internas como externas, a las que no le convienen que esto continúe. Que no continúe el orden con el que se está trabajando. El control sobre aquellos factores externos que viciaban en algún momento la institución y que han perdido el control o el manejo de estas situaciones. Cada año se da una evaluación, en ese sentido ha llegado su momento. Ahora están surgiendo estas fuerzas, para ver que no se continúen con los métodos.
Para otros maestros consultados, los métodos o el reordenamiento enumeran algunas acciones directas: organizar las entradas de los docentes (marcación), controlar las “excursiones” de los alumnos o evitar los abusos de maestros a alumnos. “Los controles son los que a algunos le preocupa”, enfatiza.
Pero hay un punto que recalca mucho más: la liberación de los territorios controlados adentro del mismo instituto. “Había cafetines que sabíamos solo podían estar alumnos que residían en una zona, en el otro cafetín habían de otra. Y así. El INFRAMEN tenía los cafetines marcados. Y eso también se ha controlado”, añade.
En la última manifestación, de los 40 jóvenes solo 20 eran estudiantes, dice Mejía. El resto eran exalumnos –que nunca se graduaron-, miembros de la Brigada El Limón, una estructura radicalizada en la Universidad de El Salvador (UES) y escuelas e institutos nacionales del municipio de Soyapango.
“Se está involucrando personas que no tienen nada que ver. Es preocupante porque uno comienza a cuestionarse cuáles son los intereses que se tienen. Nadie va a hacer algo por nada. Y si no son estudiantes y no son organismos de ayuda social, entonces, cuál es la conveniencia de quererse involucrar en un conflicto”, se pregunta el director.
—¿Hay intenciones de grupos de retomar el control en el territorio?
—Yo no quisiera ser tan aventado—sostiene Mejía— a decir qué es lo que sucede, pero algo pasa. Es preocupante que alumnos se estén involucrando con gente no confiable.
—¿Hay maestros involucrados?
—Hay maestros, ya están identificados. Lo que sí hace falta son pruebas, más que todo testimoniales y eso nadie quiere asumir la responsabilidad de testificar en contra de ellos. Pero sí se tiene conocimiento abierto de que son maestros que han sido negligentes con su trabajo y que, a raíz de los cambios que se han dado acá, se les está obligando a que de verdad cumplan las funciones que les corresponde.
—¿Cree que hay interés de las pandillas a entrar de nuevo?
—Pues cabe todas esas posibilidades. Algo que la institución tuvo por muchos años fue el control de las pandillas y las razas adentro. Eso ha disminuido grandemente. Eso es algo delicado para estos grupos perder el control. Nosotros hemos trabajado para lo académico, para tener un ambiente sano, un ambiente en el que el alumno no corra riesgos.
El periodo de Sergio Mejía al frente está por caducar. Las manifestaciones, aunque no dejan de ser preocupantes para el director, le tienen sin cuidado. Si mala administración es lo que denuncian, Mejía se resguarda y se defiende en las auditorías que desde siempre ha tenido de la Corte de Cuentas de la República (CCR).
“Hace dos años vino una auditoría del MINED, estuvieron alrededor de dos meses y los resultados fueron beneficiosos para la institución, ya que fortaleció los procesos administrativos”, aclara.
—¿Ha recibido amenazas?
—Sí, sobre todo en las páginas, redes sociales. Ha habido amenazas directas hacia mi persona para que desista de continuar acá y lo hacen sin identificarse. Sí, está ese riesgo.