Detrás de un escritorio blanco y ancho hay un hombre de cabello cano que contesta, ágil, tres teléfonos y dos radios casi al mismo tiempo. Es Carlos José Alvarado, “Listo”, y este miércoles 30 de septiembre está atendiendo las llamadas de emergencias en la base central de Comandos de Salvamentos de El Salvador, listo para salvar vidas.
-Comando, muy buenas. ¡Aló!
-…
-¿Qué pasó, cómo está la situación ahí?
-…
-Ah, ajá… Conchagua…
-…
-¿Fuerte el temblor? Ajá…
-…
-Afirmativo. Ya está tirándolo Sismología de Protección Civil
Una radio de frecuencia alta se enciente y empieza a salir una voz parecida a las que se escuchan en las radio patrullas. Dicta los parámetros del último sismo sentido en el municipio de Conchagua, La Unión.
-Fecha 30 de septiembre de 2015, hora local 11:31 a.m. Profundidad, cinco kilómetros, ubicación, zona de Conchagua, magnitud 4.5.
-Papá Charlie, este es Bravo. – Interrumpe don Carlos – Este es Bravo, papá Charlie. Informándole que se reporta de Jucuapa y Chinameca que ha sido sensible el movimiento, pero nada negativo. ¿Me copia, Tigre?
-10-4
La voz chapetona de don Carlos se detiene por un momento para escuchar si hay más alertas en la radio. Nadie más habla. Entonces explica que “Papá Charlie” es la Dirección Nacinoal de Protección Civil y que el radio que acaba de sonar tiene conexión con todos los cuerpos de seguridad y socorro del país.
Don Carlos tiene 29 años de pertenecer a los Comandos de Salvamento y dice con orgullo que la satisfacción más grande que recibe todos los días en este trabajo es saber que salvan al menos una vida.
La habitación donde está su escritorio y los teléfonos hacen las veces de “base de comunicaciones”. Aquí se reciben todas las alertas de emergencias a nivel nacional de las que les alerta la misma población, la policía o algún medio de prensa. A la par de su escritorio hay un mueble con dos radios, tres teléfonos, cuatro radios comunicadores y varias torres de papeles y más papeles.
Este miércoles se cumplen 55 años desde aquel 30 de julio de 1960 en que se fundó Comandos de Salvamento, y desde entonces no hay un registro de a cuantas decenas, cientos, miles y miles de personas se les ha salvado la vida a costa de arriesgar la de uno de los más de tres mil voluntarios que conforman el sistema a nivel nacional.
Ahora don Carlos recibe una nueva llamada y es alguien alertándole sobre dos policías que fueron atropellados en la colonia Escalón, de San Salvador.
Toma un teléfono y llama. No contestan. Marca de otro. No contestan. Marca del tercer aparato en el escritorio. Tampoco contestan. Revisa el Twitter. Encuentra una pista. Llama al 911 y pide información sobre la emergencia. Espera. Le dicen algo y espera. “¡Afirmativo!”, grita y los voluntarios vestidos de amarillo que están en la base se ponen alertas. “¡Ya hay equipo allá!”, dice, a modo de tranquilizar a su gente.
Sin embargo, las cosas no siempre han sido así. Estos radios, la computadora, el internet no siempre han estado a la mano. Este hombre de piel requemada asegura que en los primeros años, cuando él entró a las filas de Comandos, allá por 1986, a los voluntarios les tocaba salir a las calles a pedir dinero para poderle poner gasolina a las ambulancias y comprar gasas, alcohol y vendas para atender las emergencias.
-Ahora, a pesar de todas las necesidades y los pocos recursos, no estamos ni por cerca a como estábamos antes. Pero es que la población siempre ha respondido a nuestras necesidades porque saben que al final es para la gente. A nosotros no nos duele arriesgar nuestra vida por salvar la de los demás.
Varios voluntarios interrumpen la plática cada vez que entran, y se paran frente a don Carlos diciéndole, a modo de saludo, “¡Por la seguridad!”. Ese es su lema, me explica, segundos antes de volver a interrumpir la plática, una vez más, por una nueva llamada de emergencia.
Esta vez se trata de un hombre que ha sido encontrado en el parque Centenario vomitando sangre. Don Carlos alerta a los voluntarios y les pide que se vayan a atender la emergencia. Esta, me explica, es una “Emergencia Médica”, una de las varias categorías que atienden en Comandos de Salvamento.
***
Tres paramédicos se suben corriendo a la parte trasera de la ambulancia, mientras un cuarto se pone al volante. Tardan más en abordar el vehículo que en que salgamos con el viendo golpeándonos la cara hacia el parque donde se encuentra el señor del que solo sabemos está vomitando sangre.
El conductor acelera y cada vez que se encuentra un obstáculo o un semáforo toca el interruptor de la sirena para hacer uso del derecho de vía libre con el que cuentan las ambulancias y patrullas.
Apenas llegamos al parque y los comandos se bajan del vehículo, identifican a un anciano con una sola pierna que viste un pantalón beige y una camisa manga larga gris andrajosa. Hay una muleta tirada a su lado y se le oye quejarse desde lejos.
-¿Cómo está, padre?- le preguntan, mientras sacan unos guantes de látex de unas bolsas cocidas a las camisas y se los ponen para tocar al enfermo.
-Me duele – les constesta entre quejidos el anciano.
-¿Y qué color ha estado vomitando, desde cuándo? – continúan las preguntas que más que una respuesta buscan comprobar si el paciente está cuerdo. No hace falta mucho para sentir el olor alcohol que despide el indigente y entender que seguro es la cirrosis que lo está matando.
-¿Ha estado tomando? – le pregunta un comando mientras prepara la camilla para asistirlo.
-No… no… Esto lo voy a votar – contesta el anciano, sacándose un bote de alcohol 90 de la bolsa de la camisa y poniéndolo a un lado – Me duele. Tengo tres días aquí – insisite.
Los paramédicos lo convencen de que es necesario que se acueste en la camilla y que lo van a llevar a el hospital Zacamil, de la colonia del mismo nombre, en el municipio de Mejicanos. El anciano acepta y le ponen la muleta encima.
-Uno, dos… ¡tres! – gritan juntos, coordinándose para levantar al paciente y llevárselo hasta la ambulancia que, pasados no más de cinco segundos arrancará presurosa hacia el hospital.
Quien conduce es Segura, un voluntario que también trabaja como fotógrafo en un periódico local. Esto, dice, es su pasatiempo favorito: ayudar en las emergencias. Y acelera a fondo sonando la sirena cuando necesita tirarse un semáforo en rojo con tal de llegar lo más pronto posible. Atrás, el anciano se queja del dolor y continúa explicando a los comandos que se llama José Martín Aldana y tiene 50 años, que cuando tenía 24 le cortaron la pierna derecha por una herida de bala que se le infestó y que tiene cirrosis, pero que nunca, nunca ha recibido tratamiento.
Llegamos al hospital en menos de cinco minutos y el vigilante abre el portón dejándonos pasar. Segura detiene la ambulancia frente a la entrada de Emergencias y dos médicos, una mujer y un hombre, salen a recibir al paciente. Observan el cuadro durante unos segundos y la mujer se sube a la ambulancia a medirle la presión a don Martín. Este le toca las manos y la gabacha blanca mientras le repite que le duele.
La doctora se baja del vehículo, cruzan palabras con el médico residente y le dicen a los comandos que sienten al paciente en una silla de espera, que la camilla se puede ocupar para otra gente. Los voluntarios insisten en que se le lleve en una camilla hasta que uno de ellos entra al hospital a traer una y lo instalan ahí.
Minutos más tarde hemos dejado a don Martín adentro del hospital esperando a que sea atendido. Misión cumplida.
-Aquí los que mandan son los doctores, y si ellos un día nos dicen “mire, déjelo en el suelo”, en el suelo tenemos que dejarlo.
Lo que ellos buscan es ocupar las camillas o las sillas de ruedas para otra gente, porque cuando ven que son este tipo de personas, indigentes o borrachos, no les quieren hacer caso. Incluso, hubo un tiempo en que nos preguntaban primero que de dónde lo traíamos en vez de preguntar que qué traía la víctima.
Nos vamos.
-Segura, Segura – suena en el radio
-Adelante, Listo – contesta
-Confírmeme su veinte por favor
-Retornando a la base, sobre el Bulevar
-Diez cuatro
Leiva, otro comando explica que ellos no están autorizados para aplicar medicamentos a las víctimas de accidentes, y que solo pueden rescatar, estabilizar y movilizar a los pacientes hacia un hospital, pero que estas acciones pueden determinar si una persona vive o no cuando ha sufrido un accidente.
***
De regreso en la base central de Comandos de Salvamento, Leiva escribe en un libro de registro la emergencia recién atendida.
Todos los datos los apuntó en una libreta que carga consigo todo el tiempo. Esta última está clasificada como Emergencia Médica, pero también están la casillas de Trauma, Atropello, HAF (Herida con Arma de Fuego) y Emergencia Ginecológica, que es cuando una mujer a punto de parir es llevada de emergencia a un hospital.
Sentado en su escritorio, atendiendo llamadas y mensajes por radio como loco, sigue don Carlos. Ahí menciona las palabras Bravo, Alfa, Charlie que suenan extrañas a la lengua común, pero que aquí sirven para identificar instituciones.
-Bravo – explica– somos nosotros, los Comandos; Alfa, es la Cruz Roja; Charlie, es la Cruz Verde; Charlie Bravo son los Bomberos, y Z1 es el Hospital Rosales. Con todos ellos y otros más me puedo comunicar por uno de esos radios – señala – que es el que compartimos con el sistema nacional de emergencias.
Detrás, a un costado y al frente del escritorio de don Carlos hay pizarras y papeles con una infinidad de números de teléfonos. Hospitales, comandancias de policía, ambulancias, puestos de socorro. Todo lo necesario para coordinar el rescate de una vida.
-¿Y a usted le dicen Listo porque siempre está listo? – pregunto.
-No, ese nombre tiene una historia. Me dicen así porque yo fui scout durante ocho años. Eso fue allá cuando estaba el cornole Molina de presidente. Sucede que en el parque Libertad, justo en este mes se me condecoró con la medalla del Valor por sacar a unas niñas de un incendio.
-¡Hombre!
-Sí, pero eso no es todo. Después de eso obtuve un radio de once metros para reportar emergencias, y mi instintivo era que yo, siempre que decía algo en la radio terminaba con “aquí, siempre Listo”.
-¿Y esa radio quién se la dio? – pregunto.
Yo compré el radio y desde la casa me ponía a decirles “Canadá Venezuela Charlie, aquí tengo reportado un veinte”, jaja, veinte es un accidente de tránsito.
***
Una última emergencia es reportada a la base central de Comandos de Salvamentos. Un choque. Dos personas lesionadas, aparentemente el conductor y un arrollado.
Don Carlos coordina a todo el equipo de Comandos que desde hace unas horas se encuentra agrupado en el pasillo de salidas de emergencia. Todos se montan de inmediato a las ambulancias y las unidades de rescate. La magnitud del operativo no parece digna de un, aparentemente simple choque con dos lesionados.
Lazos, cuchillas, cierras para cortar hierros retorcidos por si las víctimas quedaron atrapadas, una planta son parte del equipo que la caravana de cuatro vehículos que se dirige al lugar. La base queda prácticamente sola. Apenas y quedan diez comandos listos por si sale otra emergencia.
Esto es un simulacro.
En la escena ya están al menos unas veinte personas, entre agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) y varios medios de comunicación. Un hombre de unos 21 años está tirado a media calle lleno de un líquido rojo que parece sangre y otro está con un brazo de fuera en la cabina de un camión blanco.
Las sirenas ensordecen y alarman a la gente que camina en los alrededores. Un grupo de aproximadamente veinte comandos se bajan de las unidades y empiezan a tender la emergencia. Uno le toma la cabeza a la víctima que está en el suelo y lo inmoviliza mientras otros le miden la presión y le ponen un cuello plástico. Otros alistan la camilla y los últimos se van hacia la víctima atrapada en el camión.
En el punto que pareciera ser el de mayor tensión, dos personajes particulares saltan en la escena. Uno es un hombre que va vestido con el uniforme de Comandos de Salvamento pero viste una peluca de colores y una nariz roja de plástico. Se coloca atrás de la escena llama a su compañero para aunar aliento y gritar a todo pulmón “cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, cumpleaños Comandos, cumpleaños feliz”.
El centenar de personas que han formado la escena aplauden y gritan. El ensangrentado se levanta celebrando y el del camión se limpia los chorros de “sangre” y empieza a saltar.
Así se celebra el aniversario número 55 de Comandos. Más tarde, un miembro de la unidad de rescate se parará frente a las cámaras diciendo que “todo fue una sorpresa”, aunque la verdad en comandos todo está siempre muy bien planificado.