El Salvador
domingo 24 de noviembre de 2024

Encerrado 420 días en el infierno

por Luis Canizalez


El profesor David Ulises Salvador, quien era director de un centro escolar de San Francisco Chinameca, fue acusado de violar a una estudiante de sexto grado. El examen de ADN resultó negativo y un juez lo dejó en libertad 14 meses después de estar en prisión.

Segundos antes de entrar a la celda, un guardia le ordenó que se quitara la ropa. Cuando atravesó los barrotes sintió vértigo, un extraño escalofrío, un vacío infinito. La mente se le quedó en blanco. Y como si fuera una proyección, se vislumbró solo, en un lejano desierto. Pero la celda estaba repleta de otros hombres.

Poco a poco recobró la consciencia. Sintió que las manos le temblaban, que respiraba con dificultad, que el corazón le latía con fuerza y que sus piernas no tenían firmeza. Arrastró los pies. Dio uno, dos, tres pasos adelante y se recostó contra la pared que tenía enfrente. Ahí se quedó por mucho tiempo, asimilando la realidad que lo cobijaba.

Pronto descubrió que estaba en un rincón poco iluminado que conectaba con la letrina. El olor a orines se filtró en sus pulmones. Sintió náuseas. Ya no le quedaban dudas, estaba preso, apiñado, junto a un centenar de hombres.

Uno de ellos se le acercó y le preguntó si tenía dinero. Antes de responderle dudó por un instante. Luego balbuceó unas palabras, como tratando de explicar que todo lo había dejado en la recepción de la bartolina. Le aseguró que no tenía nada, absolutamente nada. El desconocido le dio la espalda y se perdió entre la marea de reclusos que llenaban la celda.  Adentro el aire era denso, pesado y escaso. Un tanto fétido.

Otro hombre, distinto al primero que se le había aproximado, le ordenó que se fuera a bañar. Sintió miedo y trató de convencerlo que estaba limpio, que no necesitaba ducharse, que lo había hecho por la mañana. Mientras repetía los mismos argumentos, tratando de convencer a su compañero de celda, pensó lo peor.

Afuera, en el cotidiano mundo, había escuchado que los reos acusados por el delito de violación eran brutalmente abusados en las cárceles. Quizá era un mito, pero en ese momento sintió temor. Por eso refutó con insistencia.

Pero su interlocutor no entendió razones. Lo miró y, en silencio, le señaló hacia arriba. Por primera vez observó el techo. Un hombre robusto, con tatuajes en su cuerpo, que descansaba sobre una cobija blanca, amarradas a dos polines, le lanzó una mirada siniestra, amenazante.

“Es orden del jefe”, le dijo el sujeto que tenía enfrente. En seguida comprendió que no había alternativa. Se quitó el bóxer y se metió a la ducha completamente desnudo. Alcanzó a escuchar algunas risas. Tan solo eso. Risas.

***

El profesor David Ulises Salvador fue capturado en la escuela donde impartía clases. Era la tarde del 29 de julio de 2013.  Ese lunes era muy significativo en su carrera como maestro de básica. El Tribunal de la Carrera Docente lo estaba evaluando para determinar si continuaba cinco años más como director del Centro Escolar Amalia Rosales Campos, ubicado en el cantón Los Planes, municipio de San Francisco Chinameca, departamento de La Paz.

“Los oficiales llegaron en ese preciso momento. Me preguntaron el nombre, me notificaron que me habían denunciado por el delito de violación en menor incapaz y me pidieron que los acompañara. Yo me sentí mal, porque hasta como que buscaron el día que me iban a evaluar para capturarme. Les pedí que me dieran chance de firmar y sellar todo lo que llevaba la licenciada del Tribunal de la Carrera Docente. Le llamé a mi esposa y le comenté todo lo que estaba sucediendo”, recuerda.

Salvador asegura que nunca violó a nadie, que no cometió el delito que se le imputó, que todo se trató de una trampa. Y que, en parte, fue negligencia suya. Así razona ahora que ha recuperado la libertad y tiene tiempo para hacer conjeturas sobre los errores que lo llevaron a prisión.

Desde hacía varios meses sabía que una de sus estudiantes, que cursaba sexto grado, estaba siendo vendida sexualmente. Cierto día lo comentó con unas personas que son cercanas a los padres de la niña, que en ese entonces tenía 12 años de edad. A los meses la menor quedó embarazada y lo señalaron a él como responsable.

“Yo hice ese comentario que nunca debí  hacer en púbico. Tuve que haber acudido a las autoridades, pero no lo hice. Y lo que pasó fue que estas personas, que estaban vendiendo a la niña, cuando salió embarazada, la prepararon para que dijera en la unidad de salud que había estado conmigo. Luego, en el testimonio que dio a los fiscales, aseguró que no había estado con ningún otro hombre; que yo la había violado y embarazado. Y con ese testimonio no había vuelta atrás”, comenta.

Luego de capturarlo se lo llevaron a la División Central de Investigaciones de la Policía Nacional Civil (PNC) de Zacatecoluca, le tomaron huellas dactilares, lo fotografiaron sosteniendo un cartel con una serie de números y después lo trasladaron a la bartolina policial de de San Pedro Masahuat. Ahí comenzó el infierno.

Foto D1. Salvador Sagastizado. Reos en el interior de una bartolina de Soyapango.

Foto D1. Salvador Sagastizado. Reos en el interior de una bartolina de Soyapango.

***

Al inicio no hablaba con nadie. Todo le parecía monótono, tétrico y oscuro. Los rostros de sus compañeros eran iguales, se confundían unos con otros. En todos se reflejaba el tedio, la ansiedad, lo absurdo de la vida tras las rejas.

Los días transcurrían con lentitud. El tiempo no existía. Ningún reloj marcaba segundos, ni minutos, ni horas. Nada de eso tenía cabida en aquella calurosa celda. Todo se limitaba a tres paredes, a barrotes oxidados, al suelo y al techo. Eso era todo.

De vez en cuando, cruzaba palabras con algún compañero. Lo mismo de siempre, esas interrogantes infaltables en las cárceles: ¿a vos por qué te trajeron?, ¿qué hiciste?… Y también las mismas respuestas de siempre: soy inocente, no hice nada, no robé, no maté, no violé. Algunos mentían, otros quizá no.

Cuando a él le preguntaban por qué lo habían encerrado, respondía que por maltrato. No tenía valor de revelar que por violación. “¡Ah, ya te vas a ir!”, le decían. Pero los días pasaban y él no se iba. Seguía parado, o sentado, en el mismo lugar.

Muchas veces fue testigo de salvajes riñas al interior de la prisión. La sangre corría, indiferente, en ese calabozo de agonía. Nadie se atrevía a decir nada, ni una palabra. Lo mejor era callar, ignorar lo que ahí ocurría. A ratos, las ideas suicidas aparecían en las mentes de algunos reos.

Las noches le sabían eternas. Dormía sentado, con las piernas encogidas, en un espacio conformado por dos ladrillos del suelo. Los primeros días sufrió fuertes dolores de espalda. Pero luego se acostumbró y perdió la sensibilidad. Luego, unas rochas invadieron su cuerpo. La comezón era terrible. A veces, en el afán de rascarse, se desangraba la piel.

Se levantaba a las cuatro de la mañana. Se bañaba, oraba y desayunaba. La rutina se repetía, una y otra vez, para el almuerzo y la cena. Lo que más le molestaba era dormir frente a los baños.  La bartolina era húmeda, calurosa y asfixiante. Los orines se salían del escusado y se mezclaban con el sudor que derramaban los cuerpos ahí hacinados. Así se consumían los días. Y la vida también.

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La investigación fiscal detalla que el profesor David Ulises Salvador, de 44 años, abusó sexualmente de una estudiante que cursaba sexto grado. Según exponen los fiscales, los hechos ocurrieron de mayo a diciembre de 2012.

De acuerdo con el relato de la adolescente, el profesor (que impartía la asignatura de inglés y que era director del centro escolar del cantón Los Planes) le ofreció darle todo lo que quisiera a cambio de tener relaciones sexuales con ella. La llevaba a la dirección y la penetraba sin ninguna protección. Así dice el requerimiento fiscal.

La niña fue a pasar consulta en diciembre de ese mismo año a la Unidad de Salud del municipio de Olocuilta y se enteró que estaba embarazada. Cuando los médicos la cuestionaron aseguró que con el único hombre que había estado era con el director de su escuela.

A finales de julio de 2013, el profesor David Salvador fue capturado. La audiencia inicial fue en el Juzgado de Paz de San Francisco Chinameca. Ahí le decretaron instrucción con detención provisional. Quedó pendiente la prueba de ADN para comprobar si el bebé que esperaba la adolecente era su hijo.

Cinco meses después fue llevado a Medicina Legal para realizarle el examen físico. Pero, la audiencia preliminar se prorrogó hasta el 07 de octubre de 2014. Ese día, el Juzgado de Instrucción de San Luis Talpa lo absolvió de todo cargo penal porque la prueba de ADN resultó negativa.

Sin embargo, los fiscales apelaron ante una Cámara de lo Penal,  y esta ordenó enviar al profesor a juicio. Los argumentos eran que si bien el examen físico daba negativo, el psicológico indicaba que la adolecente había sido violada.

El pasado 23 de mayo de este año, un juez del Tribunal  de Sentencia de Zacatecoluca  lo volvió a dejar en libertad. El juzgador  no encontró ninguna razón para condenarlo por el delito que había sido procesado.  Pero los fiscales volvieron apelar ante una Cámara de lo Penal.

El profesor asegura que ahora lo único que desea es salir del embrollo judicial, volver a tener trabajo, impartir clases, volver hacer el mismo de antes. De momento se encuentra en su casa, desempleado, endeudado, con una amenaza de embargo de su vivienda; con la esperanza que todo se resuelva pronto.

“Siempre he tenido la certeza que soy inocente. He sido profesor durante catorce años y nunca tuve un problema con alguna estudiante, ni siquiera cuando impartía clases en un instituto.  No sé por qué los fiscales se han empeñado contra mí. Digan lo que digan, la realidad ha salido a luz.  Mi fe en Dios me hizo soportar todo ese infierno que viví en la cárcel. Y créame, no le guardo rencor a nadie. No siento ningún deseo de venganza, ni contra los padres de la menor, ni contra ella misma”, dice.

Una persona, cercana a la adolescente, aseguró que la niña (que ahora tiene 14 años de edad) está embarazada nuevamente. “Sería bueno que alguna institución que vela por los derechos de la niñez le ayudara”, sugirió.

absuelto

Resolución dictada por el Tribunal de Sentencia de Zacatecoluca.

***

Durante diez meses no habló con su esposa, ni con sus tres hijos. Fue hasta que lo trasladaron al penal de Mariona que conversó con ella por teléfono. Ese día lloró de alegría. Era lo mejor que le sucedía en mucho tiempo.

En su nueva celda el tiempo pasaba rápido. Los días eran menos tediosos. Tuvo acceso a libros y lana para tejer. Dormía tendido en el suelo, debajo de un camarote. El aire era más ligero y los rayos del sol se filtraban por los barrotes. Lo mejor fue recibir la visita de su esposa. Los cuatro meses que pasó en ese lugar se fueron volando.

En octubre de 2014, cuando el juez  lo dejó en libertad, una mezcla de emociones invadió su pecho. Guardó silencio y no hizo más que llorar. Lloró de alegría, o quizá de tristeza. Eso ya no importa. Salió a la calle y respiró hondamente. Afuera el mundo no le parecía tan diferente.