El Palacio de Convenciones de Cuba acogía la llegada de la delegación estadounidense que, luego de medio siglo de distanciamiento, volvía a cruzar palabras con diplomáticos de la isla. Era un 22 de enero de 2015 cuando Estados Unidos oficializaba el restablecimiento relaciones bilaterales con los cubanos.
Dentro de uno de los salones, la delegación norteamericana tomaba asiento. La secretaria de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Roberta Jacobson, y la directora general de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores, Josefina Vidal Ferreiro, se ubicaron una frente a la otra, cruzaron miradas y se disponían a iniciar con la jornada de diálogo que escribiría un nuevo capítulo en la historia de ambas naciones.
Mientras las conversaciones tomaban su rumbo, afuera -y no muy lejos- un autobús realizaba un recorrido por la ciudad: en él, seis turistas dejaban ir los disparos de sus cámaras para llevarse a sus países la mejor imagen de La Habana. Eran todos europeos tratando de entender el sistema y la vida de los cubanos.
La guía de ese grupo era una mujer; su nombre es Java, “como la isla indonesia”, repite a los extranjeros. Es maestra, ejerció durante varios años pero ahora se dedica a dar tours en su país. Prefiere hacerlo porque genera más ingreso a su familia de esta forma.
Java agarra el micrófono del bus y toma breves minutos para hablar de la revolución cubana. Dice que era necesaria si querían evitar que los estadounidenses se apropiaran de la isla. Continúa y llega a los tiempos modernos.
Aceptando las urgencias del pasado reconoce las necesidades del presente: “El mundo está cambiando y Cuba tiene que cambiar”, decía Java de forma petitoria. Sabía que no era un día común, que dentro del Palacio ubicado a unas cuantas calles de ella se discutía su futuro, el de su familia y el de 11 millones de cubanos.
Java, una cubana de 54 años de ojos verdes como las esmeraldas, cree que los diálogos son el puente que podría desprenderles de un sistema que les deja atrapados en el tiempo y lejos de la diversificación económica.
Muy segura de que son los tiempos los que han obligado al cambio, Java ve en el acercamiento con Estados Unidos la posibilidad de dar mejores condiciones de vida a su país. “Cuba ya no puede seguir en la misma miseria en la que está”, a lo que añade inconforme: “Y si McDonald’s es una mierda, quiero probarla. Lo que tú no puedes decirme es qué es bueno y qué es malo”.
Las conversaciones seguían. En el Palacio las delegaciones hablaban de los límites a cruzar durante el proceso “largo y complejo” que están por iniciar. Cuba solicitaba respeto a su sistema político, económico y social entre ambas naciones. Vidal pedía, basada en esa igualdad soberana, que el diálogo se realice “sin menoscabo a la independencia nacional y la autodeterminación” de los cubanos.
Muy cerca de la cadena de helados Coppelia, un taxista se monta a su vehículo y viaja hasta La Habana Vieja. En el recorrido, los carros clásicos –conocidos como “almendrones”- se atraviesan por montón, personas caminan en una tarde en la que el Sol golpea sin nube alguna que le bloquee. Aunque pareciera ser una tarde más en La Habana, él sabe que dentro del Palacio también ocurre algo. No está seguro qué se está diciendo adentro, pero está enterado de que son los gringos los que ya pusieron sus pies en Cuba.
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“Los necesitamos para salir de la crisis…”, asevera Orestes sobre los aprietos que dice han estado presente en los últimos 50 años. Sin embargo, aunque cree que Estados Unidos se convierte en un socio prescindible, está claro que las relaciones deben reactivarse siempre y cuando “ellos nos respeten a nosotros”. “Nosotros siempre hemos querido tener buenas relaciones con EEUU, lo que pasa que ellos se la pasan interviniendo en los demás países. Se la pasan atacando países y nosotros eso no lo vamos a permitir”.
Al conducir, trae a su memoria los golpes por los que ha pasado su generación. Comienza con la caída de la Unión Soviética, en los 90s.
“Éramos una copia de la antigua Unión Soviética. Cuando se derrumbó, no se fabricaba nada ni se hacía nada. No se compraban cosas con dinero ni se estaba habituado a ver dinero. La gente cobraba un salario y con eso vivían. El PIB se fue abajo. Y nosotros los cubanos no estábamos habituados a trabajar. Se fue para arriba la droga, la delincuencia y es cuando el Estado comienza a restringir. La gente cocinaba con leña, había apagones”, describe.
Orestes marca un antes y un después con la salida de Fidel Castro del poder y la entrada de su hermano, Raúl Castro, cuya figura califica de redentora. “Antes, aunque tuvieras tu dinero, no podíamos quedarnos en un hotel, eso era imposible. No podíamos entrar a discotecas. Ahora tú tienes tu dinero, sacas y compras tus cosas”, cuenta sobre las políticas de Fidel, que tal vez en su momento, reconoce, sí fueron las adecuadas.
Pese a que la figura de “libreta de racionamiento” existe en los barrios más antiguos -esos que lucen sus edificios más antiguos y deteriorados, que con el mínimo soplo pareciera se vienen abajo- los cambios generados en Cuba han permitido que los cubanos puedan comprar automóviles, vender sus propiedades, adquirir teléfonos de nueva generación, cuando antes la propiedad conocida como “privada” se intercambiaba a través de permutas; cambios realizados con la actualización del sistema socialista promovida por Raúl.
Java ve estos reajustes como el momento donde el Estado reconoce un tropiezo: «Cuando el Gobierno comenzó a aceptar sus errores se empieza a implementar la propiedad privada y aceptan la venta de casas».
Ahora bien, adquirir un teléfono celular tiene sus altos costos: conseguirlo puede alcanzar cifras de hasta $3,000 por un aparato. “¡Y quién en Cuba tiene ese dinero!”, exclama Orestes.
Activar la economía
Pocos son los cubanos que desacreditan el sistema de salud o el nivel de educación que reciben. Son pocos los cubanos que piensan en anteponer los bienes materiales a esencialidades como la familia. El trato es humano, los niños son niños –juegan, se divierten, aprenden de la calle- y no se atrapan por los males que la tecnología acarrea. Pero hay algo que hace falta y están claros: poner a la economía a desarrollarse.
César es padre dos hijos, tiene 52 años, vive en una habitación pequeña con su familia, es médico y catedrático de la Facultad de Medicina en una de las universidades de La Habana, no ha parado de estudiar y tiene su plaza en un hospital. Gana al mes 70 pesos cubanos convertibles (Unos USD$81). Reconoce que con su sueldo mantiene su casa, pero ya no le es suficiente. Por eso, aunque tiene su profesión, prefiere dedicarse a ser taxista y masajista. Si algo destaca del sistema cubano César es que, al menos, el cubano no conoce de vida paupérrima: «En Cuba hay pobreza, pero no pobreza extrema».
Para este médico, Cuba ha capacitado bien a su gente para ser profesionales. Hay mano de obra, y muy barata, que podría reactivar la economía cubana. “Hay ingenieros que podrían estar a cargo de plantas automotrices, mecánicos… ¡Cuba podría estar produciendo! Pero ¿por qué no lo hace? Porque al Estado no le ha importado”, se lamenta. César considera que si el Gobierno no aprovecha su capital humano, solo se está llevando a que más profesionales, al graduarse, terminen como taxistas, guías turísticas o empleados en un restaurante.
César, al igual que Java, viven del dinero que el turismo puede dejarles, un turismo que está marcado por la presencia de los europeos y hoy de los canadienses, quienes se están convirtiendo en los mayores inversionistas en Cuba. Según Orestes, es este punto el que ha atraído a Estados Unidos a acercarse a la isla. “Los americanos son personas de negocios, ellos han visto que en Cuba hay un potencial. Europa, China, y ven que ellos se están quedando sin nada. Ellos no son bobos”.
Es el tema de las inversiones lo que podría estar en la agenda de los próximos días entre EEUU y Cuba. Como lo expresó la funcionaria cubana al cierre del primer día de diálogo: el embargo es un punto central en la agenda.
“Cuba espera que el presidente de Estados Unidos, en uso de sus prerrogativas ejecutivas, continúe modificando aspectos adicionales del bloqueo de manera significativa… creo que es un buen comienzo”, decía.