En el centro de votación Álvarez Pineda, instalado sobre la calle Motocross, en San Salvador, una de las Juntas Receptoras de Votos (JRV) se declaraba victoriosa: había concluido el conteo de votos de las elecciones de concejos municipales, diputados y Parlamento Centroamericano (Parlacen).
Sofía -como le llamaré- era una de las integrantes de esa mesa electoral. La joven, con el rostro visiblemente extenuado, acumulaba treinta horas de incesante trabajo.
Eran las nueve de la mañana del lunes 2 de marzo.
La jornada electoral del día anterior, en casi todo el país, se prolongó: no hubo manera de terminar entre las siete o las nueve de la noche –como en elecciones pasadas-, mucho menos a la medianoche.
A Sofía y su JRV, el conteo del Parlacen y la Asamblea Legislativa le llevó de cinco a seis horas; solo el de concejos municipales fue expedito. Repasaban una y otra vez. Las cifras tenían que ser exactas: ni un voto demás. ¿Pero, qué ocurría? “El conteo fue complicado por el voto cruzado”, responde Sofía sobre el paso lento que tomaron. “Pensé que la íbamos a ‘regar’ en algún dato. Estábamos muy cansados”.
Y no se equivocó: múltiples fueron los momentos en los que habían errado. Los datos no coincidían; volvían a comenzar el conteo.
A unos cuantos kilómetros de Sofía se encontraba Laura. Era su primera vez en una Junta Receptora de Votos. Ella estaba designada en la Concha Viuda de Escalón, un pequeño centro educativo donde esa mañana primeriza de marzo fueron detenidas 25 personas por presunta portación de documentación falsa. En ese centro de votación el escenario era el mismo: hacer varias veces un mismo conteo.
Las dos de la madrugada se llegaron y Laura seguía haciendo apuntes. En su mesa había un marcado impasse. Líos y el cansancio de por medio ponían frenos.
Paraban unos minutos, despejaban la mente y seguían. Si querían avanzar, tenían que ser claros: “nada de desacuerdos —dice Laura sobre las normas que pusieron para avanzar-. Todos en la JRV estaban muy pendientes de los votos por su partido, en especial el FMLN y ARENA”.
—¿A qué horas terminaron?
—A las 3:20 a.m. se entregaron las actas de cierre.
—¿Cuál fue su mayor atraso?
— El voto cruzado o voto por preferencia, eso fue lo que prácticamente hizo más lento el conteo.
En la mesa de Laura, pocos fueron los que no supieron cómo votar. A lo mucho dos. De 300 votos, hubo un promedio de seis anulados y cuatro abstenciones.
***
En el apogeo de la madrugada traslucía el cansancio. Apenas hubo tiempo para levantar discusiones, comer o tomar líquidos, recargarse y continuar.
Los hubo aquellos voluntarios que –si tenían suerte y su partido no los olvidaba-, se atestaban de comida, algunos cuantos que no sufrían por el frío, integrantes de mesas buscando lámparas para alumbrar mejor las papeletas marcadas, la mujer embarazada que no aguantaba el desvelo, aquel que no podía esperar mucho sin dejar de buscar el sanitario, el grupillo de jóvenes que yacía sobre el piso en anaqueles de votación desarmados. El vigilante de mesa que se creía innecesario y que pensaba en desaparecer al mínimo descuido. Estaban aquellos que sabían con claridad cómo hacer el conteo y los que un par de números de más les complicaba la existencia.
Lograr que las sumas de los votos cuadraran no les fue fácil: el conteo de votación cruzada fue el peor de todos los frenos, coinciden. Debían ser aún más meticulosos; delicados en las sumas.
—¿Qué fue lo complicado al contar el voto cruzado? —pregunto a Sofía —.
— Fue de locos el conteo. Más que complicado, arcaico. Te dan dos rotafolios, una cuenta marcas, con el listado de cada diputado de cada partido en el que vas poniendo un palito por cada marca. Un cuenta votos con el listado con los partidos políticos para poner un palito por cada voto por bandera o por caras del mismo partido. Después contás los palitos y ya sacás el total.
Sofía no llegó a las elecciones sin haber recibido instrucción alguna. Para entonces creía que tampoco sus compañeros. Pero aún así, y con el Código Electoral en mano, veía confusión en los rostros que tenía enfrente. El único pensamiento que hacía cabida en la mente de Sofía era que cada partido político hubiese capacitado a su gente.
— ¡No sé cómo hicieron en los pueblos! —me dice pensando en los lugares más remotos—.
***
Al Sur de San Salvador, en el polideportivo España del municipio de Soyapango se llegaba la noche. Muy puntuales, a las 5:00 p.m. se inició el conteo. Eran 21 JRV las que fueron instaladas sobre la pista larga de atletismo.
Una luz tenue caía sobre el centro de votación. Estaban faltos de iluminación, lo que provocaba que poco se distinguieran las marcas en las papeletas electorales.
Doña Jackie era vocal. A las ocho de la noche, su Junta Receptora de Votos contaba el voto cruzado del Parlamento Centroamericano. Dos horas más tarde, a las diez, no habían variado. Una hora después, reiniciaron el recuento.
Así tres veces más. “Nos enredamos bastante”, confiesa Jackie.
A las 7:30 a.m., la mesa de Doña Jackie entregó las actas. Corrió a su casa pensando que debía presentarse en el trabajo.
Pero en algo coinciden Sofía y Doña Jackie: ¿volverían a servir en una Junta Receptora? Responden con un firme sí.
—Por la entrega que le das a tu partido, lo hacés con gusto —se justifica Sofía—. Pero si el voto cruzado sigue adelante, espero que el TSE implemente otro proceso. Yo desearía interponer una demanda porque violentaron todos los derechos humanos.