Cada 16 de enero, desde hace 23 años, se conmemora el suceso histórico más importante para un país partido en dos: la firma de los Acuerdos de Paz en Chapultepec, México, la cual representó un punto final al conflicto armado que llevó a los salvadoreños al borde de la locura durante 12 años.
Este 16 de enero de 2015 hubo un ingrediente que le cambió el sabor a la celebración: la presencia, por primera vez en El Salvador, del secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, el coreano Ban Ki-Moon. Hubo otros condimentos de la coyuntura nacional que marcaron el acto: las elecciones legislativas y municipales y la creciente inseguridad del país. Pero para muchos de los asistentes al Centro Internacional de Ferias y Conferencias (CIFCO) solo era un día de fiesta.
Así lo atestiguamos desde las 8:42 de la mañana cuando arribé al parqueo del Muna, luego de mil y una complicaciones para llegar al lugar producto del deficiente operativo policial. En un bus caminaban en fila india estudiantes de secundaria, que eran recibidos por la banda Ángeles de Paz, 50 jóvenes armados con tromperas, tambores y cachiporras que hacía sus primeras prácticas frente a uno de los pabellones.
A las 9:00 la fila de asistentes de distintas partes del país se hacía más larga y los autobuses que traían más gente no dejaban de llegar. En el anfiteatro se iban acomodando o lo dejaban para después ante la urgencia de usar un baño. Dos grupos de baile típico entretenían al aforo que no se había completado ni en un 10%.
“Aquí andamos divirtiéndonos, quitándonos el aburrimiento”, dijo María del Carmen Ramírez que con una mano se comía un pedazo de tortilla y con la otra alimentaba a su hijo Pedro, postrado en una silla de ruedas.
A mi izquierda, a unos cuantos metros, un hombre tenía la mirada perdida en algún punto del salón. El viaje desde la Costa del Sol parecía haber mermado en su ánimo, o quizás así ha sido desde hace 23 años cuando le llenaron el oído de promesas que, en su caso, no se cumplieron.
“Yo era soldado del batallón Arce de San Miguel, casi muero en una emboscada que nos hicieron los guerrilleros en Moncagua. Éramos 120 y nos mataron a seis. Yo me defendí como pude, hasta con piedras. Mi familia sufrió, yo sufrí. Soportamos tormentas, zancuderos, mala comida ¿y para qué?”, expresa en voz baja.
Miguel, excombatiente, está enfermo de los riñones y desempleado desde hace cinco meses. Trabajaba como agente de seguridad privada. Muchos se beneficiaron de los acuerdos, unos más que otros, pero él no. Su desilusión no es total, puesto que es de los que pelean en la calle porque sus derechos como veterano de guerra sean reconocidos ante lo que considera la inoperancia del gobierno. Pero hoy batalla en tres frentes, como muchos salvadoreños: problemas de salud, luchar por salir adelante debido a la difícil situación económica y sobrevivir ante la violencia e inseguridad. “Ahora está peor la cosa, hoy no se sabe de dónde le cae a uno su balazo”.
Vendaval de funcionarios
Enero descargó todo el calor que se guardó diciembre. Los primeros 15 días del año trajeron para los salvadoreños, desde buena mañana, dosis de sol que repercuten en el carácter y en el físico, para bien o para mal.
Si no que lo diga David Morales, procurador de Derechos Humanos y el primero en el vendaval de funcionarios públicos que se harían presentes en CIFCO. Mientras contestaba las preguntas de los medios, el sudor se desbordaba por todo su rostro.
Valoraciones sobre la firma de los acuerdos, la Ley de Amnistía o aspectos de la coyuntura de acuerdo con el área de cada funcionario fueron las preguntas habituales por los medios al arribar diputados, ministros o miembros de institutos políticos.
“Hay que firmar nuevos acuerdos de paz”, dijo el expresidente Calderón Sol a su llegada al acto.
Medardo González, secretario general del FMLN recordó con cierta nostalgia una época que lo marcó de por vida pero que declara superada. “Soy Medardo González, aunque Milton para mí es un grato recuerdo”, comentó al lado de otros compañeros de partido.
Si bien existe unanimidad entre los protagonistas de uno u otro bando del conflicto sobre la importancia de haber llegado al acuerdo, también coinciden en que la verdadera reconciliación no se ha concretado. “Estamos viviendo una guerra social”, expresó el coronel y diputado Sigifredo Ochoa Pérez. “Yo no sabría lo que tenemos que hacer pero debemos responder con un esfuerzo genuino” afirmó José Luis Escobar Alas, arzobispo de San Salvador.
Se resaltó la polarización como un reflejo de los temas no resueltos, lo cual a su vez lo demuestran las posiciones encontradas sobre la Ley de Amnistía. “¿Si el FMLN tiene los votos en la Asamblea por qué no deroga la Ley de Amnistía?, no es necesario que todo recaiga sobre la Sala de lo Constitucional”, dijo Florentín Meléndez, otro de los más buscados por los periodistas.
Otros, mientras tanto, pasaron desapercibidos como Donato Vaquerano, jefe de fracción de ARENA, quien al pasar cerca de donde estaban los medios caminó más despacio, miró para los lados y ante la poca atención no tuvo más remedio que seguir. Similar situación vivió la diputada del FMLN Norma Guevara, un poco menos interesada en que le tomaran declaraciones, más bien apuró el paso.
Tiempo hubo para un poco de humor. Al llegar el ministro de Hacienda Cárlos Cáceres, una periodista se le aproximó:
– Señor ministro, quisiera saber su opinión sobre las recomendaciones del Fondo Monetario para El Salvador, que sugirió medidas como el tema de pensiones, crecimiento, este…
-¿Qué?
– Bueno varios temas que ahora no…
– ¿No sabe? ¡Pues mejor que pregunte otro! Contestó el funcionario, medio en broma, medio en serio. Una risa que más parecía un murmullo se dio en algunos colegas.
El último en llegar fue el candidato a alcalde de San Salvador por Cambio Democrático (CD), Roberto Cañas, acompañado de su esposa. Casi corriendo logró ubicarse en una silla reservada para ellos; de las pocas, porque en el aforo ya no cabía casi nadie.
Un agradecimiento inédito
A las 11:07 entraba, en medio de aplausos y silbidos de júbilo, el Presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén, junto con el exmandatario Alfredo Cristiani; el presidente de la Asamblea, Sigfrido Reyes, y Ban Ki-Moon. Después, los actos protocolarios siguieron su curso natural y abrieron paso a los discursos.
El secretario general de la ONU fue el primero en hablar. Con un español rudimentario y hasta algo agringado citó el “Poema de amor” de Roque Dalton, asesinado por sus propios compañeros del ERP en 1975. “Permítanme referirme a ustedes, salvadoreños, como mis compatriotas, mis hermanos”, exclamó emocionado, pero no más que el público que aplaudió aún más fuerte.
Recordó, ante los conflictos en Nigeria, Medio Oriente o los ataques de los extremistas islámicos en Francia, que la paz conseguida en El Salvador es un ejemplo para todo el mundo.
Los elogios no ocultaron sus preocupaciones ante la ola de violencia que vive el país, y llamó a construir día a día los acuerdos necesarios para consolidar un proceso que sigue en marcha.
“Para lograr la cohesión social, todas las comunidades deben participar en las conversaciones. Resolver problemas estructurales como la desigualdad y la exclusión es vital para alcanzar la paz». Los aplausos no disminuyeron entre la conclusión de su discurso y las primeras palabras, casi inmediatas, de Sánchez Cerén.
Inició su intervención con la fuerza de quien agita en un mitin político. Agradeció a Ban, homenajeó a los hombres y mujeres que ofrendaron su vida durante el conflicto y destacó a monseñor Romero, Jorge Shafick Hándal y los Jesuitas asesinados en 1989 por los escuadrones de la muerte.
“Estamos rindiendo homenaje para los hombres y mujeres que dieron su vida por la paz en El Salvador. La paz no termina bajando los fusiles, falta una sociedad inclusiva y equitativa y eso estamos construyendo”, exclamó.
El momento protagónico de su discurso fue el saludo a Cristiani, primer presidente de la República de ARENA, abucheado a su ingreso al anfiteatro. Uno de los blancos recurrentes en sus ataques como miembro del partido de derecha, hoy lo incluyó en su discurso conciliador. “Yo fui comandante del FMLN ahora soy presidente, permítanme saludar a Alfredo Cristiani por tomar decisión de construir la paz», gritó, ante la alegría de unos y escepticismo de otros.
Su voz siguió abarcando el lugar hasta las 11:40, al igual que los vítores de las más de 10 mil personas presentes. La comitiva principal se retiró cinco minutos después; le siguieron los funcionarios de gobierno, algunos se quedaron más de lo planeado brindando declaraciones, como Roberto Lorenzana, quien dijo que ya se habían cansado de esperarlo.
Las tribunas se habían vaciado de gente, pero no de basura: bolsas de agua, papeles o envases plásticos. Las sillas reservadas a funcionarios públicos e invitados especiales no estaban mejor: panfletos, botellas de agua dificultarían el trabajo de limpieza.
Afuera, en las zonas verdes de CIFCO, los asistentes esperaban el almuerzo prometido luego de tres horas de espera. Adentro, tres niños juegan a la guerra de agua con cuatro bolsas llenas que encontraron. Sonríen, corren y gritan. Para ellos, como para muchos otros, es también un día de fiesta.