El timbre suena en la escuela Walter Thilo Deininger de Antiguo Cuscatlán. Los niños corren entre los pasillos y las canchas. Es tarde; unos cuantos todavía no almuerzan. A uno de los salones, que hoy funciona como cocina, llegan en parejas. Desde los más chicos hasta los de grados más arriba.
“¿Y hoy qué hay de comer?”, pregunta una niña. “Casamiento”, le responde una señora, que carga con la responsabilidad de cocinarles a diario sin recibir paga alguna.
“Vayan y díganle al resto que venga a comer”, pide la señora a las niñas que salen con su comida en las manos.
Una de ellas corre y grita a los demás. La jovencita, que ronda los 11, lleva el plato de frijoles y arroz más una botella de soda en la mano.
— ¿Por qué no pediste el refresco?— pregunto.
— No me gusta. Prefiero comprar la soda— me responde.
La escuela Walter Thilo Deininger es solo una de tantas donde los niños añaden a su dieta diaria una bebida con azúcar o comida con pocas propiedades nutritivas. Lograr que los niños coman sano en las escuelas es el reto del Ministerio de Salud (Minsal), ante el aumento de sobrepeso y las consecuencias a futuro de la mala alimentación. En El Salvador, más de un 60 % de los adultos son obesos, y hay un 38 % de niños menores de cinco años con sobrepeso, según cifras manejada por el MINSAL. ¿Cómo lograr que coman diferente? Esa es la pregunta que tanto los funcionarios de gobierno, las fracciones legislativas y maestros se hacen.
La normativa reguladora, bajo análisis
Diferentes posturas surgen -y dividen- a los que consideran que la salida es sacar la comida chatarra de los cafetines de los centros educativos del país, tanto públicos como privados. Otros, en cambio, son de la idea que no debe regularse al extremo; no se les pueden restringir las “libertades individuales” a los estudiantes, dicen.
La existencia de un proyecto de ley en la Asamblea Legislativa es una de las vías que surgen para tomar una decisión sobre el tema. El anteproyecto “Ley General de Educación Saludable para Niños y Niñas Adolescentes” genera los primeros comentarios entre los partidos políticos.
La idea central de la propuesta normativa es “ordenar los alimentos que se consumen” en las escuelas del país.
Con “esa ley van a salir medidas para regular el tipo de alimentos que se están dando en cafetines. Y de seguro van a haber giros para que no hayan alimentos que dañen la salud y el uso excesivo de comida carbonatadas y exceso de sodio”, comentaba esta semana la ministra de Salud, Violeta Menjívar, mientras reiteraba los altos niveles de obesidad a los que ha llegado la población salvadoreña.
Lo cierto es que, de momento, el análisis de la normativa y definir una política va a paso lento. Los diputados de la Comisión de Cultura y Educación de la nueva legislatura la han ojeado un par de veces. Solo los primeros artículos han sido discutidos.
Para Yohalmo Cabrera, diputado del FMLN, la ley en estudio, de ser aprobada, rompería “un esquema de consumismo, de alimentos. Eso sería un cambio brusco, radical en la venta”. Eso sí: la fracción del FMLN, explica Cabrera, solo estaría dispuesta a aprobarla si se saca por completo la venta de comida chatarra de las escuelas. La postura del partido oficialista es la prohibición, contraria a la que propone el partido ARENA.
Al consultarse a la diputada de la derecha, Patricia Valdivieso, su respuesta sobre el tema es otro y se direcciona en generar una política de control mas no caer en una sobrerregulación. “Debemos respetar las libertades individuales”, sostiene sobre el consumo que cada persona puede hacer de los alimentos.
“Por medio de una ley no se le puede obligar a una persona a comprar solo una cosa. Creo que se está violando la voluntad de los padres a escoger cómo va a educar a sus a que coman”, asegura sobre el proyecto que discuten.
Sin embargo, el partido oficialista es tajante a este criterio. Cabrera califica que es una posición superficial y no estaría resolviendo “el problema de fondo”.
Valdivieso dice creer más en otra opción que no llegue hasta una ley: la injerencia de parte del Ministerio de Educación para decir que se vendan o no gaseosas o churros. “Hay colegios privados que ya lo hacen. No es necesario hacer una ley para poder vender algo saludable en los colegios”.
¿Ley o costumbres?
En las 5 mil escuelas públicas de El Salvador existe el plan alimenticio que proporciona comida a los alumnos. El Gobierno brinda leche entera, frijoles rojos, arroz, azúcar, aceite y bebidas fortificadas. El resto de ingredientes, como verduras, consomés o dinero para el gas debe de correr, en muchos casos, por la institución; es decir, de donaciones o recolectas entre padres de familias, alumnos y maestros.
Si bien los escolares tienen la posibilidad de comer sanamente, adentro de los centros educativos siempre existe la posibilidad de tener al alcance una que otra golosina entre recreos. Son pocos los estudiantes que compran frutas. Pero es de tomar en cuenta que si toman una soda de 500 ml, ingieren 11 cucharadas de azúcar; si optan por una bolsa de papitas de 35 gramos, acumulan 172 kilocalorías; y si compran una bolsa de gomitas de 100 gramos consumen 360 calorías.
Sin embargo, si en los cafetines se vendiera solo comida sana, ¿se consumiría?
“Si se vende fruta, los niños la consumieran. A más no haber otra cosa, los niños comerían”, dice Milagro Perla de Chévez, maestra y encargada del programa de alimentos del turno vespertino de la escuela Walter Thilo Deininger.
Perla acepta que no es fácil hacer comer sanamente a un estudiante, sobre todo cuando desde su casa no le incentivan a generar un hábito. De alguna manera, la maestra justifica que esto sucede ante la falta de recursos de algunas familias. Al ser una de las encargadas del programa de alimentos reconoce que hay momentos y hay niños que piden comida en más de una ocasión. Pero también serían estos niños los que prefieren guardar los $0.25 que cargan en sus bolsas para cambiarlos por una yuca tostada, galletas o bombones.
“Ahí va una niña que vino a pedir el refresco, para acompañarlo con esa bolsa de papitas”, comenta.
La ministra Menjívar, durante el foro Nutrición, Salud, Capital Humano y Sostenibilidad del Desarrollo Económico y Social: Perspectivas y Desafíos para El Salvador, recalcaba que están frente a una epidemia de sobrepeso. “Los malos hábitos alimentarios propician las enfermedades crónicas. Y eso nos está disminuyendo nuestra capacidad productiva, por eso tenemos que trabajar en medidas”, continuaba.
Ante el llamado del Minsal de buscar salidas, y evitar las enfermedades crónicas que surgen a causa del sobrepeso, la diputada Valdivieso opina se debe cambiar un hábito con disciplina y educación. Es algo de costumbres enseñarle a un pequeño a comer saludable, para que entienda. Bajo esa línea tiene una opinión distante a la ministra de Salud. “Cada individuo tenemos la libertad de decidir qué vamos a comer. Si yo quiero comer y engordo es culpa mía. No le puedo echar la culpa a nadie. Son decisiones de cada persona”, dice en referencia a la relación de comida chatarra y obesidad.
Si se saca o no la comida chatarra de las escuelas está en debate público. De momento, los políticos deberán analizar si países que prohibieron estos alimentos, como Costa Rica, han triunfado en el sistema implementado.