Hoy en día, los alquileres están por las nubes y encontrar un lugar donde vivir es toda una odisea, un remolino entre la inseguridad, los precios altos y la necesidad de hacerse de algo propio. Pese a las peripecias, una inversión para la descendencia se hace prioridad.
Una de las opciones más populares, aunque la queja de algunos usuarios de que un crédito puede ser aprobado como mínimo en 40 días, es el Fondo Social para la Vivienda.
Es así que Juan, un joven que trabaja como dependiente en un pequeño almacén del centro de San Salvador, acompañado con una joven que en este momento está desempleada y con un hijo de un año que cuidar, desea embarcarse en la aventura de comprar una casa.
Juan desconoce mucho de lo que hay que hacer, pero sabe que ya no quiere seguir pagando el alquiler de $60 en una populosa colonia de Ilopango. En una zona cada vez más peligrosa, cada vez más extraviada, cada vez, menos conveniente para su hogar.
Así, sin más, después de pedirle sabiduría a Dios junto a su esposa, decide que es momento de comprar.
Se acerca al Fondo y el primer paso es precalificar, hacer una serie de papeleos, trámites, llenar formularios. Por gracia divina, Juan es bueno en lo que hace. Comenzó ganando 180 hace dos años cuando llegó a ese almacén, pero ahora con esfuerzo ya gana el mínimo, $242 para ser exactos.
Luego de entregar una constancia de salario, cartas del trabajo y una serie de papeles, le dan el diagnóstico. “Le podemos ofrecer para un crédito de vivienda usada la cantidad de $8,487.59, para 25 años le queda una cuota de $67 y bueno debe recordar que se le presta hasta el 97% del costo de la vivienda”, le dijo una de las agentes.
Una vez precalificado, pues a Juan solo le quedaba comenzar la extenuante búsqueda de un inmueble, de su futuro hogar, que se ajuste a los casi $8,500 que le pueden prestar. En esta labor, comencé a ayudarle al joven Juan.
Hagamos un sondeo. En qué lugares del Área Metropolitana de San Salvador podemos encontrar un inmueble por $8,500 o menos. ¿Dónde buscar?
El primer lugar que pensamos fue en los periódicos. Veamos, comencemos por los apartamentos: apartamento el Colonia San Francisco $100 mil; apartamento en 5 de Noviembre $19,500 negociable; apto. San Luis $48,000; col. San Benito $145 mil, y la lista continúa.
Luego, entre tantos precios inalcanzables, inimaginables para alguien que, usando exactamente los $242 mensuales de su sueldo, necesitaría 49 años de trabajo para pagar los $145,000 del apartamento en la colonia San Benito, sin contar intereses, por supuesto.
Pero veamos algo más apegado al presupuesto: “Apartamento dúplex en Jardines la Santísima Trinidad $12,000 neg.” y se terminan las opciones. No queda más opción que revisar las casas.
En aquel listado interminable, encuentra la primera que se apega al presupuesto: Casa Distrito Italia, Apopa, en $8,500.
Aquella punzada en la garganta no bastó para aplacar la sorpresa. “Dios mío, ¿en el Distrito Italia?”. Solo de imaginar a su hija creciendo en ese lugar, de donde ha oído tan malas noticias sobre asesinatos, pandillas y demás. Eso no era nada esperanzador.
El Distrito Italia es una comunidad popular cercana al municipio de Tonacatepeque. Su nombre es debido a que la cooperación italiana ayudó a su construcción después de los terremotos de 2001 cuando muchas personas de escasos recursos quedaron sin hogar.
El proyecto fue impulsado por el entonces presidente de la República Francisco Flores y se suponía que en el lugar habría parques, talleres, guarderías, un centro comercial, almacenes, tiendas incluso un hospital de segundo nivel.
La comunidad se construyó, la gente se pasó a vivir ahí con una gran esperanza; sin embargo, todas las obras que habrían previsto quedaron en promesas.
De pronto, la recién inaugurada comunidad se vio supuestamente invadida por pandilleros, comenzando una ola de crímenes que elevaron la estadística de homicidios de la comunidad al punto de ser catalogada por las autoridades de Seguridad como uno de los más peligrosos de todo el país.
A Juan se le puso chinita la piel cuando recordó que hubo un tiempo que contaban de tres para arriba los muertos en ese lugar. Hoy, recordó que a principios del mes de julio mataron a dos jóvenes en el lugar. Se le revolvió el estómago.
La búsqueda debía seguir. Para ir más allá de los periódicos, donde a veces los anuncios parecen irreales para este tipo de presupuesto. El plano digital ofrece otro panorama.
Un sitio de ventas en internet, ofrece más opciones sujetas a los casi $8,500 que le presta el Fondo. Una opción quizá más céntrica y conveniente para Juan: “Vendo apto. Metro condominio Juan Pablo 2º, frente al MQ $7,200 – 2 habitaciones, 3ª Planta, Edificio B”, reza el anuncio.
La opción no es tan mala, está más cerca de su trabajo, en frente está el hospital Médico Quirúrgico y una nueva parada del SITRAMSS, aún inconclusa. Además, a unos pocos pasos está Metrocentro, uno de los centros comerciales más populosos.
Sin embargo, la zona no lo termina de convencer. Metro Condominios está rodeado por la comunidad Tutunichapa No. 1, una de las zonas más conocidas de la capital donde circulan altas cantidades de droga. Por lo que los problemas están a la orden del día. El olor a peligro en la zona es apabullante.
Incluso el hecho de subir tres pisos para llegar al apartamento no serían tan desalentadores si fuera una zona más segura, pero atravesar la Tutunichapa para llegar a su casa luego de una larga jornada de trabajo no le parece una buena opción.
El precio se ajusta, incluso tiene sus ventajas estar en un lugar tan céntrico. Juan se pregunta si solo esas dos opciones tiene, dos opciones una cerca y una lejos, pero con altos índices de peligrosidad.
Y ahora que se abre a la opción de los apartamentos. A Juan le inquieta buscar en la colonia Zacamil. Es una zona céntrica y populosa, pero no es tan peligrosa. No deben ser tan caros, piensa.
Uno no se imagina que los niveles estarían más evidentes en esta situación. En la Zacamil, no solo el número y la localización del edificio pueden determinar el precio, si no también si está en primera planta, segunda, tercera, cuarta o incluso quinta.
Para el caso, si busca en la zona entre el 50 u 80, justo arriba del estacionamiento general, atrás del mercado Zacamil, en la cuarta planta el rango anda entre los $10 a los $13 mil, depende de qué tan cuidado o modificado lo tenga. En la tercera planta, anda entre los $13 y los $15 mil; en la segunda, ronda los $16 y los $17 mil, y en la primera llega a los $19 mil.
Este dato no alienta mucho a Juan, sobre todo cuando se entera que en la zona de los 400 los precios son más altos y uno en primera planta puede llegar a $21 mil.
Nada esperanzador para Juan, un dependiente de tienda que gana el sueldo mínimo y no puede comprar un apartamento en la Zacamil. Su presupuesto no alcanza, no da para más que en el Distrito Italia o Metro Condominios. ¿No habrá otro camino para Juan?
Cabizbajo, con el ánimo por los suelos, le comenta a su esposa que todo está siendo más difícil de lo que creyó. Días y días de búsqueda, visitas y más visitas infructuosas, fines de semana corriendo de un lado a otro y una pila de periódicos en su casa de todas las búsquedas son la mayor evidencia y nada, aún nada.
Pero no se da por vencido. En el mismo sitio de internet, encontramos una nueva opción: “Vendo apto. de 1era planta, condominio Modelo, San Salvador, zona accesible, una habitación, sala comedor y cocina un solo ambiente. Precio $7,000 neg.”
Al llegar el apartamento dejaba mucho que desear. En las cercanías del mercado Modelo le favorecía completamente la cercanía con el centro de San Salvador. Sin embargo, las condiciones no eran las más favorables.
No solo el espacio es limitado, sino que se notaba el paso de los años en aquel apartamento. Además, si esperaban hacer crecer la familia, una sola habitación podría convertirse en un lío.
Cansado de tanta traba, Juan se acercó al Fondo a pedir auxilio. Las noticias tampoco fueron alentadoras. “Le ofrecemos verificar nuestra cartera de casas recuperadas. Ahí hay algunas opciones más cómodas, ya sea porque las han abandonado o porque las personas las perdieron. Eche una mirada”, le dijo el agente.
En la lista, desfilan sitios como La Campanera, en Soyapango, con precios entre $2 mil y $7 mil. Entraban en el presupuesto, pero la sola idea de vivir en esa zona le volvió a revolver el estómago.
Comprar casa en la misma zona donde creció y donde ahora vive con su esposa y su hijo es una idea descabellada, pero en el listado aparecen decenas de casas en Altavista. Una comunidad compartida entre Ilopango, San Martín y Tonacatepeque, también dividida entre la pandilla 18 y la MS.
Comprar casa ahí, no sabe si sería un alivio porque al menos ya lo conocen, o se convertiría en la sentencia de su descendencia de que difícilmente podrán salir de ese lugar, que muestra índices cada vez más elevados de violencia.
Aunque el panorama no es muy alentador, Juan no se da por vencido, tal vez salga alguna casa recuperada en una zona no tan mala o tal vez con el tiempo aumente su sueldo para que el préstamo pueda ser mayor. Mientras tanto, el tiempo dirá, a veces todo queda en las manos de Dios, me dice.