El Salvador
domingo 24 de noviembre de 2024

CRÓNICA | «Tengo las huellas, intenté matarme»

por Redacción


Alfredo, movido por la desilusión amorosa, intentó atentar contra su vida. Su historia es la de cientos de salvadoreños que ven en el suicidio una forma de liberarse de sus males, y que solo en el primer semestre de 2014 cobró la vida de 200 personas.

Cuando Alfredo se enterró un cuchillo en las venas primarias de ambos brazos estaba solo en su casa. No estaba drogado ni ebrio. Impaciente pero decidido, entró a una habitación, se sentó en una pequeña grada y comenzó a abrirle paso a su propia muerte. Para él, la vida era un bulto innecesario y pestilente de la cual solo podría desprenderse con un baño de sangre.

Lo que creía iba a ser un zarpazo para de una vez por todas dejar de existir se convirtió en una tortuosa agonía de tres horas, lo que a la postre fue la cachetada necesaria para desistir de su propósito. Después de ahí recuerda vagamente las sirenas, el bullicio del hospital y las jeringas. Su propio espanto lo alejó de sus intenciones suicidas.

Ya han pasado más de 10 años desde que atentó contra sí mismo, luego de enterarse de que su esposa Aura le había sido infiel. “Si estoy vivo es porque reaccioné a tiempo” recuerda. Se considera un hombre de espíritu aventurero y alegre. Toda vez que ha superado ese trágico episodio de su vida.

Al igual que Alfredo, muchas personas recurren al suicidio por distintos motivos, siendo la depresión uno de los predominantes. Este acto, que no discrimina situación emocional, status social ni situación económica, ha disminuido en El Salvador.

Del amor a acariciar la muerte

La piel tostada, los ojos pardos y lo más importante, su sonrisa coqueta y vanidosa todavía perviven en la retina de Alfredo el día en que conoció a Aura.  No pasó mucho tiempo para que, luego de las primeras salidas, establecieron una relación formal.

Su noviazgo duró 10 años. Paseaban tomados de la mano, él recto, plano y simple, ella alegre y sensual. Su andar cadencioso siempre atraía miradas. Mientras él presumía de caballero, atento hasta la saciedad, ella actuaba más bien distante, quizás porque intuía que alguien la observaba de forma maliciosa.

Al relato de Alfredo le sucede un silencio contundente. Ya han pasado muchos años pero se resiste a hablar de los pormenores de su relación, ni de la forma en que se enteró de que su esposa, 15 años menor que él, lo engañó.

Alfredo se refugió en sí mismo. No le contó a nadie, ni a sus mejores amigos mucho menos a su exesposa e hijos. La decisión estaba tomada y no había marcha atrás.

Los celos y el posterior desengaño amoroso son los que según el psicólogo Guth Freud considera como factores importantes de ese fenómeno mundial, aunque muchos buscan otras razones para suicidarse: el alcohol, las drogas, la soledad.

En El Salvador, los casos de suicidio han tenido un comportamiento habitual. Quienes más lo cometen son los hombres.

De criterio similar es la psicóloga Ana Lorena López quien recibe pacientes con cuadros clínicos complejos, muchos de los cuales han querido quitarse la vida. Explica que un suicidio se origina cuando la persona está experimenta un alto grado de depresión. Sin embargo reconoce que siempre hay posibilidades de ver la luz: quienes logran salir de un cuadro clínico delicado se recuperan en términos generales.

A Alfredo lo último que le pasaba por la cabeza eran las estadísticas, los por qué. Esa noche fría había templado su determinación de cumplir su cometido de manera poco ortodoxa. No se le ocurrió usar un arma de fuego, intoxicarse o colgarse.

Con un diminuto cuchillo de acero quería liberarse del dolor que durante más de dos semanas lo llevó de parranda en parranda por los arrabales de San Salvador. Quería dejar de existir bajo un argumento para él irrefutable: la vida no vale nada.

Caminaba impaciente, de un lado a otro por la sala. Su sien temblorosa indicaba que estaba fuera de sí. Quizás en un espacio más reducido, como su cuarto, encontraría la pequeña dosis de sosiego que lo llevara a la muerte.

En una pequeña escalinata cubierta con cerámica, se sentó y miró fijamente el diminuto cuchillo. Lo menos que necesitaba era pensar. Entonces, comenzó a desgarrarse la piel y la sangre brotó. No hubo gritos de dolor, solo un llanto silencioso al ver como las venas se abrían de par en par.

Martilleos en la cabeza. El corazón a todo galope. Su cuerpo convertido en un terremoto. La mente entrando en una zona desconocida. Los recuerdos pasándole por el alma. Este cúmulo de sensaciones se apoderó de Alfredo durante tres horas de agonía. Sin embargo, algo había salido mal porque aún vivía.

Pero el suplicio se convirtió en una revelación repentina. La muerte con un sufrimiento prolongado no estaba entre su plan inicial así que, antes de desfallecer solo acató a agarrar su teléfono y marcar el 911.

Solo recuerda el hospital, el personal médico y el bullicio leve pero incesante. Le quitaron la protección artesanal que él mismo había colocado, sacaron de las reservas de sangre el líquido y le suministraron una cantidad adecuada para su recuperación, la cual tardó casi un día. La desesperanza se había ido, la vida volvió a germinar. “Ahora doy gracias Dios que estoy vivo. Mire, acá tengo las huellas que intenté matarme”, agregó.

Hombres presentan mayor número de suicidios

El relato de Alfredo es una alerta, un “afortunado infortunio” porque justamente el deseo de morir le dio una segunda oportunidad de cambiar su propia realidad y no ser una cifra más en el banco de datos del Instituto de Medicina Legal (IML).

Precisamente, esta institución reportó, en el primer semestre de 2014, 200 suicidios, 45 menos en relación con los registrados el año pasado en el mismo periodo.

De las cifras actuales, 150 fueron hombres y 50, mujeres. En el rango de edad de entre 10 a 14 años se suicidaron 4 niñas y 3 niños, mientras de 15 a 19, se registraron 15 suicidios de niñas y 14 niños.

De los rangos de edad arriba de los 20 años, la cantidad de hombres que decidieron terminar con sus vidas es significativamente mayor con respecto a las mujeres, un comportamiento que también se mantiene a nivel mundial.

Con estos datos, El Director del Instituto de Medicina Legal, José Miguel Fortín Magaña, confirma que son más hombres que mujeres quienes cometen la mayor cantidad de suicidios.

“Los hombres que intentan suicidarse más, incluso hay 13 ancianos varones que se suicidaron”, añade.

Agrega que esta tendencia se debe a que los hombres “toleran menos la soledad que las mujeres, por eso se explica que tantos viudos mueren después que tantas esposas han fallecido”, expresó.

Según los registros, 36 personas murieron intoxicadas mientras 73 se quitaron la vida ahorcándose. Otras formas de suicidio, como atentar con arma blanca, arma de fuego, caída al vacío o arrojarse desde un vehículo aparecen con números más limitados.

Entre las causas principales de ese fenómeno, 16 personas se suicidaron por tener conflictos con su pareja y 23 por consumir bebidas alcohólicas y drogas.

Sostiene que en el país, la mayoría se suicida por depresión y haber perdido la esperanza de vida, o se consideran seres ya no útiles para la sociedad.

La noche amarga en que Alfredo se consideraba inútil para la sociedad es solo un vestigio del pasado. En el día trabaja en su negocio propio de consultoría y en la noche dedica su poco tiempo disponible al cuido de sus dos hijos, de quienes teme no se desarrollen como él quisiera por que “nunca se crían igual, sino están bajo la protección del papá y la mamá”.

“Me considero una persona alegre, aventurera y apasionada” resuena de su voz tan llena de vida. Tan sumergida en un presente promisorio que espera nunca termine.