El Salvador
jueves 21 de noviembre de 2024

Un joven salvadoreño que construyó su imperio

por Teresa Andrade


Fundador de la empresa El Gran Imperio busca ser una opción en el mercado de ropa y mercadería americana. Con un crecimiento anual que supera sus expectativas descubrió que hay un mundo detrás de la venta de segunda mano, a precios accesibles para un mercado exigente.

Diego Bonilla se acomoda los lentes sentado en un escritorio de vidrio sobrio, frío. Cuaderno en mano y un bolígrafo en la otra, revisa despacio. “Es acá donde todo debe ser organizado”, sentencia.

Este joven de 27 años  lleva sobre sus hombros una empresa fundada hace cuatro años, con más de 55 empleados, un nombre y una cuantiosa meta que superar.

Es el fundador de una de las tiendas de ropa usada más grande del centro capitalino: El Gran Imperio. Y aunque casi nunca está sentado en esa oficina, es el gerente general de la empresa pero el verdadero corazón de este lugar está en la bodega, donde trabaja al frente de su cuadrilla de empleados eligiendo el mejor producto.

“Depositar de seis a ocho pacas diarias no es tarea sencilla”, dice sonriente. Y aunque no siempre manejó esta cantidad de producto recuerda sus inicios y, aunque no lo dice, el brillo en sus ojos al recordarlos lo hace verse orgulloso.

Diego ni siquiera había nacido cuando su madre, una joven emprendedora, fundó una de las primeras tiendas de ropa y objetos de segunda mano. En medio de pacas, ropa y toda clase de productos pasó Diego su infancia. Como algo natural al graduarse de bachiller comenzó a trabajar junto a su madre.

De apenas 18 años, Diego se convirtió en su mano derecha y aprendió el teje y maneje del negocio. La mercadería, el movimiento, la rotación, el buen olfato tuvo que manejarlo al dedillo. Ahí aprendió a manejar el corazón de la empresa: la bodega. El lugar donde se hace la descarga del producto que ha entrado de importación y donde se selecciona para ubicarlo, según su condición, y colocarle un precio.

En el camino aprendió el secreto más importante de las empresas que trabajan con mercadería americana de segunda mano: es preferible mover volúmenes de mercadería a vender el producto con un costo más alto.

“Por eso acá siempre se encuentra el producto tan barato, porque aquí lo que nos interesa es mover el producto rápido. De nada nos sirve tenerlo ahí y no se mueve, por eso lo más importante es la rotación”, explica el joven.

Al poco tiempo, una vez aprendido el oficio y con las ganas de emprender algo propio, Diego se aventuró a poner su propia tienda. “Lo que más me llamó la atención del negocio es la rapidez del crecimiento”, confiesa.

Recuerda que hubo un par de años que su madre cerró con déficits, pero al siguiente año, con  trabajo duro, no solo lograron parar los números rojos; sino que comenzaron a recuperarse y luego a crecer como si nada. Aprendió que la amalgama entre esfuerzo, emprendimiento, buen olfato daba resultados. Decidió hacer lo propio.

En aquellas paredes que habrían albergado las primeras rotativas de diario El Mundo en sus inicios, a un costado de la plaza Francisco Morazán, ahí dio sus primeros pasos.

Esa pequeña tienda se convirtió en el caldo de cultivo y en el experimento que le ayudó a entender el negocio en su propia piel. Siempre al frente de la bodega y de la selección de mercadería, empleaba a 14 personas y movía alrededor de cuatro pacas a la semana. El movimiento era poco, pero en el camino hizo un descubrimiento que le cambiaría la vida.

“Conociendo el negocio, me di cuenta que hay un mercado desatendido. La mayoría de usados se enfocan en la venta al mayoreo, pero existe otro grupo: los que compran la ropa para limpiarla y usarla, los compradores para su uso diario”, explica.

El Gran Imperio

Aunque ya estaba dedicado a su propio negocio, el hambre de crecer y de saciar la necesidad de sus clientes, esos que no buscaban ropa al mayoreo lo hizo emprender una aventura más: Convertirse en una empresa.

El asunto no fue sencillo, tocar puertas para financiar el crecimiento, buscar un local más grande, convertirse en empresa con políticas y sistematización de procesos, con formalización de personal y políticas de contratación no fue de un día para otro.

Pero la paciencia y la constancia valieron la pena. Arrendaron el Edificio 129, frente a la Plaza Francisco Morazán, donde se encontraba el antiguo Banco Salvadoreño. Aquel edificio antiguo, histórico, con espectaculares acabados de mármol se convertiría en el nuevo hogar de El Gran Imperio.

Además, inició el proceso de contratación del personal, la compra de los muebles y la aventura de pasar de de una tienda a una empresa con todas las de la ley.

“Pasamos de tener 14 empleados, a 55. Tenemos 35 vendedores, 4 supervisores, 8 empleados de bodega, cinco cajeros, un contador y un auxiliar contable, un representante legal”, cuenta.

Confiesa que uno de los aportes principales que han buscado a sus empleados, más allá de ofrecerles todas las prestaciones de ley, sino convertirse en el primer empleo de muchos jóvenes.

“Aquí sí funciona eso del primer empleo. Más del 60% de trabajadores están en su primer empleo. Además, no hay ningún mayor de 27 años en nuestro personal. Solo uno de los supervisores es mayor de 30”, asegura. Y es que para Diego, como un joven emprendedor, entiende las necesidades de su gente y por ello busca ser una alternativa de empleo para los jóvenes.

Cuenta que al menos cuatro de sus empleados lo ha acompañado estos cuatro años de aventura, desde que decidió poner aquella tienda, hasta convertirse en la gran empresa que es hoy.

El traslado oficial lo hicieron el 10 de julio de 2014 y desde entonces no solo el reto ha sido mayor, sino el crecimiento de la empresa se ha elevado por los cielos. Jamás se imaginó que esa inversión y ese esmero darían frutos tan pronto.

Y es que Diego no se despega de la bodega cada noche que descargan mercadería. Es el que encabeza el grupo y quien selecciona la mercadería según los criterios. La que está intacta tiene precios más altos y la que tiene pequeñas averías tiene otros, que van desde los $12 hasta $0.25 centavos.

Él es el único que toca la mercadería, tal y como le enseñó su madre, y hoy en día está creciendo a pasos agigantados. En un mes, logra colocar más de 13 toneladas de mercadería. Este 2015 esperan crecer un 30% y esto le permitirá implementar nuevos proyectos, que en su mayoría tienen como enfoque retribuirle algo a la comunidad.

Uno de los principales proyectos es darles abrigo, ropa y zapatos a personas indigentes que viven en la calles del centro capitalino. Por el momento están buscando el mecanismo y la persona encargada para hacerlo.

Otro de los proyectos, que dependerá de los respectivos permisos de la Alcaldía, es poner una piscina gigante en plena plaza Morazán, para que los niños de la zona tengan una diversión de forma gratuita. De igual forma, para Navidad, pretenden colocar está vez sí, el árbol navideño más grande del país, en el centro de la plaza.

También contempla la posibilidad de expandirse con otras sucursales, pero mientras tanto el objetivo principal sigue siendo ofrecer el mejor producto, con mejor selección a los clientes que buscan ropa y accesorios para su uso personal.

“Nuestro local está abierto para todos, acá vienen personas de todo tipo”, comenta y es que otro de sus descubrimientos en el negocio ha sido que la clase media está cada vez más ávida de buscar estos lugares, se vuelven una opción más entre la gama de ofertas del mercado.

Tan solo en un fin de semana, cuando todo está al 50%, asegura Daniel, unas 20 mil personas visitan El Gran Imperio, y hay personas que gastan desde $0.25 centavos hasta $250.

Asegura que las personas a veces tienen algún estigma para estos lugares, sin embargo, al entrar se dan cuenta que todo es falso. “Acá usted encuentra lo que quiere”, agregó. La oferta va desde ropa, zapatos, cristalería, objetos para el hogar, juguetes, peluches, entre otros.

En este lugar, dos niveles de mercadería están a la orden del día, con la promesa que los precios serán accesibles y la prioridad será la movilidad del producto. “Queremos que la gente se sienta cómoda y quede invitado a regresar y comprar. Sentirse bien en un ambiente de seguridad y tranquilidad”, asegura.

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