Martín Antonio Guardado observó a una de sus víctimas. La siguió hasta ofrecerle empleo. El lugar era concurrido, como muchos otros que se encuentran en la ciudad de Santa Tecla, La Libertad. Se valió de su gran fluidez verbal y su astucia. La víctima no dudó de su propuesta y, mucho menos, de sus buenas intenciones. Creyó en él.
De Santa Tecla la llevó hasta Santa Elena, en la ciudad de Antiguo Cuscatlán. Caminaron hasta un redondel ubicado muy cercano a uno de los edificios que albergan oficinas fiscales, entre estas el despacho del fiscal General de la República, Luis Martínez.
Martín Antonio Guardado llevó hasta una zona desolada a la mujer, a quien recién había conocido: aprovechó cuando pudo para abusar de ella sexualmente. También le robó sus pertenencias, bajo amenaza de que si lo denunciaba iría a buscarla a su casa. Como esta víctima, cuatro más cayeron en las palabras de Martín Antonio Guardado entre marzo y abril de este año, así lo informó la Fiscalía General de la República (FGR).
Guardado fue acusado por la violación de cinco. Tras haber sido capturado en flagrancia el 26 de agosto pasado, un juez de Paz de Antiguo Cuscatlán le decretó instrucción con detención. Fue enviado a prisión por el delito de violación, robo, extorsión en grado de tentativa y otras agresiones sexuales.
Los datos de la FGR catalogan a Martín Antonio Guardado como violador en serie. La cara, su apariencia, sus acciones podrían no generar alerta. Es tan normal como cualquiera o eso parece. Pero ¿de qué manera es posible detectar esta patología?
Pues los violadores en serie son psicópatas. Así de simple: su vida es promiscua (nunca tienen una relación duradera), no tienen control de los impulsos, carecen de sentimientos y donde ven miedo ellos lo traducen en placer. Mienten para conseguir beneficios, no sienten pena alguna, carecen de empatía, no quieren a nadie y son un ícono de la maldad. Tienden a delinquir y repetidamente cometen delitos, aunque no lo necesiten. Estafan, roban, prestan sin intención de pagar nada. Se van endeudando, no les importa. Es la satisfacción, es el bien por el daño.
Un psicópata violador sexual serial, como explica a Diario1 el psicólogo forense, Marcelino Díaz, piensa que es mejor que los demás. Tiene una gran autoestima, percepción que les lleva a sentir que tienen el derecho y la capacidad de acceder a cualquier mujer, esa que ellos quieren.
Cuando no pueden tenerla por el bien, lo hacen por el mal. No aceptan el rechazo. Es un cazador. Cuando la víctima se ve intimidada y la amenaza es el momento en el que ha conseguido lo que busca.
Gran porcentaje de violadores se valen del miedo generado por las pandillas para aumentar sus crímenes “de delincuencia común”. Asumen patrones de conducta de los pandilleros, como su forma de hablar u operar. Algunos aprovechan puntos de taxi, donde más de uno pirata se podría convertir en su cómplice, y se llevan a sus víctimas hasta un hospedaje. En San Salvador, las «zonas de operación» que han sido detectadas están ubicadas sobre el Parque Infantil o cercanos al Mercado San Miguelito.
“Al violador, joven que le gusta la agarra. Es un violador serial cazador”, continúa el especialista.
Con 14 denuncias, de diferentes jóvenes universitarias, Lázaro Usiel Eleazar Vásquez del Cid fue declarado como violador en serie. Era un reo en fase de confianza del penal La Esperanza, conocido también como Mariona, que cada vez que salía aprovechaba para violar. Cumplía una pena de 16 años por robo agravado.
Su modus operandi se caracterizaba por encontrar jóvenes entre los 15 y 24 años que estuvieran desprevenidas, sobre todo aquellas con pinta de estudiantes. Se les acercaba, las tomaba del hombro y les decía: “mirá, quieren hablar con vos”, “un exnovio tuyo me ha mandado. Venite, vamos a hablar. Él te quiere matar, pero yo no te quiero matar«.
Vásquez del Cid hoy es un violador que está prófugo, tras escaparse en julio del centro penitenciario. Pasó puertas de seguridad, cámaras, la vista de los custodios y salió. Hasta la fecha poco se sabe de su fuga.
No todos los que llenan este perfil están en la cárcel: casi como sucede con otros delitos donde la víctima pone en riesgo su vida, muy pocas veces las denuncias llegan hasta las instituciones. Pero los que sí purgan ya una pena han entrado en un debate si es posible que, a través de un tratamiento, pueden cambiar de condición. Estudios han coincidido, así como de igual manera lo explica el sicólogo forense del IML, en lo difícil de lograrlo puesto que no sienten remordimiento alguno de sus actos.
Habrá quienes proponen la castración química como una salida, pero el violador no tiene el problema en el pene, lo tiene en la mente. En El Salvador ha existido un par de intentos en el Legislativo para que el tratamiento sea implementado, siempre y cuando un juez lo determinara, a reos que cumplen una condena por violación. Los legisladores que lo proponen, afirma Díaz, “que lean, primero”. Su respuesta la sostiene en que, para él, “entre más síntomas cumple, más puro es. Más síntomas de maldad y peligrosidad tiene”.
El violador que es sometido a este tratamiento buscará formas para “cazar”: un palo, una botella, con lo que tengan violarán ya que el problema es la cabeza. “El pene es una forma de satisfacción, pero él tendrá satisfacción aunque no tenga erección. Más lo que sería un gasto para el Estado”, añade.
El perfil patológico se cierra con una distorsión cognitiva: ellos creen que son grandes amantes. Realmente piensan que lo son. Y cuando una mujer le ha gustado mucho hace lo posible por volver a acecharla.