El rostro de Nelson García ya no está tenso. Ahora sonríe nerviosamente, aplaude y se abraza con sus abogados. Se pone de pie, camina y cae de rodillas. Se lleva una biblia a la frente y llora. Llora mucho. El juez lo acaba de absolver de todo cargo. Es libre.
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Tarde de jueves. En una desolada calle de la colonia Escalón, un portón negro se abre automáticamente. Desde adentro, una voz exigua nos pide pasar adelante. Afuera el viento sopla con fuerza y el frío perfora los huesos.
De pie, sobre unas gradas, está un hombre de avanzada edad. Nariz pronunciada y cabellos blancos. Viste traje formal oscuro y luce unos anteojos ovalados. Hace un ligero movimiento con su mano para indicarnos que entremos a la vivienda.
Es Nelson García, el abogado penalista más polémico y conocido del país. Polémico porque casi siempre se para a defender los casos más mediáticos que pasan por los tribunales.
En su interminable lista de clientes figuran políticos, militares, narcos y personas menos prominentes que han tenido algún aprieto jurídico. Casi siempre gana la pelea, con estrategias bien elaboradas, contra los fiscales acusadores.
En muchos casos dice no cobrar un centavo y en otros gana mucho dinero. “Tengo tanto trabajo que ahora ya no me queda espacio ni de rasurarme”, comenta y suelta una risa tímida.
Quizá muestra de ello sea que esta entrevista fue suspendida en varias ocasiones. Siempre la posponía aduciendo motivos de trabajo. Pero el pasado jueves contestó su celular y nos citó en su oficina a las tres de la tarde.
Junto a otro compañero llegamos quince minutos tarde. Antes de parquear el vehículo, el portón se abre por sí solo. Al interior se percibe olor a tabaco y el silencio es casi absoluto. Entramos y el portón queda abierto, le hacemos notar ese detalle, pero al abogado parece no importarle.
Se da la vuelta y camina hacia adentro. Se acomoda en una silla negra, holgada, donde recuesta su espalda hacia atrás. Guarda silencio y al cabo de unos minutos dice:
– Aquí no vienen delincuentes, y si vienen es para que les ayude.
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Nelson García comenzó a ser sinónimo de abogado desde los primeros años de su vida. Nació en 1942, en la colonia América, San Salvador. Un lugar donde se mezclaba la necesidad de algunas familias con la estabilidad de otras.
En esa colonia, su mejor amigo era el hijo de la tortillera. Un muchacho corpulento que le enseñó hacer nudos y a pescar en el río. “Un tipo muy valiente de quien aprendí el coraje de no rendirme nunca”, recuerda.
Su padre, un hombre creativo, abogado por vocación, amante de la música y del arte, fue la mayor influencia de su vida. Asegura que con él se formó el carácter tenaz y audaz. La fuerza de arrojarse a la vida sin temerle a nada.
“El ejemplo de mi padre es el más respetable. Siempre admiré su creatividad intelectual. Tenía una capacidad improvisativa que de alguna manera siento haber heredado. Eso de estar siempre alerta a lo imprevisto”.
Comenzó sus estudios en el colegio Bautista y después fue al colegio Divino Salvador, donde se gradúa de noveno grado con medallas de honor. “Dios me privilegió con una memoria que me permitía leer las cosas y recordarlas a exactitud”.
A los 16 años, le pidió a su padre que lo matriculara en el Instituto Nacional para sacar su bachillerato. En un principio, su progenitor se negó, pero aceptó al cabo de una larga justificación.
“Le dije que ahí estaba la mejor educación y que también se ahorraría los 35 colones que pagaba en el colegio. Me escuchó tranquilamente y al final aceptó”.
Ahí, con los profesores del instituto, asegura haber aprendido la equidad y el sentido de justicia. A rechazar a quienes se aprovechaban de sus semejantes por su posición económica. “Detestaba que el más fuerte quisiera humillar al más débil. Eso me marcó desde pequeño”.
Terminó el bachillerato con excelentes calificaciones y creyó que merecía un premio. Pensó que la única persona que podía reconocer su esfuerzo era su tío, un sacerdote llamado Juan García Tola, fundador de los Boy Scouts en El Salvador.
Una tarde de noviembre visitó al cura en la Capilla de San Benito, donde oficiaba misas. Llevaba consigo el cartón de notas para justificar su recompensa. Pero no recibió lo que esperaba y eso le disgustó. El premio fue 100 colones para que se inscribiera en un retiro espiritual en el Opus Dei.
Luego de recibir el regalo, Nelson se quedó a escuchar la misa. Antes que finalizara la ceremonia, una torrencial lluvia impidió que los asistentes se fueran rápidamente a sus casas.
Pronto se dio cuenta que era el único que tenía un paraguas para cubrirse del aguacero. Todos los demás andaban en vehículo y no se habían previsto de la tormenta.
Sin embargo, no se precipitó y aguardó unos minutos más al interior de la capilla. En cierto momento observó a una señora, de mirada profunda, ansiosa por abandonar ese lugar. Afuera la esperaba un carro Continental Lincol color negro.
“Le ofrecí mi sombrilla para que pudiera salir y la acompañé hasta el vehículo. Se bajó un motorista uniformado y se disculpó por no haber llevado paraguas. Ella se volvió hacia mí y me dio las gracias con un gesto en su cara que jamás voy a olvidar. Ese suceso marcó mi destino”.
Cuando regresó del retiro, el futuro estudiante de derecho fue a visitar a su tío. Le contó con entusiasmo la experiencia y el aprendizaje adquirido en el seminario.
Antes de irse para su casa, el sacerdote le dijo que una señora le había estado preguntando por un joven que hace algunos días estuvo en misa con un paraguas.
“Yo recuerdo que ese día sólo viniste tú, me dijo mi tío. Yo le describí a la señora y él asintió. Es Martita Dueñas de Regalado – me respondió – me ha estado diciendo que le avise cuando localice al joven porque quiere invitarlo a su casa”.
Días después un carro de lujo se estacionó en una calle de la colonia Layco, donde Nelson García residía desde hacía algunos años. El mismo hombre que había llegado por la señora a la Capilla de San Benito, le abrió la puerta del coche y lo invitó a pasar.
Almorzó en casa de los Regalado Dueñas y ese acto marcó el inicio de una larga relación de amistad. Durante 25 años, Nelson García sería el apoderado legal de esa familia.
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Cuando salió de bachillerato ya tenía decidido que iba a estudiar derecho. Fueron siete años para egresar, tres años para terminar con los privados y uno más de tesis. Diez años en total para graduarse.
Entró a estudiar ciencias jurídicas a la Universidad de El Salvador en 1962. Tenía 19 años. De entrada, sus compañeros lo nombraron representante de curso, el cargo lo mantuvo durante siete años.
Los dos estudiantes más destacados en la Facultad de Derecho eran David Escobar Galindo y Fabio Castillo. “La disputa era entre ellos dos. Fabio sacaba ventajas en cosas como la improvisación y actuación. David era más huraño, tenía menos protagonismo, pero era brillante”.
Conoció a Roque Dalton y a Manlio Argueta, quienes iban más adelante en la carrera, pero que coincidían en algunas actividades universitarias.
“Dalton escribía un periódico que se llamaba La Jodarria. Con sus textos exacerbaba la paciencia de los gobernantes. Yo estuve una noche cuando Roque escribió ese periódico que era únicamente de dos páginas”.
En sus tiempos libres pasaba leyendo con sus amigos en la Biblioteca Nacional. “El mejor entretenimiento de mi juventud era leer. Si nos invitaban a una fiesta no íbamos, nuestra entretención era ir a la biblioteca a leer”.
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Su amistad con los Regalado Dueñas había aumentado con los años. Tanto que cuando egresó de su carrera universitaria, quienes le dieron su primer empleo fue esa familia.
“Nada más egresé, ellos me dieron un trabajo que jamás voy a olvidar. En 25 años, esa familia, que tiene las empresas más poderosas de este país, nunca me pidió algo incorrecto desde el punto de vista profesional y personal”.
En febrero de 1971, cuando secuestran a Ernesto Regalado Dueñas, el ya abogado Nelson García llevaba tres años trabajando con la familia. Fueron días grises porque Neto, como le llamaban, era su amigo.
“Resulta que quienes se ven involucrados en el secuestro eran compañeros míos del Movimiento Social Cristiano como Jorge Cáceres Prendes, Alfonso Rivas Mira y Ricardo Sol Arriaza. Dirigidos por las FARC de Guatemala”.
El día del rescate, Nelson se fue en su Volkswagen con cinco millones de colones que le había entregado un agente del banco de Comercio. Era de tarde. A su lado estaba el director de la Guardia Nacional junto a otros policías. Se hizo de madrugada y nadie entregó a Neto.
“Yo iba a entregar los cinco millones de colones. A las seis de la mañana me llamó don Tomás (Regalado) para que me regresara a la casa porque habían descubierto el cadáver de Neto”.
“Devolví el dinero y me fui a la morgue. En una camilla forense estaba el cuerpo desnudo de Neto, tenía dos balazos en la cabeza, pero no estaba torturado”.
En 1992, tras un incidente, Nelson García deja de laborar para la familia Regalado Dueñas y comienza a trabajar para Jorge Zedán, un empresario de origen turco, dueño de un canal de televisión en el país.
“Me culparon de algo que no hice. Dos años más tarde don Tomás Ragalado reconoció que yo no había tenido nada que ver en ese problema que me incriminaban».
Zedán le llama un día después de desvincularse de los Regalado Dueñas. Le ofrece el cargo de presidente salvadoreño de televisión con un sueldo de10 mil colones mensuales.
“Me estaban dando el triple de lo que ganaba con los Regalado de base. Pero un día, Jorge soltó la piedra y me dijo que me pagaría un millón de colones si le conseguía un permiso de cable que tenía cinco años de estar intentando sacar sin ningún éxito. Se lo conseguí en tres días”, recuerda entre risas.
Con Jorge Zedán trabajará hasta la muerte del empresario, en marzo del 2012.
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En el currículo de Nelson García destaca haber sido miembro propietario del Consejo Nacional de la Judicatura (CNJ), decano de la facultad de derecho de la Universidad Matías Delgado durante diez años y candidato en dos ocasiones a la presidencia de la Corte Suprema de Justicia (CSJ).
Señala que fue precisamente ese intento el que le costó un proceso penal en su contra. El abogado García no quiere recordar más ese episodio de su vida. Dice que no tiene sentido. Y sobre todo porque asegura haber demostrado su inocencia en los tribunales.
Sin embargo, esa tarde de jueves, el jurista recordará todo. Durante una hora explicará cómo y por qué le armaron “un tamal” desde el gobierno de Francisco Flores.
“Lo armó Paco Flores, Mauricio Sandoval y Rodrigo Ávila. Yo iba bien a ser presidente de la Corte Suprema de Justicia, tenía el apoyo de dos fracciones legislativas (el FMLN y PCN)”.
García recuerda que había prometido que si quedaba como presidente haría muchos cambios, similares a los que han hecho los actuales magistrados de la Sala de lo Constitucional. “Por eso se inventaron que era un hombre peligroso”.
En mayo de 2003, una llamada anónima alertó a la Policía de que en la casa del abogado García había jovencitas que eran agredidas sexualmente.
La Policía allanó la vivienda amparada por la orden de un juez. En el lugar fueron confiscados videos y fotografías en las que supuestamente aparecían jóvenes desnudas.
“Todo fue orquestado. Me pusieron a unas muchachas que vinieron a pedir trabajo a mi oficina. Les pagué para que hicieran la limpieza. Eso fue en diciembre 2002. En marzo de 2003 regresan para que les preste la computadora disque para hacer tareas. Les hice el favor, pero al cabo de unas horas descubrí que estaban viendo videos pornográficos”.
– ¿Y de dónde salieron los videos donde aparece junto a unas jovencitas?
Ellas los metieron a mi computadora. Eran montajes, después me lo reveló una persona que trabajaba como diseñador en un canal de televisión. Lo único que tenía eran videos de entrevistas y fotografías de mi hija.
La prueba de todod es que cuando allanan la oficina los policías se van directo a mi computadora y me preguntan por los videos. Yo no tenía idea de qué me hablaban.
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Octubre de 2004. Es tarde. Nelson García acaba de ser liberado de cargos por un juez de sentencia de San Salvador. “Señor mío, te doy las gracias con todas las fuerzas que tengo en este momento”, dijo tras escuchar el fallo del juez.
La foto de esa noticia será cuando el abogado levanta los dedos en señal de victoria. «Durante varios meses los medios habían destrozado mi imagen», señala.
A partir de ese suceso la vida del abogado Nelson García cambiará. Ya no será el mismo. Dejará el derecho corporativo por el Derecho Penal.
“Ya lo demás perdía sentido. En el Derecho Penal es donde se juega la vida de las personas. En el Derecho Mercantil usted pierde una empresa y no pasa nada. Quien no sepa qué es la libertad lo va a entender el día que esté ante la posibilidad de perderla”.