El Salvador
jueves 14 de noviembre de 2024

La cruzada quijotesca de los excombatientes olvidados

por Luis Canizalez


El pasado viernes primero de mayo, un grupo de excombatientes de la extinta guerrilla y de la Fuerza Armada cumplieron 75 días de haberse tomado uno de los monumentos más simbólicos de la capital: El Divino Salvador del Mundo. Exigen la aprobación de una ley que les otorgue beneficios. De lo contrario, aseguran estar dispuestos a morir en ese lugar.

Los excombatientes están alertas. Hoy viernes, a las dos de la tarde, han demostrado que no admiten intrusos en su campamento. En cuanto advierten la presencia de periodistas, se  acercan, con mil interrogantes en sus rostros, y cuestionan con vehemencia.

Les explicamos que somos periodistas y que queremos escribir sobre la toma del Divino Salvador del Mundo que ellos sostienen. Sus nerviosas caras se relajan. De inmediato levantan las cintas amarillas que delimitan el territorio ocupado. Caminamos.

Adentro no es adentro. Es un espacio cercado, sin techo, al aire libre. En el suelo hay colchonetas, leña y unas cuantas carpetas que los veteranos utilizan para cubrirse del sol  y la lluvia.

Nos sentamos en la grama, bajo la sombra de un frondoso árbol. El cielo está nublado: amenaza con una fuerte tormenta. Una veintena de hombres, vestidos con trajes militares, nos rodean.

La escena es una ironía. Una fotografía que veinticinco años atrás hubiese sido imposible retratar. Militares y guerrilleros unidos en una misma lucha. Ahora conviven como hermanos, sobreviven en el abandono y rememoran un sinfín de anécdotas con cierto olor a muerte.

-¿Qué es exactamente lo que quieren saber? – cuestiona uno de ellos, con un tono seco.

– Ustedes han dicho que de aquí únicamente saldrán muertos o hechos pedazos, ¿cuál es la respuesta que les ha dado el gobierno a su petición?

– La respuesta ha sido la misma: una eterna negación. En verdad,  lamentamos la actitud de los gobiernos, tanto de derecha y de izquierda, que a 23 años de haberse firmado la paz no tengamos una ley que nos identifique como veteranos de guerra – responde el mismo hombre.

***

El comandante “Rayo”

Antes de ser el comandante “Rayo”, Alberto Galdámez era un joven que impartía catequesis en una iglesia de Cojutepeque.  En ese entonces apenas tenía 16 años y estudiaba primer año de bachillerato. Era un magnifico orador. Nunca le tembló la voz cuando hablaba frente a otros jóvenes de su edad.

Recuerda que fueron los mismos sacerdotes, de las iglesias donde explicaba las doctrinas bíblicas,  que le advirtieron que tenía que comenzar a prepararse para impulsar un cambio en el país.

-Era una formación filosófica del partido de izquierda – evoca el comandante Rayo, mientras sus otros compañeros le escuchan con atención.

Años después se integró a las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) donde conoció a personajes que hoy son funcionarios de gobierno, como el ministro de Obras Públicas, Gerson Martínez y el mismo presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén, quien en ese entonces era uno de los principales líderes de esa organización.

-Nos reuníamos y cada quien daba un informe en el que se planteaba lo que había que hacer contra el gobierno de ese entonces que nos reprimía con todos los cuerpos de seguridad-.

-¿Usted cree que al verlos de frente lo reconocerían?, cuestiono-.

– Claro que sí. Es más, le cuento. Manuel Melgar perteneció a la PRTC (Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos), en aquel tiempo vivía en Suchitoto. Era un hombre tímido. Luego de la firma de los Acuerdos de Paz, llegaba a mi casa  y platicábamos. Un día me pidió que les ayudara en el reclutamiento de gente y en la organización de masas para el FMLN,  que en ese entonces ya lo habíamos constituido como partido político. Yo acepté y rompí capotes en varios municipios del departamento de Cuscatlán. Fui el coordinador en toda esa zona cuando se inició el partido. Les ayudé bastante en el reclutamiento. No fue tarea fácil, porque la gente no nos aceptaba.

-¿Y luego qué pasó, no le dieron espacio en el partido?

Espéreme. No le he terminado de contar. Hace un par de años nos vimos con Melgar. Llegué a Casa Presidencial por un evento relacionado al café. Adentro me encontré con él, iba con Ortiz, con quien también fuimos compañeros. La cosa es que cuando me vio, me dijo: “Puta, vos siempre andas de revoltoso, ¿va?”. Pues sí, de todas maneras, ustedes mismos nos enseñaron que para conquistar un objetivo hay que luchar, le dije. Solo risa le dio y se fue.

El comandante Rayo ahora tiene 66 años. Su cabello liso está totalmente blanco. Los pliegues en la cara son profundos y la dentadura está evidentemente gastada.

Dice estar desempleado. Su única esperanza es que el gobierno apruebe la ley de veteranos de guerra,  obtener algunos beneficios y morir con dignidad.

-¿Qué es lo que piden en el marco legal que han elaborado?

-El proyecto de ley ya está en la Asamblea Legislativa. Contempla una pensión de un salario mínimo de la ciudad que anda por 245 dólares. También pedimos salud, viviendas y tierras para trabajarlas.

-¿Cuáles son las cifras que arroja el censo?

Entre los excombatientes de la guerrilla y del ejército somos alrededor 100 mil personas.

Pero, con el déficit económico que el gobierno tiene…

– Esas son excusas. ¿Por qué para viajes y seguridad para los diputados que van de salida sí hay dinero? Mire, es lamentable… y quiero dejar algo bien claro, hay algunos funcionarios que ni siquiera supieron lo que fue tomar un arma. Por ponerle un ejemplo, ahí está Sigfrido Reyes, ese tipo, mientras nosotros pasamos peleando 12 años de guerra, él pasó en la Unión Soviética preparándose para que hoy esté en la Asamblea fomentando corrupción al mejor estilo de la derecha.

El comandante Rayo es uno de los hombres clave en la organización de la toma de El Salvador del Mundo. Funge como vicepresidente de la Federación de Asociaciones del Frente Histórico Salvadoreño (FAVERSAL).

Fue uno de los que, a mediados de noviembre del año pasado, se reunió con los veteranos del ejército que combatieron en la guerra. El objetivo era consolidar una estrategia para presionar al gobierno y lograr la aprobación de la ley de veteranos de guerra.

***

Hoy viernes, cuando el reloj marca las doce del mediodía, el presidente Salvador Sánchez Cerén está en la plaza del Salvador del Mundo. Sube a un pódium y recita un eufórico discurso.

Habla sobre las luchas de los trabajadores en el afán de conquistar sus derechos. Rememora sus inicios en las organizaciones y las batallas por la justicia social que, con los años, lo llevaron a convertirse en presidente de El Salvador.

Atrás de la tarima están los veteranos, renuentes a abandonar el lugar, hechos puño, ocultos a los ojos del auditorio.  Horas antes se enfrentaron al cuerpo de seguridad del presidente, quienes les incitaron a desalojar la plaza.

– ¿Qué les dijeron los del batallón de seguridad presidencial? – pregunto.

– Nos querían sacar y como pusimos resistencia crearon un cerco.  Sánchez Cerén no pudo caminar ni cinco metros para saludar a su pasado – exclama un hombre entrado en años, con los ojos cansados y el cabello canoso.

Un prolongado silencio inunda el lugar. Pareciera que la frase del “compa”  hirió a los demás excombatientes. Incluso los militares agachan los rostros y se hunden en meditaciones.

Instantes después, el mismo anciano, retoma la palabra:

– Mire, dan hasta ganas de llorar porque este gobierno nos ha abandonado. Nosotros dimos nuestra vida, dejamos nuestra juventud y  nuestras familias para irnos a la guerra, porque  ellos nos prometieron que al llegar al gobierno la vida de nosotros iba a cambiar. Pero nada de eso sucedió.

Otro de ellos, con un tono chillante e inquieto, agrega:

– Nosotros por eso nos sentimos indignados con la cúpula del gobierno, no con el partido, porque el partido es del pueblo, de todos nosotros,  pero ellos se han adueñado de esas cuatro letras para hacerse más ricos. Se olvidaron de los ideales por los que lucharon junto a nosotros.

***

El Comanche

Su verdadero nombre es Carlos Mejía. Pero durante la guerra, sus compañeros de la Fuerza Aérea lo conocían como “El Comanche”. Es un hombre de aspecto duro, serio, de pocas palabras. En su mirada hay un aire de desconfianza.

Es vicepresidente de la Asociación de Veteranos de la Fuerza Armada de El Salvador (AVEFAES). Combatió durante los doce años de guerra civil y ahora pide se cumplan los beneficios que se establecieron en la firma de los Acuerdos de Paz.

– Nos engañaron. Los coroneles se vendieron y firmaron la paz. Pero ellos recibieron grandes cantidades de dinero y se enriquecieron con la venta de armas. Nosotros fuimos dados de baja, quedamos desempleados y hasta lisiados para toda la vida – señala.

El Comanche tiene 55 años. Es robusto, piel trigueña, ojos café y cabello ralo. En la frente tiene varias cicatrices. La más notable se la produjo una esquirla que aún la carga escrutada en el cráneo. Nunca se la pudieron sacar.

Se unió al ejército tras el asesinato de su padre. Lo mató la guerrilla y eso lo motivó a tomar un fusil e irse a la guerra. No se arrepiente. Sin embargo, es consciente que luego de los Acuerdos de Paz fueron borrados del mapa. Literalmente los abandonaron.

-Yo he llegado a una conclusión. La derecha y la izquierda son lo mismo. No hay color. Los areneros son tan rojos como los rojos, y los rojos son tan areneros como los areneros. Son lo mismo. Los gobiernos de ARENA también nos engañaron”.

-Este mes se celebrará, en este mismo lugar, la beatificación de Monseñor Óscar Romero, ¿qué han pensado hacer ese día?- cuestiono.

– Sin duda alguna, aquí estaremos.

El exmilitar gira la vista. En seguida comprendo que ha finalizado su discurso y no le interrogo más.

***

Los veteranos aseguran que ya se acostumbraron al sol que les achicharra sus cuerpos durante el día. También al frío que se cuela en sus huesos durante las noches. A las esporádicas lluvias. Al hambre cuando no hay comida.  A pedir dinero a los conductores que transitan por la zona para comprar alimentos.

Esa resistencia la heredaron de la guerra. Ahí se experimentan los sacrificios más crueles que, a estas alturas de la vida, nada les sorprende o les desanima. Por el contrario, el coraje de lucha arde con más fuerza que nunca.

Son 75 días los que llevan en la plaza del Salvador del Mundo, durmiendo en colchonetas y cartones, rodeados de pancartas deterioradas por el clima, cruces de madera con mensajes metafóricos. Y, sobre todo, una fuerza de voluntad que parece inagotable.

Hoy viernes, cuando el reloj pasa de las cinco de la tarde, una mujer cocina con leña una hollada de frijoles. El café está casi listo y el pan no hace falta en ese cuartel improvisado.

El día no ha sido tan productivo para la colecta. Pocos automóviles pasan por la zona, quizá por ser primero de mayo. Mañana será sábado y los veteranos están convencidos de una sola cosa: de ahí solo saldrán muertos o con la ley aprobada.

Fotos D1: Salvador Sagastizado

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