Cuatro días han transcurrido de la noche en que Alejandro y Ana fueron asesinados a balazos frente a sus cinco hijos. Los niños observaron todo y pasaron la noche junto a los cadáveres de sus padres. El mayor tiene nueve años y el menor diez meses. A ellos les perdonaron la vida.
Hoy, jueves, en Usulután el caso continúa sin respuestas. Nadie sabe nada. Ni la Policía tiene claro por qué asesinaron a la pareja que residía en la comunidad La Granja, municipio de Santa María, departamento de Usulután.
– Como le repito. Ese es uno de los 25 casos que aún no hemos establecido el móvil. En la investigación se va a determinar si tenían algún vínculo con grupos delincuenciales – responde uno de los jefes policiales de la delegación central de la Policía Nacional Civil (PNC) de Usulután.
El oficial recomienda que mejor vayamos a la delegación del municipio de Santa María para conseguir más información sobre el caso. Así lo hacemos.
En el puesto policial de Santa María, el jefe se abstiene de dar declaraciones. Los otros agentes tampoco dan detalles. Aseguran no saber nada. Cuando le manifestamos nuestra intención de ir al lugar, un policía responde (mitad en broma y mitad en serio):
– Ahí ni piensen ir a meterse. Bueno, en verdad no pasa nada. Solo matan. Así es que, si no quieren convertirse en noticia, mejor no se vayan a meter ahí –.
Nos retiramos. Cuando pasamos por la entrada de la comunidad La Granja, unas piedras se estrellan en la capota del pick up en que nos trasladamos. Las tiran desde unos árboles. El mensaje es claro y decidimos marcharnos.
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Usulután arde. El calor sofoca a sus habitantes y la criminalidad también. Las cifras son escandalosas en ese municipio: casi 40 homicidios en cinco días.
La ola de asesinatos se desbordó el pasado fin de semana. Solo el domingo mataron a once personas, el lunes fueron seis, el martes ocho y el miércoles once. Así aparece en los registros de Medicina Legal.
El pueblo conocido como «El Granero de la República», ahora apiña muertos. Las morgues están colapsadas. Los cadáveres se han acumulado, están tendidos en el piso, uno sobre otro, en las salas de autopsias. Afuera, los familiares esperan a sus muertos.
La operatividad policial y las capturas también se han incrementado. Las bartolinas ya no dan abasto. Están abarrotadas de delincuentes.
Las hipótesis policiales son vagas. Para las autoridades, las amenazas de pandillas de engrosar la cifra de asesinatos en la coyuntura de la beatificación de monseñor Romero, son solo rumores que arrojan luces de alerta.
– Se escuchan rumores, voces, pero eso a nosotros nos hace reactivar más nuestro trabajo. La actividad policial siempre se mantiene, digan ellos que harán o no alguna actividad – asegura uno de los jefes policiales de Usulután.
Así lo justifica la Policía: los enfrentamientos entre pandillas deja la mayor cuota de muertos y otras causas, como el no pago de la extorsión y las riñas personales, dejan una porción menor.
– ¿Qué información manejan?, pregunto.
– Hay varios aspectos que han influido en el incremento de los homicidios. La gran mayoría se debe a pugnas entre grupos de facinerosos. Los demás son por rencillas entre personas comunes.
Las estadísticas policiales revelan que 37 homicidios se han cometido desde el fin de semana pasado hasta la tarde de este jueves. En el mes suman 62. Comparado con mayo de 2014, hay 37 asesinatos más.
Para otro policía el despunte de los crímenes se debe a la operatividad policial que ha aumentado con fuerza. Pero, también hay otra causa:
“Aquí los pandilleros sí están haciendo efectiva la amenaza. Han matado a bastante gente civil”.
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Una tarde en Usulután
El centro de la ciudad oculta esa realidad. Ahí todo parece transcurrir con normalidad. Cualquier turista juraría que en ese municipio, ubicado a 118 kilómetros de la capital, no sucede nada anormal.
Y sin embargo, la gente tiene temor. Las noticias no son alentadoras. Si bien, la mayoría de crímenes se dan en las zonas rurales, la zozobra parece ser el pan de cada día de los usulutecos.
Los rumores que los asesinatos se incrementarán en los próximos días corre por toda la ciudad: en la policía, el parque y algunos restaurantes de la ciudad.
Durante la semana, la sala de espera de la alcaldía de Usulután ha estado inundada de personas que han solicitado ayuda para comprar ataúdes, café y pan.
Pasadas las cuatro de la tarde, el alcalde usuluteco Miguel Jaime “Piedra”, nos recibe en su despacho: una oficina espaciosa, con pocos muebles. Atrás, en la pared, un retrato del edil y una tela roja con un texto bíblico que dice: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
– Usulután es catalogado uno de los departamentos más violentos del país, ¿cómo han recibido este incremento de homicidios y qué está haciendo la alcaldía?
– Es bastante lamentable. Nosotros como funcionarios estamos haciendo nuestro trabajo en prevención. Como usuluteco y alcalde quisiera hacer muchas cosas, pero lamentablemente no podemos hacer gran cosa.
– Esta mañana, la noticia que agentes del 911 estaban rifando un ventilador para poder costear la reparación de tres patrullas arruinadas se difundió en redes sociales. ¿A usted no se han acercado?
Como no, pero como te repito, no tenemos nosotros las herramientas necesarias para poderles apoyar. Tal vez les podemos apoyar con gasolina, pero es lo más que podemos hacer, de ahí nosotros nos enfocamos en la prevención
– ¿De qué manera?
– Con los talleres vocacionales y escuelas de fútbol… Es que no es mucho lo que nosotros podemos hacer como alcaldía, ya existen las autoridades correspondientes que es el trabajo que les corresponde a ellos, nosotros como municipalidad solo preventivamente podemos hacer algo.
Pasadas las ocho de la noche, las calles de Usulután están desérticas como si fuera de madrugada. Afuera de Medicina Legal convergen personas que no se conocen entre sí. Una causa en común los ha reunido en ese lugar: todos esperan a que les entreguen sus muertos.
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