A los locos no nos quedan bien los nombres. – Roque Dalton
Doña María Mercedes es quizá la única salvadoreña que tiene 14 nombres en su partida de nacimiento. Nacida en la ciudad de Santa Tecla en el año 1950, siendo hija del famoso historiador Roberto Molina y Morales, esta mujer totalmente cuerda es capaz de decir que no se sabe su propio nombre de memoria.
Cuando el exuberante historiador salvadoreño se dio cuenta de que iba a ser padre, le dio por desafiar las normas de la onomástica y decidió ponerle no menos de una docena de nombres a cada uno de sus hijos.
Quizá por capricho, por ortodoxia religiosa o simplemente por no querer quedar mal con nadie que le hubiera pedido llamar con su nombre a alguno de sus descendientes, don Roberto decidió aunar el nombre de algún familiar o amigo con el de un santo de su devoción y el ribete “de la Santísima Trinidad” en el de cada uno de sus ocho hijos. Así, a su quinta hija le puso por nombre Ana María de las Mercedes del Rosario Josefa Antonia de Jesús Francisca de Paula Gertrudiz Eduviges Joaquina de la Santísima Trinidad Molina y Morales Peralta.
***
Sentada en un elegante sillón de madera torneada, en medio una pequeña sala adornada con ventanales de mediados del siglo pasado, la delgada silueta de doña María Mercedes se ve a contraluz. Tiene el cabello alborotado, y una cola de caballo echada hacia atrás le sujeta lo más grueso. Desde ahí explica que a estas alturas, pasados 65 años de su vida, todavía no entiende a cabalidad en qué estaba pensando su padre cuando decidió ponerle no menos de 12 nombres a cada uno de sus ocho hijos, y que incluso a unos les pusiera 16.
-Él era un hombre muy religioso y muy intelectual. Es uno de los historiadores más reconocidos del país y también fue embajador en varios países de Sudamérica, aunque la mayoría del tiempo la pasó en Perú – dice doña María Mercedes, intentando explicar las motivaciones de su padre para ponerle esa retahíla que lleva por nombre.
Sin embargo, analiza, el origen de este nudo de nombres empieza con su abuelo, descendiente directo del coronel Benjamín Molina Guirola, cacique de una de las entonces 14 familias más poderosas del país. Este hombre decidió ponerle tres nombres a cada uno de sus tres hijos. Pero no solo eso, a todos les puso casi el mismo nombre.
– Mi papá se llamaba José Francisco Roberto y todos le decían Roberto, y el menor era José Francisco Ricardo, y al mayor le pusieron José Francisco Benjamín y le decían Benjamín – explica doña María Mercedes.
Quizá por eso fue que a don Roberto se le ocurrió que a sus dos hijos les pondría varios nombres.
***
Con un hermano que se llama José Roberto María Franciso de Paula Eulogio Ramiro Juan Antonio Manuel Tomá Miguel Ignacio de los dolores Rafael de la Santísima Trinidad, a doña María Mercedes no le hacía falta más para que no le gustaran los nombres largos, pero sus siete hermanos llevan la misma huella que les dejó su papá.
Criados por este peculiar historiador, a la familia Molina y Morales no les faltó nada, mucho menos los nombres. Nombres reconocidos puesto que el apellido y reconocido cargo como cónsul de su padre los llevó a tener una vida cómoda y viajar por el mundo. Así lo relata esta tecleña que hoy por hoy es la única de su familia que ha regresado a su país natal, y en específico a Santa Tecla, tierra que la vio nacer.
De sus hermanas solo hace un resumen diciendo que la una de ellas está casada con un banquero, otra con un accionista de la marca de combustibles Texaco y otra con un canadiense que le da buena vida. Sus hermanos, por el mismo lado, son exitosos empresarios o académicos, aunque ninguno heredó el gusto de su padre por la historia, y que, sin embargo, el menor de ellos, el que lleva por nombre Rafael Antonio Benjamín de la Concepción José Francisco de Paula Salvador Ignacio de la Trinidad Molina Peralta se quedó a vivir en Perú.
Su singular familia, dice doña María, no le apena. Al contrario, le causa un enorme orgullo llevar el legado que su papá les dejó con su nombre (el de él, claro). Y que a pesar de los problemas que les acarreó tener tantos nombres que no le caben ni en el Documento Único de Identidad (DUI) ni en el pasaporte, ni en ningún documento, es algo que personalmente aprecia y le causa gracia.
-Yo en mi fe de bautismo tengo que me llamo Ana María de las Mercedes no se qué… es un gran montón de cosas que ni sé – dice –, por eso me tocó hacerme un “conocida por” para que en el documento me aparezca como María Mercedes.
Sin embargo, a pesar de reafirmar que se siente orgullosa de su nombre, doña María dice que dentro de poco se realizará un juicio de identidad para cambiarse el nombre y tener únicamente dos, algo que se lo permite la ley, pero que no podrá borrarlos de su partida de nacimiento.
***
Antes de la entrada en vigencia de la Ley del nombre, emitida en la Asamblea Legislativa de El Salvador, en mayo de 1990, los padres tenían la libertad de ponerle a sus hijos cuantos nombres quisieran. Así lo explica Margarita Garay, jefa del departamento de Registro Civil de la alcaldía de Santa Tecla, donde están guardadas las partidas de nacimiento de doña María Mercedes y sus siete hermanos con sus respectivos doce o más nombres cada uno.
Garay explica que a esta alcaldía llegan decenas de madres a diario queriendo asentar a sus hijos, y que no falta quien le quiera poner por nombre “Barney” a sus criaturas, un nombre que hasta hoy es visto con ojos raros, pero que es aceptado por esta y otras alcaldías.
-Lo que pasa es que cuando nosotros escuchamos Barney se nos viene a la mente el dinosaurio morado, pero en Estados Unidos ese es un nombre común – explica la jefa del Registro.
No son pocos los relatos que Garay cuenta. Dice que en los pocos años que tiene como jefa del Registro le ha tocado discutir con muchas madres que, bajo quién sabe qué argumentos, le quieren poner un nombre extraño a su hijo; como aquella que llegó, papeles en mano, a ponerle por nombre Yamamoto a su primogénico, alegando que ella tenía el derecho de ponerle un nombre raro a su hijo; o una mujer que llegó queriendo que se le aceptara el nombre de Messi (haciendo alusión al jugador de fútbol argentino), y no la dejaron por ser este un apellido. Algo que, por cierto, dice no es raro, ya que cada vez con más frecuencia están llegando madres queriendo asentar a sus hijos con nombres de futbolistas.
-Esa es una de las normas del nombre según la ley. No se le puede poner por nombre una palabra que es usada como un apellido. Así hemos salvado a muchos niños – explica.
De acuerdo con la legislatura del nombre, una persona que no esté conforme con el que le designaron sus padres podrá cambiárselo, máxime si se siente ofendido, le causa daño moral, o, como el caso de doña María Mercedes, es extremadamente largo.
Aunque la Ley del nombre ya tiene más de dos décadas de haber entrado en vigor, en El Salvador todavía hay muchas personas con nombres que les incomodan, largos, extraños o parecidos a las estrellas de la farándula simple y sencillamente porque sus padres quisieron llamarlos así.